Si estos papeles hablaran
Hay una señora de voz nasal y un poco rasposa que, por televisión y por radio brinda consejos de autoayuda, recetas para alcanzar la armonía y –dice ella- métodos para lograr la paz espiritual. Ella, que en cada uno de sus espacios virtuales de promoción propone “la salvación y el perdón” y la “unidad y la paz”, sostuvo ante un micrófono y una cámara –es decir, en público, con la responsabilidad que eso implica- que los homicidios calificados que la clase media enojona -y los comunicadores que tanto hacen para que esa clase se enoje- ha llamado “linchamientos” le provocaban un “íntimo sentimiento de felicidad” porque, según ella, “algo está cambiando en la Argentina”.
Hay olor a show con la violencia. La de la patada, la verbal y la de la prepotencia. Show del bardo. Para que reviente, escupa y se disemine la mugre. Hay aroma a medida de fuerza arengada por la propia patronal y a análisis posterior contaminado con intereses particulares travestidos de problema general. Hay tufillo a avanzada reaccionaria. Hay vaho de reagrupamiento empresarial y político.
Hasta ahí, la señora del crecimiento interior y la superación hecha marketing no tendría mucha razón. Todo viejo es esto que olemos, percibimos y detectamos. Pero esta arenga, la ascendida de la derecha y la reorganización del poder real tiene una paradoja, una contracara o precisamente un motivo: luego de 10, no ha sido sino en este último año que ha crecido en paralelo a la puesta en público y a la visibilización de cómo opera y operó el poder económico, la capacidad de ciertos espacios del poder judicial y legislativo para investigar y averiguar niveles de responsabilidad de la pata civil del terrorismo del Estado uniformado. “No implica ubicar a las grandes firmas en un lugar diferente del que hoy ocupan, sino reconocerlas en el que siempre estuvieron”, analizó Héctor Recalde, cuando presentó su iniciativa legislativa para crear una comisión bicameral que identifique los vínculos entre el mundo económico y el genocidio. Cosas del pasado, que andan en papeles viejos.
Así que, tal vez, la señora que con tanta virulencia celebra los homicidios en grupo, mientras dice pregonar el amor al prójimo parece no equivocarse en que algo está cambiando en la Argentina. Y mientras unos avanzan con las investigaciones, las complicidades y los modos societarios de los poderes, los otros fuerzan la cuerda para el lado contrario. Cinchar, se llama, aunque a algunos les suene lo mismo que con L.
Los papeles son sólo eso: pliegos, escritos, notas. No molestan en sí por lo que dicen sino cuando hay ojo y cabeza entrenada para querer y saber leerlos. Los papeles no incomodan cuando sólo juntan polvo, quedan arrumbados o no hay curiosidad política por detenerse a ver qué es exactamente lo que dicen. La cosa se pone buena cuando alguien los hace hablar.
El 5 de noviembre del año pasado, con el fallo de la Corte Suprema sobre la Constitucionalidad de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual aún calentito, Clarín salió a la calle, una vez más, con toda la enjundia: “El Gobierno salió a exhibir documentos de la dictadura recién hallados”.
Burlones, cancheros, querían mostrar cuán superiores eran ellos. “Las ´listas negras´ halladas incluían a 331 artistas e intelectuales –redactaron-. Hay información conocida. Clarín publicó en 1996 las listas negras de la ´Operación Claridad´”, publicaron. Lo que en la nota no contaron es que a esa información el diario, en su momento, la compró y lo que tampoco indicaron en el artículo fue a quién. Cosas del pasado; que andan en papeles viejos.
Será porque no querían contar detalles de aquella operación comercial que escribieron así: “El fin de semana el ministro encomendó a sus funcionarios que bucearan en esos archivos. En la guerra del kirchnerismo con el Grupo Clarín, al parecer hubo instrucción de ver qué hallaban sobre Papel Prensa”.
Una hoja, una actuación administrativa pueden ser inofensivas e intrascendentes partes de un expediente nimio e insustancial. O pueden ser piezas fundamentales de un rompecabezas. Un fragmento que adquiere dimensión en el contexto en que fue escrito. La porción que completa el todo.
