La farsa entre los Servicios y Nisman
“Los pueblos nunca saben, ni ven, sino lo que se les enseña y muestra, ni oyen más que lo que se les dice”. ( Mariano Moreno )
Las elites, sugiere Thomas Piketty en su reciente libro “El Capital en el Siglo XXI”, aman la desigualdad y se resisten a la inclusión social. Que 80 personas posean el patrimonio que suman 3.600 millones, es ilegal. Por ello, en Argentina buscan retornar al siglo XX y cercenar todas las medidas inclusivas de esta última década. Apelan a cualquier método.
Los Servicios, en todo el planeta (como la oposición argentina) siguen la máxima de Hitler: “El mundo quiere ser engañado, por lo tanto deja que sea engañado”. Si analizamos la denuncia del fiscal Nisman, fue otra operación para destituir a Cristina. Uno más de los doce “golpes blandos” contra el gobierno que el cronista denuncia desde hace años.
Incluso en este diario publicamos notas sobre el tema. La operación se desinfló. Para exponer la denuncia en el Congreso, el fiscal carecía de premisas creíbles. La presión de los Servicios para los que trabajaba y el arma de Lagomarsino (autor de tuits agraviantes contra Cristina que en los países centrales provocarían su despido, y en EE.UU una veloz detención) lo forzaron a seguir. ¿Suicidio inducido? Ciertos operadores unidos a medios hegemónicos, prosiguen la operación “golpe blando”.
Es el desquite de Servicios a los cuales la Presidenta les cerró el grifo. Aseguran que Nisman “pensó en detener” a la Presidenta. Este acto insólito ya no puede Nisman desmentirlo. Está muerto. Así, lo enlodan sus aliados. Saben que perderán las elecciones. Por ello, imitando a L. López en Venezuela, fabularán otras operaciones para desestabilizar.
La decisión de la Presidenta de cerrar la ex SIDE (cuestionada en los diarios mundiales afines o socios de medios de prensa locales) exhibió su valentía. Todos los países tienen algún aparato de Inteligencia para una defensa nacional. Es imprescindible. La diferencia, es que aquí se dejó hacer. Ello incubó relaciones espurias sostenidas con el sistema político y judicial, en lugar de subordinarse a las autoridades elegidas democráticamente. Trabajan en las sombras. De pronto, aparecieron los que denuncian (uno, Solanas) al temido Stiuso por enriquecimiento ilícito (sostienen que con salario de $ 15.000 posee patrimonio de seis millones). Trajinó décadas la ex SIDE. ¿Lo denuncian ahora? Extraño.
Antes, a colegas de esos Servicios los querelló (y por las amenazas, debió exiliarse) Lorena Martins. Ella aseguró que su padre y otros de la ex SIDE tienen empresas paralelas en base a la extorsión a jueces, fiscales y empresarios, de acuerdo a los datos que toman de allí. O a filmaciones en burdeles que poseían trabajando en la ex SIDE. Esta causa se archivó. Incluso un juicio por asociación ilícita al periodista Carlos Pagni, estrella de La Nación, un director de la ex SIDE y otros, hace OCHO años que está pendiente. ¿Se iniciará o son protegidos?
Hitler no estaba equivocado. Basta leer los diarios o mirar los canales hegemónicos. Entre aquellos Servicios importantes (la CIA, el MI5, el Deuxieme Bureau, etc.) hay pocos secretos. Tienen agentes propios y comprados en todos los países. Solanas afirma que aquí Stiuso era el hombre de la CIA. Como relata la novela de Graham Greene “Nuestro hombre en La Habana”, cada uno sabe quién es el otro y trabajan en conjunto. Parece que aquí la SIDE, el Mossad y la CIA (su embajador fue al entierro, deferencia no usual) colaboraban con el fiscal Nisman.
La ex SIDE (que intervino en muchos golpes de Estado, incluido el de 1976) ya no contará con atribuciones indefinidas en su nuevo nombre de Agencia Federal de Inteligencia (AFI), pues se suprime su derecho a intervenir en la seguridad interior, vigilando a partidos y ciudadanos.
