Partidos para no perder poder
Juan Carlos Lascurain, ex titular de la Unión Industrial Argentina, lo contó como anécdota, pero de enorme simbolismo político: “Cuando íbamos a ver a De la Rúa, durante su presidencia, le golpeaban la mesa. Y los platos hacían ruido”. No es que el empresario metalúrgico rememorara aquellas cenas por una particular preocupación por la vajilla, sino por eso tan simple que cuesta comprender que algunos lo nieguen. “No quieren un gobierno fuerte”, fue la frase sencilla del ex conductor de la entidad empresaria. La presidenta Cristina Fernández eligió otro modo, pero fue al mismo punto: “a este gobierno nadie le marca la cancha”. Una de las cuatro cabezas más brillantes de la política nacional me lo dijo estos días con estas palabras: “No hay que equivocarse, no es por plata. Plata, no necesitan y tampoco están perdiendo tanto. La pelea es por ver quién manda”. Y la ficción plasmó la idea en quien mejor podía enunciarla. Frank Underwood lo dijo así en House of Cards: “Qué desperdicio de talento. Él eligió el dinero en vez del poder, un error que casi todos cometen. Dinero es la gran mansión en Sarasota que empieza a caerse a pedazos después de diez años. Poder es el viejo edificio de roca que resiste por siglos. No puedo respetar a alguien que no entienda la diferencia".
La disputa es, fue y será siempre por poder. Y frente a un poder político que se desate las manos, que intente el insolente gesto de romper las cadenas que lo esclavizan, el poder fáctico colocará –como lo hizo en otros tiempos- tanques, tortura y desaparición; -como hizo siempre- operaciones con o sin apoyo externo o –como parece ser la nueva metodología- partidos “del campo” o “judiciales”. Becerros de oro, dioses fabricados para la ocasión, con miles que marcharán detrás.
Muchos de los ¿250 mil? que manifestaron el miércoles 18F tuvieron su bautismo de participación democrática. Tomaron la calle y se encontraron cara a cara y codo a codo y conocieron de qué se trata esa práctica que hermana, la de encontrarse en la plaza y saberse con un igual. ¿Lo habrán comprendido del todo? Veremos con el tiempo si es que a la derecha le gustó eso de copar el espacio público para azuzar, o si entendió de qué van la participación no desestabilizante.
El protagonismo que debió haber sido de los miles que marcharon fue opacado por los y las cronistas que cubrieron in situ la marcha del silencio. No podían disimular una excitación casi sexual que parecía invadirles cuerpo y relato. La musicalización de la edición posterior y las páginas de las ediciones impresas mostraron el estado orgásmico en que se encontraban los del partido de los medios: “Tanto silencio fue necesario para callar al poder”, “En la calle, el pueblo, la gente, los votantes”, “Conmovedora marcha por Nisman y por la verdad”, “Un silencio estruendoso”, “Sin pancartas, los fiscales encabezaron la movilización”, fueron algunos de los empalagosos títulos. Meloso en exceso y con construcciones no sólo vaciadas de contenido sino recostadas sobre el disfrute del discurso antipolítica
Aunque a algunos les suene extraño, creo que fue algo bueno. La marcha, la notoria alegría de ciertos cronistas y la inevitable aceptación en las crónicas posteriores. Porque a cara descubierta, la pelea (la batalla, el debate, la contienda o la discusión, como quieran denominarlo) es más de igual a igual. Llegamos todos –todos quienes quisimos saber- a esa foto de los fiscales convocantes cargando el plotter negro que hacía las veces de bandera, con una precisión bastante digna del quién es quién.
Llegamos al 18F sabiendo que Guillermo Marijuan había sido acusado de crear una auto amenaza en 2013 y de estar vinculado con el impresentable ex jefe de la policía santafesina Hugo Tognoli; que Carlos Stornelli junto con Raúl Plee y Gerardo Pollicita formaron parte de la seguridad de Boca Juniors a demanda del tándem Macri-Angelici; que a Ricardo Sáenz no sólo le parecieron constitucionales las leyes de impunidad, sino que se abraza seguido con Ricardo Recondo porque comparten entidad de magistrados y porque también coinciden en la organización del grupo Clarín de nombre Certal; que Germán Moldes comparó sin empacho al clima de Triple A con el momento actual y que es quien maneja los hilos del sector más sinuoso de la justicia federal. Y llegamos sabiendo, sobre todo, que sobre ellos cae la responsabilidad de haber sido o negligentes o responsables del encubrimiento de la voladura de la mutual judía y de haber decidido no investigar la desaparición y el fusilamiento de cuatro personas en la recuperación del cuartel de La Tablada luego de la toma por parte del MTP.
