Alguna vez habrá que replantearse cómo se conformaron los cuadros militantes del kirchnerismo, donde hubo -y hay- gente muy valiosa, pero también trepadores, aventureros sin ideología y advenedizos con ambiciones económicas.

Leila Gianni es una muestra gratis de estos últimos -se puede incluir en cualquiera de esas categorías-, capaces tanto de tatuarse un pingüino, cosa que hizo para mostrar su devoción por el kirchnerismo, como de militar por el ajuste brutal de los libertarios.

Pero como las cosas no le están saliendo como ella pensaba y los libertarios la miran de reojo y sospechan de sus movimientos, lo único que intenta son golpes de efecto para ver si alguien le presta atención y la pone bajo su techo.