Al negarse a debatir sobre su creación, los opositores demostraron su relación con directivos de la ex SIDE, como revelan hechos de ayer: el soborno –“no probado”, según la Justicia- con 5 millones de dólares de la ex SIDE a varios senadores con la “Banelco”, bajo el presidente De la Rúa, para aprobar una ley recortando derechos de los trabajadores, anulada por el escándalo. O presentes: la confesión de Solanas sobre la amistad de su ex socia E. Carrió con Stiuso, director de la ex SIDE.
Sorprendente es cómo guardan pocos secretos en su secreto mundo. Los mortales comunes los ignoramos. Creemos que a ellos les aplican las mismas leyes que a nosotros. No es así. Son casi reyes, como en nuestro Poder Judicial, que decidió no pagar Ganancias. Nadie puede tocarlos. Cada uno de ellos tiene su sombra: la ex SIDE era la sombra de la CIA, desde antes de que Perón, al retornar en 1973, la echara de su base secreta en Ezeiza. Bastó que él muriera para que los agentes volvieran a la esfera oficial. Aquí hacen fila para recibirse de cipayos.
Cuando alguien no le conviene a los Servicios, no puede estar mucho tiempo en este mundo. A menudo, su eliminación es un mensaje hacia otros, que saben cosas. Hubo muchos hechos resonantes en nuestro país, que jamás se aclararon. Algunos ridículos, caratulados suicidio; incluso uno “se colgó” con las manos atadas atrás y su boca cerrada con papeles. Si prefiere creer lo que lee en los medios hegemónicos, a la policía, fiscales y jueces, puede hacerlo. No cabe dudar de nada. Es inútil opinar si alguien se suicidó o lo mataron. Porque nunca se sabrá.
Es que, reiteramos, mientras no haya guerras y las alianzas (políticas, económicas) los hagan imprescindibles, cada uno de los Servicios es la sombra (el protector) de los otros. Cuando los Servicios mundiales detienen a alguien, es en secreto. Por lo tanto, esa gente dificilmente regresará a su casa. Para hacerlo, debe colaborar con ellos. ¿En qué? En la desinformación, el juego más antiguo del mundo: mantener a los que alguien considera enemigos, lejos de sus verdaderas intenciones. Por ejemplo imputar a los iraníes, sin pruebas, la voladura de la AMIA.
Eso hizo Nisman. Y le creían. Muchas personas salieron a la calle con el cartel “Yo soy Nisman”. Mentes confundidas. Que cerraron su boca cuando la revista “Noticias” publicó que, del enorme presupuesto que tuvo durante diez años, usó cero para avanzar su investigación, y se limitó a seguir las órdenes que le daba la Embajada (según cables de WIkileaks, hasta el vergonzoso extremo de hacerle corregir escritos y presentarlos allí antes que en Tribunales), mientras una parte de ese presupuesto la dedicaba a regalarle un auto a una dama de la noche. “Noticias” es poco creíble. ¿Será verdad lo que dice? ¿Es una víctima, o dilapidó recursos (que pagan todos) en lugar de investigar el delito?
Que cada conciencia lo decida por sí misma. Como cualquiera que vio cine sabe, una vez que un “arrepentido” habla, se lo sacan de encima. Pueden darle buen dinero; luego “el cambio de nombre y la protección” pasan al olvido. Que se arregle como pueda. Una gran promesa de los Servicios no vale nada. Salvo para quien aún puede hacerles daño. De no ser así, se desprenden de él. O hacen que otros lo hagan por ellos. A veces, no voluntariamente. Engañándolos. La regla es salvar la piel. O, escribimos en otra nota, matar a uno propio y fingir que lo hizo otro.