Hay olor a show, al show del bardo. Para que reviente, escupa y se disemine la mugre. Para que nos confunda, nos nuble y nos impida ver. Huelga de trabajadores con paro patronal. Paciencias que se terminan y cadenas que se sueltan. Y un exponente de la barbarie emprendiéndola con fuerza a favor del caos: El mismo Carlos Maslatón que defendió el homicidio de Rosario a manos y pies de un grupo de exaltados, se va de cabeza al lenguaje de grupo de tareas, lo que nos ayuda a entender de qué va la furia desatada: “Mi reconocimiento al nacional-sindicalismo argentino tras la victoria de hoy frente al kirchnerismo montonero”, firmó el jueves 10 de abril para felicitar a los convocantes, en la red social del pajarito.
Hay olor a show. Hay tufillo a avanzada reaccionaria. Hay vaho de reagrupamiento empresarial y político. Hay reacomodamiento y se ve con claridad el proceso de reagrupamiento, pero sobre todo, el de reorganización. Ese del que estamos conociendo detalles. Ese que estamos empezando a conocer completo gracias a los hallazgos. Esos que se vuelven prueba judicial y que a más de uno pone tan nervioso. Cosas del pasado, que andan en papeles viejos.
Algunos de los 11773 volúmenes incluyen “versiones taquigráficas de la Comisión Asesora Legislativa -que reemplazaba al clausurado Congreso- de las reuniones de las Juntas con los directores de diferentes empresas”, explicó Stella Segado, la directora de Derechos Humanos del Ministerio de Defensa y la persona encargada de procesar toda la información hallada; alguien que ha dedicado gran parte de su vida a bucear entre documentos que parecen no decir nada y hacerlos hablar.
Algunos de los documentos ya se conocían, indica la funcionaria y la aclaración viene al dedillo para responderle a ese diario que hizo el mohín sarcástico para hacernos quedar a todos como bobos frente al propio asombro. Y agrega ella, la que sabe leer política y jurídicamente recorridos administrativos mecanografiados: “lo novedoso e inédito es la unidad de conjunto que permite por primera vez tener el registro burocrático de lo que fue el marco político”.
“El material –continúa Segado- revela la subordinación militar a las corporaciones. En un noventa por ciento están ligados a cuestiones económicas. Un ejemplo de ello es que en los primeros seis meses de gobierno de facto, el ex ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz no hace más que dar exenciones al agro. Desde el `76, se les decía ´bueno, sin retenciones´ y cuando les dijeron `ya está, fueron 20 años de privilegio´ ¿qué pasó? surgió el conflicto, el llamado conflicto ´con el campo¨”.
“Huelga Nacional”, “la mayor huelga contra el kirchnerismo”, “El paro de la década”; “La fuerza de un paro”, titularon el viernes. “Paro histórico” habían rotulado en abril de 2008. Cosas del pasado, que andan en papeles viejos.
Hay olor a show con la violencia. Show del bardo. Hay vaho de reagrupamiento empresarial y político. Porque no pueden permitirle a los papeles, rol probatorio; porque no pueden permitirse que el Poder Judicial los tome e investigue; porque no pueden aceptar que si se despliegan todas esas hojas vamos a ver el film de inicio a fin.
El martes 8 de abril de este año, hace apenas días, la Unidad Fiscal de Causas por Violaciones a los Derechos Humanos allanó las oficinas comerciales y el archivo del diario La Nueva Provincia. José Nebbia y Miguel Palazzani buscaban más pruebas de las que ya poseen para demostrar la sociedad entre Vicente Gonzalo María Massot y los uniformes del terrorismo de Estado. Secuestraron legajos, recortes periodísticos, fotografías, liquidaciones, materiales sobre el período 1974-1983, parte de la colección del diario, archivo administrativo y periodístico y material de las oficinas de la dirección.
La Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas expresó su "profunda preocupación" por la causa judicial que enfrenta. "Expresamos nuestra profunda preocupación por la situación procesal en que se pretende involucrar al académico Massot sobre la base de instrucciones dogmáticas o ideológicas. Manifestamos nuestra solidaridad con el doctor Massot, de indudable trayectoria personal, científica y moral”, dijeron en su comunicado, al que se atrevieron a estampar su firma el ex funcionario de la dictadura y presidente de la entidad Manuel Solanet, su vicepresidente, el independiente librepensador Santiago Kovadloff y el apenas simple periodista José Claudio Escribano, ex guía ideológico de un diario sin intereses como La Nación.
