Claramente los motochorros no tuvieron mucha suerte a la hora de elegir a su víctima ya que este hombre claramente sabía lo que hacía.

Y eso puede notarse en su lenguaje corporal. Nunca se puso nervioso, tiró la campera para que no interfiriera en sus movimientos, entregó el celular con ambas manos para medir distancias y con un movimiento rápido y certero le arrebató el arma a uno de ellos, empujó a ambos y empezó a los tiros, abatiendo a uno de los delincuentes. El otro prefirió abandonar a su compañero y escapó lo más rápido que pudo.

Párrafo aparte merece la imagen del amigo del hombre asaltado que parece burlarse del ladrón caído con una herida de bala.