Para que mataran a Nisman o lo obligaran a suicidarse, algo grave ha pasado. Quizás intuyó que, declarando en el Congreso, todos sabrían que no investigó. Usó plata dos años en escuchas a quienes no debía. Pasaría un papelón, perdería su carrera. No lo toleraba. Recordemos que Gustavo Beliz debió dejar el país y la política, por exhibir hace 10 años la foto de Stiuso en la tele. Si Servicios están al lado de personas como nosotros, en un bar o en una reunión, les da placer saber que ignoramos quiénes son en realidad. Sienten que están por encima de los demás. Así han confesado los que escribieron libros sobre su vida.
Le guste o disguste a quien fuere, está claro que Nisman no investigó nada. La obsecuencia de la ex SIDE se sometió en forma colonial a la CIA y al Mossad en ambos atentados. El de la embajada israelí, que al principio vinieron a investigar agentes del Mossad y al que ahora nadie menciona, mientras la Corte Suprema menemista falló, demencial, que fue un autoatentado. Y el de la AMIA, cuyas autoridades le creyeron al Mossad sus falacias sobre la pista iraní y el castigo dado a terroristas invisibles: “Están todos muertos”, dijo el embajador israelí hace años.
Seguimos en un similar punto cero, sin chance de averiguar nada tras 20 años, salvo cierto encubrimiento interno, a menudo desviado por el menemismo. En suma, argentinos de origen judío que cooperaron con el Mossad (lo cual fue una traición) y menemistas que lo hicieron para lo que requería la CIA (otra traición). Un país sin dignidad que cedió la soberanía a Servicios extranjeros. Quítense la máscara, nacionalistas de cartón que juran ser argentinos: las 85 víctimas (algunas cristianas) jamás les importaron. Fueron, sí, hábiles para engañar a los familiares.
Pedirle a la Justicia la inconstitucionalidad del Memorando impidió un avance. ¿Y quién lo realizó? Nisman, apoyado por la ex SIDE; AMIA y DAIA que sólo representan al 20 % de la comunidad judía. Demasiado claro, para quien sepa leer. Aceptaron ser peones en las políticas y las guerras de Medio Oriente, cuyos intereses varían cada año. Arropado por su comunidad, Nisman se sabía impune. Hasta hoy, nadie le pidió a su equipo un recuento de gastos: en qué se esfumó su presupuesto de diez años. Cualquiera comprende que las alertas rojas caerán, no por deseo de la Presidenta, sino por ser ya insostenibles sin pruebas.
Gran Bretaña lo demostró al negar una extradición y ordenarnos pagar 25 mil libras. ¿Argentina fue el sitio de venganzas de otra región o un pase ritual de facturas a Menem? Sólo lo aclararía algún “arrepentido”. Abruma la paradoja cínica de TN y los opositores: “La Presidenta no le dio el pésame a la familia”. ¿Así que la virtual madre de 40 millones de argentinos debe consolar a los parientes de quien buscaba destituirla?
Unos se sirven de otros, es el juego. El negocio es tortuoso, retorcido. Cada uno se utiliza para descubrir a otro informante. Si alguien conoce quien es su enemigo, a veces es mejor no hacerle nada y mantenerlo en el juego. Es lo que decía Perón sobre López Rega: “Sé quién me lo mandó. Si lo echo, ignoro a quién enviarán”. De todos modos, una vez lo despidió, como expuso Víctor Laplace en su excelente film. Fue su mujer quien lo obligó a traerlo de vuelta. Un error que todos sufrimos.
El drama argentino es que los Servicios olvidaron la parte esencial de su trabajo: salvaguardar al país. La ex SIDE no detectó a ninguno de los agentes chilenos en la guerra de Malvinas. Al menos, que ayudara a los ingleses. Años más tarde, supimos que lo hacían. Como ambas dictaduras mataban gente sin reproches mutuos, se creían amigas. A Pinochet le dedicó Thatcher medalla y beso. Y lo protegió cuando iba a ser extraditado desde Inglaterra a España por asesino. A Chile nadie lo puede culpar. Razonó, tras aquella fallida guerra entre vecinos que impidió el Papa en 1978: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Y se alió a Inglaterra. Shakespeare lo previó. Dijo en Enrique V: “Cuando el estallido de la guerra retumba en nuestros oídos, el hombre imita las acciones del tigre”. Allí falló la ex SIDE. Pero vigilaba a los de aquí. Es uno de los motivos (neta inoperancia) de la decisión de la Presidenta.
