Pocas cosas son más humillantes que ser obsecuente, defender lo indefendible inmolándose en los canales de televisión, y recibir como respuesta el desprecio absoluto.

Esto le ocurrió a Leila Gianni, quien pasó de bancar al kirchnerismo con uñas y dientes -tiene un pingüino tatuado en uno de sus brazos- a ser una libertaria fanática.

A pesar de las burlas que soporta a diario por su jabonoso recorrido y las chicanas que debe aguantar cada vez que interviene en un debate televisivo, Gianni no consiguió el beneplácito de Karina Milei, quien la dejó afuera de su acto y pidió expresamente que no la dejen entrar.