Fue bueno, insisto, porque se desataron, se desbocaron. Elisa Carrió siguió por la noche en su segundo hogar, TN, la misma lógica filo delirante de la tarde en el Congreso. En la reunión de comisión había ametrallado: “Milani es Chávez”. En el canal de cable agregó: “Esta es una jugada de Aníbal Fernández para llevarse puesto a (Sergio) Berni”, “Emilio Pérsico y Milani quieren romper Occidente” y “Yo me enteré de que esto era un crimen en el Buquebus. Supe de la reunión de los sirios con los iraníes y esto viene armado desde 1976”. Sorpresa y estupor, como mínimo. Pero permítanme sospechar que esos extravíos no son más que paja para esconder la aguja. Porque como al pasar -como dice alguien que se dicen las cosas verdaderamente importantes- lanzó: “Este es un asesinato claro. No sé qué está haciendo Fein”. Directo al blanco:
Esmerilar a la fiscal que lleva adelante la investigación.
Quieren, buscan, pretenden, operan para –lo venimos sugiriendo hace un buen rato- que ya sea vía la nulidad o vía la sospecha de que hubo asesinato, llevarse la causa al fuero federal, es decir, a casita.
Probaron –y seguirán probando- con todo: Que la investigación está empantanada, que hay pelos en el departamento de Nisman, que los peritos de la ex esposa y jueza Sandra Arroyo Salgado hicieron pruebas que a la fiscal se le habían escapado, que un informe reservado descartaría el suicidio, que una testigo clave podría probar todos los errores del procedimiento y que el superior de Fein (Sáenz) no estaba al tanto de dichas supuestas irregularidades, que pasó un mes y la causa no avanza, que la fiscal es contradictoria y hasta que hay medialunas que podrían probar el crimen.
La testigo irreprochable (otra de las piezas de la jugada) les duró apenas 48 horas. Pocas, pero las suficientes como para agregar querosén al estado de llamarada. Luego de 4 horas ante Fein y con el riesgo de ir presa por falso testimonio, se vio que la intachable Natalia no era más que un cachivache. Al salir de la fiscalía, el casualmente abogado patrocinante de la joven, Sebastián Smoller, quien es casualmente asesor de la casualmente insistente Patricia Bullrich, habló de “ratificaciones”. Sin embargo, desde el diario cerebro de la triquiñuela hasta el mitrismo escrito reconocieron que no fue lo mismo lo dicho en sede periodística que lo sostenido en sede judicial. Las 3.30 iniciales del retiro del cuerpo de Nisman, se volvieron las oficiales 5.30 de la mañana; la bolsa con cinco casquillos que dijo ver, se convirtió en un haber oído a la fiscal hablar de una vaina servida; las medialunas que habían sido encargadas por la prefectura no fueron más que un deseo dicho a viva voz por los miembros de la fuerza de seguridad; el clima festivo descripto ante el grabador de Natasha se transformó en un “no me pareció haber visto clima de juerga”; el café que supuestamente bebió se convirtió en la advertencia de no tocar ni la cafetera; los papeles de Nisman toqueteados se volvieron un foliado de procedimiento; el celular manoseado trasmutó en un teléfono con orden de no ser ni rozado. Lo único que coincidió con la versión periodística es que la testigo hizo pis. Algo humano, después de todo.
Un –éste- trocito de la operación fue desbaratado con velocidad, aunque intentaron echar un poquito de mugre de última hora. Se hicieron los ofendidos en nombre de la libertad de prensa con el punto 5 del comunicado de la fiscal en el cual se informó a toda la sociedad que "otro de los testigos que presenciaron el procedimiento fue buscado insistentemente por periodistas de un medio televisivo que se presentaron en su domicilio particular y se comunicaron a su teléfono particular. Este testigo no accedió al pedido, pero en base a cuidar la investigación, se solicita a todos los medios que se respete la intimidad tanto de los testigos como de sus familias y que se recabe la información a través de los carriles oficiales". ¡Fopea, Fopea! Aullaron y como vieron que no iban muy lejos, se mandaron con que la testiga era miembro de La Cámpora. Por el sólo hecho de compartir estilo de flequillo le adjudicaron a Natalia la identidad de una militante de nombre Ayelén. Humo, pero ¡cómo nubla la vista!
La parte del “operativo empioje” de último momento con más visos de posibilidades de complicar fue el pedido de Arroyo Salgado y de la madre del fiscal muerto de declarar nula la testimonial del espía Antonio “Jaime” Stiuso, con quien la ex mujer de Nisman había mantenido una amable conversación el 27 de enero. “Fue una charla social”, dicen que dicen los dos. Disculpen ustedes que yo mire feo esa telefónica.