Al margen del burdo intento de “golpe blando”, no creemos a Stiuso el único responsable de los actos contra la ley que la ex SIDE cometió en décadas. ¿Cómo justificaron los 5 millones de dólares de la “Banelco”? No están. Y pasaron presidentes. A ellos o a sus representantes, la ex SIDE debía rendir cuentas. Cuando surge algún desenfreno las clases poseedoras buscan chivos expiatorios y culpan a los subordinados. Es el régimen capitalista, con injusticias, el que engendra arbitrariedades (policiales, de la Justicia) y esto se trata de poner a salvo de la crítica.
El modelo es EE.UU. Al descubrirse actos ilegales del FBI, le echaron la culpa de ellos al ya fallecido director, J. Edgar Hoover, reflejándolo como un jefe secreto y omnipotente, que mantenía muy atemorizados inclusive a los gobernantes, dirigiendo ese lugar como un feudo propio y sin tolerar control alguno (pero obedecía las órdenes presidenciales).
En la prensa de EE.UU absolutizan adrede el poder de los organismos de Inteligencia y represivos, presentándolos como “Estados dentro del Estado”. Remarcan ese “poder invisible”, para absolver los crímenes del “gobierno visible”, del presidente y del Congreso. Así hizo Kennedy cuando señaló que la fracasada invasión a Cuba de 1961 la decidió la CIA antes de arribar él. Pero fue quien la ordenó. O aquí los militares, al llegar la democracia en 1984. Adjudicaron los miles de asesinatos y desapariciones a “excesos” de suboficiales a los que “no controlaban”. Como hoy se sabe, todo eso era falso. Siempre alguien, arriba, decide.
De la ex SIDE fue esencial el control interno a civiles. Existió ya desde 1930, la primera dictadura, y se acentuó en la última. Para entenderlo, medite lo que inventan en EE.UU contra los disidentes, el FBI y la CIA. Lo primero que realiza el FBI es utilizar provocadores y testigos falsos elegidos entre sus agentes o entre delincuentes comunes, a los que se libera y paga, tras rescindir los cargos en su contra. Y fabrica la causa.
Luego ejerce presión sobre jueces y jurados para declarar culpable a quien juzga. Eso sucedió con la culta y bella profesora negra Angela Davis en 1970. Por marxista, la expulsaron de su cátedra. Davis era un ícono mundial por su rebeldía contra cualquier injusticia. Tanto los Rolling Stones como John Lennon, compusieron temas en su honor.
Hubo un hecho de sangre en un juzgado. Se rebeló un chico negro de 17 años hermano de George, novio de Angela. Intentó ayudar a huir a dos acusados. La policía los mató a él, a los dos inculpados y al juez.
Davis, procesada como coautora sin estar presente, se ocultó para no ser torturada. Estaba en la lista de los diez primeros delincuentes del país. Era la tercera mujer en la historia. Sartre y otros intelectuales la defendieron. Fue detenida. Nixon felicitó por tele a J. Edgar Hoover, el Stiuso de allá. La gente aplaudía, la opinión pública odió a “esa negra”.
Pero las fuerzas democráticas (pues las hay) de EE.UU. y millones de personas en el planeta exigían la liberación de esta luchadora por los derechos humanos, a la que querían llevar a la silla eléctrica. No pudo ser condenada. Aunque el mecanismo de poder que sirve al capital y a monopolios empleó al sistema. Ella no ejerció por años. La hostigaban y perseguían órganos del poder ejecutivo y del judicial. También varias fuerzas federales y el resto de tantos eslabones represivos del Estado.