ADEPA, esa entidad que nuclea a los dueños de medios gráficos, dijo –para variar- que el allanamiento “compromete garantías constitucionales” y que se “trató de un nuevo eslabón de una larga cadena de ataques contra medios independientes y que se concretó a instancias de dos fiscales ad hoc”. Claro, no advirtieron que la medida había sido dispuesta –como sólo puede ser para que se lleve adelante sin que se convierta en un acto ilegal- por un juez, el interviniente en la causa, Alvaro Coleffi, ni que esos llamados ahora “fiscales ad hoc” y presentados en las páginas del diario bahiense como enemigos de la Argentina están tranquilos porque consideran que “hay suficiente prueba para detener, procesar y llevar a juicio a Massot”. Se ve que tan perdidos estos dos miembros del Ministerio Público no andan porque lo que inicialmente pareció una visita de un miembro de la alta sociedad a los Palacios de Tribunales se transformó en indagatoria y en prohibición de salida del país.
La acusación es inédita, pero más extraordinario aún es que la causa no quedó en la denuncia de un par de fiscales sin brújula, sino que avanza. Por un lado, se trata de probar el nivel de responsabilidad de los directivos de La Nueva Provincia en la desaparición de dos de sus obreros gráficos con amplia labor sindical durante los comienzos de la dictadura: Enrique Heindrich y Miguel Angel Loyola. Pero por el otro, se intenta demostrar que la acción psicológica es una faceta del fenómeno criminal del genocidio. Aquí lo extraordinario. Por eso el olor a show. Por ello el tufillo a bardo. De ahí el proceso que estamos viendo de reorganización.
No hay muchos antecedentes, pero ya en el mundo ha habido un par de experiencias: dos tribunales internacionales condenaron a dueños de diarios por su participación desde la prensa en operaciones necesarias para la concreción, en un caso, del genocidio en la Alemania Nazi, y en el otro, el de Ruanda. Se trata del diario Der Strumer juzgado en Nuremberg y condenado por su “labor de propaganda del régimen genocida” y de la revista Kangura, cuya propietaria fue condenada instigación directa y pública a cometer genocidio, promover el odio y manipular la conciencia de los lectores.
Siempre recuerdo mi queja ante un funcionario kirchnerista. Yo cuestionaba el haber puesto el acento en el relato público de lo ocurrido con Papel Prensa en el padecimiento personal de la familia Papaleo. Me parecía que era cerrar el delito, clausurarlo en un sufrimiento personal, dejándonos a todo el resto de los estafados (es decir a todo el resto de los argentinos) más como espectadores que como lo que somos: directos damnificados del accionar de un grupo de privados y de las Juntas de Facto. Y siempre recuerdo cómo él me explicó el porqué de la necesidad política de pivotear sobre aquel sufrimiento individual: “a menos que tengamos los papeles que demuestren que el delito de estafa formó parte del delito de genocidio, la defraudación al Estado prescribe y nosotros necesitamos, porque sabemos que es así, demostrar que aquí el crimen económico fue parte del de lesa humanidad. Necesitamos encontrar el eslabón; nos urge encontrar esos papeles”.
Los papeles son sólo eso: pliegos, escritos, notas. No molestan en sí por lo que dicen sino cuando hay ojo y cabeza entrenada para querer y saber leerlos. La cosa se pone buena cuando alguien los hace hablar.
Y porque sentimos el olor a show, al show del bardo; porque los vemos operar para que reviente, escupa y se disemine la mugre; porque vivimos la medida de fuerza arengada por la propia patronal y escuchamos el análisis posterior contaminado con intereses particulares travestidos de problema general; porque notamos el tufillo de la avanzada reaccionaria; porque olfateamos el vaho de reagrupamiento empresarial y político es que sabemos que están nerviosos. Porque tal vez haya aparecido el eslabón y hayamos hallado esos papeles.
Porque como dijo en su alegato Abel Córdoba, el primer fiscal que se le animó a Massot: “el juzgamiento que está en desarrollo es algo más que una acción particular e incluso excede lo que suelen ser los juicios orales en que se juzga un centro clandestino. Estamos juzgando una época, la más oscura que hubo, a partir de conductas que fueron constantes durante toda la dictadura militar”.