La arista positiva es que desbocados cayeron en un rabioso (y bienvenido) sincericidio. Primero había sido un editor central del diario Clarín quien había hablado de la marcha como un “plebiscito” y luego vinieron las crónicas en las cuales se reconoció que el componente de la marcha fue absolutamente opositor: se oyó en vivo y en directo el “andate Cristina” de un no silencioso marchante, el “ustedes son unos hijos de puta” al móvil de la TV Pública; se leyó que AEA, la UIA y lo que queda de Mesa de Enlace fueron a cobrarse viejas y actuales cuitas con el gobierno; que “el 18 F fue en contra del Gobierno; un grito contra la forma en que la Presidenta está gobernando” y se escuchó a uno de sus analistas políticos reconocer que “es un mensaje contra el oficialismo”. Y en el medio de todos ellos, Vicente Gonzalo Massot. “Reúne a todo el arco opositor, no cabe ninguna duda”, respondió el dueño de La Nueva Provincia consultado debajo de su paraguas en Plaza de Mayo.
Até algunos cabos, se me levantaron mis personales alertas rojas, sospeché y encadené acontecimientos. “Tengo la impresión”, me atreví a consultarle a un fiscal federal no marchador y, confieso, con todo el temor de ser acusada de paranoica, “de que el testeo de la partida del partido judicial tuvo un origen en Bahía Blanca”, cuando la corporación judicial a través de absurdos, movimientos que rozaron la ilegalidad, falsedades y manejos no muy regulares corrieron de la causa en la cual se investiga, justamente a Massot, al juez Álvaro Coleffi porque todo indicaba que iba a atreverse a dictar el procesamiento por la desaparición de los dos obreros gráficos y por la acción psicológica de colaboración con el genocidio.
Me acuerdo que, sin siquiera suponer la movida completa obviamente, en diciembre de 2014 escribí: “la corporación judicial bahiense cuidó a Massot y apartó al juez. La familia judicial se organizó e hizo lo posible para que renunciara al expediente que investiga delitos de lesa humanidad. Lo lograron: Coleffi renunció, pero el juez dejó un escrito de antología” que hoy, pareciera, vale la pena revisar: “Elijo escribir claro, llano y directo. Para que se entienda”, sostuvo Coleffi. “Hay veces que la ocasión exige ser simple porque hay que hablar en voz alta”. “Es obvio que” superiores no “están de acuerdo con el curso que siguen los trámites a mi cargo en materia de investigación de delitos de lesa humanidad (…) Eso me honra”, escribió y subió la apuesta: a quienes le movieron el piso les dejó de regalo los adjetivos “indigerible”, “bochornoso” y descripciones como “tutor de una moralina vacía de principios”. Pero Coleffi dejó un interrogante que hoy, a la vista de lo sucedido cobra una dimensión política extraordinaria: “¿Quién es el autor que está detrás del autor de estos hechos?”.
El fiscal a quien consulté por estas sospechas y recuerdos me respondió: “Sí. Son las escaramuzas de estudio que presagian y anticipan los choques finales” y luego de un segundo de profundo silencio agregó: “como con Pura de Arrabal y la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Van probando en el interior para ver cómo y con qué llegan a la pelea de fondo. No, Mariana, no estás paranoica. Lo que pasa es que asusta ver la película completa”.
Y así me quedó mucho más claro el porqué del ataque de híper actividad de algunos jueces estos jueves 19F y viernes 20F posteriores a la marcha mojada. La Cámara Federal porteña de los jueces Eduardo Freiler, Jorge Ballestero y Eduardo Farah (a quienes el showman periodista había invitado a escrachar) confirmaba el procesamiento sobre Amado Boudou. Por otro lado, ratificaba a Claudio Bonadío al frente de la causa Hotesur. En tanto, detenían a Alejandro Vanderbroele en Mendoza. Mientras, la Sala I de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal confirmaba el fallo de Horacio Alfonso a través de cuya cautelar se suspendía la Resolución 1121 de la AFSCA, es decir, la adecuación de oficio del grupo Clarín a la LSCA. Y en paralelo, el fiscal federal Gerardo Pollicita informaba que no asistiría a la Cámara de Diputados el lunes para brindar detalles de la imputación a la Presidenta.
“Menos de 24 horas después de concluida la marcha del silencio…” es la frase con que se inicia la crónica principal de tapa de La Nación en la cual se informa sobre lo actuado por estos magistrados workaholics a horas de manifestación. Prístino.
Estos jueces y fiscales a los que no les gusta ni que se armen procuradurías que repartan el poder en lugar de concentrarlo, quienes no desean romper con la lógica imperante desde la cueva de la calle 25 de mayo y que impedirán como sea que la luz del sol ingrese a Tribunales están trabajando fuerte. El objetivo es, como dijimos, llevar la causa al fuero federal. Y de ser posible, que Sáenz meta la cuchara y que sea la Sala VI de la Cámara del crimen con los jueces Mario Filozof y Julio Marcelo Lucini quien la tenga bajo su cuidado.