Acaudalados patrocinadores de las universidades, exigieron que las autoridades universitarias le dieran la espalda. Y en un suceso armado en prisión, guardias mataron a su novio negro, George Jackson. Novio inusual, a distancia, al que no pudo abrazar o dar un beso nunca. Esa relación (epistolar y pocas veces cara a cara) llegó por su admiración mutua. George Jackson fue olvidado. No por todos. Deben leerse aún las cartas de este joven luchador que se sabía destinado a morir, para captar su evolución desde la ignorancia hasta su idoneidad de analista social superdotado (lograda estudiando y desarrollándose entre golpes en la cárcel) y entender lo que representó históricamente. Por dolor y tristeza, Angela Davis sin perder dignidad fue cayendo en las sombras.
Esto es lo que buscan los Servicios. Destruir los cuerpos. O las almas. Sin embargo, Davis siguió siendo respetada por quienes conocían su tarea, recibió en 1979 el Premio Lenin de la Paz, estudió en Moscú, dejó el comunismo tras su caída, y estuvo en la Argentina en 1999.
Usualmente, los Servicios entablan su cruzada contra los movimientos democráticos y los disidentes internos de cada país. Se montan ciertas operaciones, y nunca se informa nada al público. Como hasta ahora la ex SIDE. Con la nueva AFI, ese tiempo de silencio no podrá superar a los 25 años. Es un logro. En EE.UU, los militares sostuvieron que una parte de la Declaración de Independencia (¡de Thomas Jefferson!) era “un documento subversivo”. Por ello, en los Servicios todo se caratula “secreto”, “confidencial”. Publicaron pocos documentos de la comisión Church del Senado para investigar la actividad de ambos organismos de inteligencia (FBI y CIA) en 1971. Los leyó escasa parte del pueblo.
De ser castigados, sería difícil obligar a la policía a disparar contra los negros en sus guetos, o a los militares a arrasar aldeas en Irak, como antes con napalm en Vietnam. Pero nadie pagó por tales crímenes. Al Teniente Calley, quien ordenó matar a 570 civiles en una aldea, My Lai (Vietnam), lo cual se supo por un soldado arrepentido, lo condenaron a perpetua. Hubo alegría en el mundo. Al día siguiente, Nixon lo indultó.
Convencen con films como “Conspiracy” (2008): una niña traslada una bomba en la espalda y explota con soldados yanquis; o “Francotirador” (2014, Clint Eastwood) candidata al Oscar para justificar 250 crímenes de iraquíes con mira telescópica de un tal Kyle. No se arrepiente y dice en su autobiografía que debió matar más. Pero nadie pregunta por qué EE.UU está en Irak desde hace más de una década. ¿Tiene derecho a ello? Leamos al presidente Lyndon Johnson: “Jamás hemos cerrado la boca a los que no estaban de acuerdo”. En su presidencia (1968) fue asesinado Martin Luther King, el líder religioso negro, y se sospecha de su autoría por el FBI. Señaló otro presidente, Richard Nixon: “Que haya en América orden, pero que no asfixie la disidencia ni se oponga a los cambios”. Y debió renunciar por ordenar espiar a opositores en Watergate. Los actos de los estadistas –según Lenin- “desenmascaran sin miramiento las engañosas y grandilocuentes frases”. No olvidarlo.
La CIA se esconde detrás de un programa de “seguridad social”. Está aplicado a reprimir los movimientos progresistas y las acciones de la protesta social: desde América latina hasta Egipto, Tailandia, Filipinas y Vietnam del Sur, donde construyó cárceles y financió a los servicios parapoliciales secretos. En 1975, esa Agencia de Seguridad Social ya había instruido en la Academia de policía de Washington y otros sitios a más de 10 mil oficiales de policía de otros países. Enseñó a torturar.
No es necesario recordar aquí la incidencia del Pentágono y la CIA en los golpes de Estado en Latinoamérica y su fiel apoyo a los regímenes dictatoriales más impopulares y reaccionarios. Han ayudado a sofocar policial o militarmente la disidencia, con la Escuela de las Américas y sus lecciones sobre torturas. Pero mucho antes (en 1954) empezaron a equipar a fuerzas policiales de países aliados, y en ocho años (1962) habían instruido a unidades coercitivas de 39 países. Como el nuestro.
Su otro sistema es la calumnia en los medios, los insultos, el engaño de la opinión pública, el bloqueo económico (lo sufrió Cuba 55 años), la organización de la inflación (ahora en Venezuela) y luego el caos, el soborno, pisotear la soberanía de los Estados (hoy con fondos buitre), o instrumentar asesinatos para adjudicarle la culpa al propio gobierno.
Con la nueva Agencia, el gobierno puede alcanzar un hito importante.
La información es vital para poder pensar. Actualmente, el país es un esclavo de la información poco confiable de medios hegemónicos del exterior: publican falacias reiterando las que escriben grupos locales. Por creerles al New Yok Times y al Washignton Post, nada veraces, escribieron tuits erróneos Mía Farrow y M. Navratilova. Es lamentable.
Estamos hambrientos de noticias honestas, sin presunción doctrinaria de “independencia” para el capitalismo salvaje. Hay un brazo ejecutor mediático de empresas ancladas en el pasado, que amparan un deseo de mayores ganancias y de menor distribución de la riqueza. Procuran obviar toda regulación en 2016 y conseguir expandirse, amparando al establishment contra los cambios “radicales”. Bajo el influjo de la CIA, esbozan para países (Venezuela y Argentina tendrán elecciones en el 2015) un plan de caos económico y escasez de alimentos que lleve a protestas sociales. Hay que cerrar filas ante actos desestabilizadores.
Pues para la derecha argentina (abarca casi íntegra a la oposición) el kirchnerismo es un gobierno de izquierda. No es verídico. Si bien nació del peronismo y busca ampliarlo actúa en el mundo globalizado, plural, dentro del capitalismo. Lo certifican los convenios con China. De lograr la financiación de 19 mil millones de dólares para desarrollar proyectos de infraestructura, que ha propuesto la Argentina a China, nuestro país daría un salto gigante y mejoraría la vida de las futuras generaciones.
Pero si la gente vota en 2015 para el Congreso (es usual en el país) a representantes de las clases superiores (empresarios, terratenientes y sus servidores) votará contra sus propios intereses, y sin entenderlo a favor de su sumisión a políticas que le hurtarán derechos, y libertades.
Ahora, si usted es un fascista irredento o un progre de salón, de esos señores de la izquierda “académica” que ni siquiera gobiernan en su casa y nada les viene bien, vote a los que en la tele le aseguran que “no nos caeremos del mundo como ahora”. O a la señora que le habla de la salud de la República siempre bien tostada y divulga su estreñido cipayismo jurando que emplearía a la CIA. Así se garantizará un futuro de mierda para usted y sus hijos, y de lujo para ella en Punta del Este.
Intuimos que al que odia al gobierno, lo que relatamos aquí le resbala. No ha leído ni leerá el Quijote. Pero en el film donde el gran Cantinflas (ese cómico inusual que siendo millonario nunca olvidó sus raíces, al revés de tantos periodistas y actores de nuestra tele) da vida a Sancho Panza (“Don Quijote cabalga de nuevo”, 1967), sus inventadas citas y las que enuncia el Quijote interpretado por F. Fernán Gómez parecen todavía actuales: “Los ricos se quedan con el hervor de la comida y los pobres con el olor”. O “en lugar de ganarse el pan con el sudor de su frente, lo hacen con el sudor del de enfrente”. Otra la sugerimos a los feroces opositores: “No encuentran al pueblo porque nunca lo buscan”.
Ignoran a un visionario, Bolívar: “Los EE.UU parecen predestinados a plagar de miserias a las Américas en nombre de la libertad”. Lo hacen.