El diario La Nación informó el 22 de enero que el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti había recibido el día anterior a la jueza Fabiana Palmaghini. “La jueza –cuenta La Nación- estaba de vacaciones cuando Nisman fue hallado muerto. Asumió entonces la causa, en su reemplazo, su colega Manuel de Campos. Desde Brasil, Palmaghini habló por teléfono con Mario Filozof, un experimentado camarista penal y después de esa conversación, la magistrada decidió tomar un avión de inmediato para hacerse cargo de la causa. Filozof era uno de los referentes de la lista celeste dentro de la interna de los jueces -la más vinculada con el Gobierno-, pero rompió con este grupo y hoy está más cerca de la lista bordó, la que conduce la Asociación de Magistrados, con Ricardo Recondo como presidente. Recondo también se reunió ayer con Palmaghini. La jueza fue a verlo a su despacho en la Cámara en lo Civil y Comercial Federal, en la planta baja del Palacio, cuando terminó la audiencia con Lorenzetti”.
Asustan las casualidades cuando sabemos que no lo son. Y más cuando sestamos al tanto de que las iniciales de uno de estos jueces coinciden con las que Lorena Martins dijo eran las de un juez que su padre -el ex SIDE acusado de manejar una red de trata de mujeres, involucrado con personajes del entramado AMIA e íntimo amigo de Stiuso- tenía agarrado de allí abajo por poseer videos comprometedores del magistrado con señoritas de sus prostíbulos.
No hay que ser muy astuto para adivinar los finales de película que desean: Una parte ya es obvia: lograr que la mismísima Presidenta de la Nación o su hijo Máximo ingresen a Comodoro Py para salir de allí o detenidos o procesados. Es un secreto a voces entre quienes sospechan bien. La otra es detener dos juicios: el del encubrimiento de la voladura de la AMIA y el que abrió la Corte Suprema el 30 de diciembre por la desaparición y el fusilamiento de los cuatro hombres mencionados.
Si prosperan estos juicios lo más que probable que todos los voceros del menemo-procesismo, uno de los geiseres que salieron a la superficie con la decisión gubernamental de meterle mano en serio a la SIDE, varios de los fiscales marchadores y el propio Nisman queden sucios y quizás condenados y por delitos no menores.
Desbocados como están, el inconsciente les jugó una mala pasada: el jueves post marcha La Nación publicó: “El galtierismo de Cristina fue posible porque los peronistas actuaron con cobardía y porque algunos adalides del progresismo, en lugar de señalarle sus errores y excesos, le sirvieron en bandeja a la Presidenta su propia ensoñación retórica”. Una comparación ridícula y poco feliz, pero una más; una de tantas. Sin embargo, unas líneas después, el articulista que la iba de iluminado escritor hizo una analogía fuera de contexto, sin sustento en el sentido común masivo; sólo dirigida a quienes conocieran detalles de lo que está en juego. “Algunos creen seriamente en esa trama hilarante, y viven en un circuito cada vez más cerrado donde todos somos golpistas. Hay varios estudios académicos acerca de cómo esa espiral de discursos blindados y conspirativos forman una asfixiante telaraña de falsas creencias y espejismos riesgosos. Los militantes del MTP sucumbieron a esa particular clase de autosugestión antes de atacar La Tablada”.
Extraño, sorprendente, sugestivo, pasmoso. Casi con capacidad de congelar que, de la nada, como si nada, a cuento de nada, La Nación mencione al MTP y a La Tablada en un momento en el cual sabemos que si uno de los dos juicios a los que se hicieron mención aquí avanza el abogado de Stiuso, Sebastián Blanco Bermúdez, Plee y hasta el propio Nisman podrían quedar tapados de la basura que implica el no haber investigado de “manera exhaustiva, imparcial y concluyente” –según el textual de la Corte Interamericana de Derechos Humanos- la ejecución de José Alejandro Díaz e Iván Ruiz y la desaparición de Francisco Provenzano y de Carlos Samojedny.
El diálogo mantenido con el ex juez Raúl Zaffaroni fue fructífero y enriquecedor, pero sobre todo, claro:
-Supongamos que ese juicio se lleva adelante y se prueba que allí hubo torturas y desapariciones, qué les pasa a los acusados y llegado el caso los responsable, le pregunté.
-Se les impone una pena. Y la tortura es un delito imprescriptible
-O sea que no es un delirio especular con que a ciertos personajes les puede caer una pena por delitos que no prescriben
-No, de ninguna manera. No es ningún delirio.
Y como no es un delirio, esta familia judicial, no lo puede permitir. No pueden permitirse perder poder. A ellos les gusta el dinero, pero no por encima del poder. Porque el dinero es la gran mansión que empieza a caerse a pedazos después de diez años. Pero el poder es el viejo edificio de roca que resiste por siglos. Y ellos entienden y conocen perfectamente la diferencia.