No importa el nombre sino el contenido
Quiero recordarles a algunos compañeros que el mundo no lo inventó Perón, y que así como Perón no bajó de un plato volador, la gente con la que formó su espacio político tampoco había caído del cielo. Y digo espacio político y no movimiento o partido (después del laborismo, primero fue el PURN y luego directamente el Partido Peronista) porque hubiera sido imposible que tipos como José Luis Torres, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Homero Manzi, Jorge Del Río, Amable Gutiérrez Diez, Manuel Ortiz Pereyra, Manuel Ugarte, Arturo Sampay, José María Rosa o Ernesto Palacios (sin mencionar a innumerables sindicalistas y militares) se consideraran a sí mismos peronistas. Formaban parte del espacio, adherían y apoyaron a Perón (aun con muchas críticas) y hasta fueron los primeros en la mala en salir a defender sus logros, pero su identidad era otra, previa al surgimiento de un peronismo que tomó las principales banderas del nacionalismo popular, del socialismo y del anarquismo, pero sobre todo del yrigoyenismo, que no sólo creó YPF sino que también impulsó por primera vez los convenios colectivos que permitieron el surgimiento de los primeros sindicatos por rama de actividad, empezando por la Confederación Ferroviaria (Fraternidad y Unión Ferroviaria).
"Nosotros no somos ni oficialistas ni opositores -dijo Manzi en 1948-, somos revolucionarios. Y apoyamos a Perón en tanto siga siendo el continuador de la obra inconclusa de Hipólito Yrigoyen".
Hombre sensible, talentoso y delicado, Manzi fue uno de los grandes poetas argentinos, lo que no le impidió también decir, por ejemplo, "Nos quieren hacer creer que hay una cosa intocable en la economía: el gran capital… Nos quieren convencer de que el ferrocarril apenas da ganancias a sus accionistas. Hay que crear mentalidades opuestas y nacionales que frente a esa lamentación digan sencillamente esto: ¡¡¡QUE SE VAYAN A LA PUTA QUE LOS PARIÓ ESOS ACCIONISTAS!!!" (las mayúsculas son suyas).
Pero Manzi (que había integrado en 1946 la Unión Democrática en apoyo a la candidatura de diputado de su amigo, el cofundador de FORJA Luis Dellepiane, de lo que solemos olvidarnos) nunca fue ni pudo haber sido peronista, de la misma manera que, salvando las distancias, es obvio que la gente de edad y formación similar a la mía seguirá siendo peronista y sólo ante instancias de blanco o negro se declararía kirchnerista. Es un asunto cultural, más que político, porque si lo consideráramos más político que cultural estaríamos (como muchos compañeros lamentablemente lo están) al borde de una trampa.
Hay que recordarles a mis coetáneos y a jóvenes que gustan pensarse custodios de una ortodoxia inconducente y "más papistas que el Papa" que el 52% de los argentinos tiene menos de 39 años, y que para la inmensa mayoría de ellos el peronismo puede ser sinónimo de Menem, de Duhalde o, en el mejor de los casos, y en especial luego del 2008, de Kirchner. La trampa de que hablo es lo que en el radicalismo se llamó“alvearización: el adecentamiento, la domesticación del radicalismo para servir de coartada a un contubernio oligárquico conformado por los "socialistas independientes", los conservadores y los radicales antipersonalistas. Vale decir, los que ya antes de 1916 se habían opuesto al liderazgo de Yrigoyen. Es curioso cómo esa línea o tendencia fue previa (los lomonegros federales, por ejemplo) y posterior (los neoperonistas o "peronistas con pantalones largos", los antiverticalistas que colaboraron con el golpe del 76 como Luis Rubeo o Julio Bárbaro, o los democráticos que en estos años“se rebelaron”contra las decisiones“"autoritarias" de Cristina).
Luego de tres revoluciones fracasadas y de la muerte de Yrigoyen, la línea dura o yrigoyenista se fue diluyendo, en parte porque los forjistas decidieron abrirse de la estructura partidaria, y en parte porque luego del levantamiento de la abstención, de a poquito, al calor de los cargos, concejalías, diputaciones y hasta perspectivas de gobernaciones, el grueso de los yrigoyenistas fueron entrando por el aro, subordinándose a la estrategia, concepción y aspiraciones de Alvear. Hasta tal punto que el antipersonalismo (que se había apartado de la UCR 40 años antes, que se opuso sistemáticamente a Yrigoyen y que fue la base de poder de Agustín P. Justo) terminó volviendo”a la UCR: la fórmula Tamborini-Mosca fue integrada por un ex ministro de Alvear y un connotado antipersonalista.
El yrigoyenismo que seguía vivo dentro de la UCR, especialmente en la juventud, en 1945 se reunió en un congreso en Avellaneda, dio a conocer un documento (la "Declaración de Avellaneda") muy coincidente con lo que poco después llevaría a la práctica Perón y pronto terminó ganando la conducción de la UCR. Pero ya era tarde: ese espacio había sido ocupado por Perón, y la intransigencia radical (Moisés Lebenshon, Ricardo Balbín, Arturo Frondizi, Crisólogo Larralde, etc.) terminó jugando invariablemente para la derecha (como Pino Solanas y la querida Alcira Argumedo con el "Grupo A"). O como durante el yigoyenismo, cuando le hicieron dos formaciones populares que estaban a la izquierda de Don Hipólito (el lencinismo y el cantonismo liderados hasta su asesinato por el mendocino Carlos Washington Lencinas y el sanjuanino Federico Cantoni, respectivamente) pero apoyaron el golpe de 1930.
La enseñanza que puede extraerse es que por más reservorios y resistencias que sigan existiendo dentro, puede llegar el momento en que un partido nacional y popular (un movimiento, diría Yrigoyen) pierda su naturaleza revolucionaria y pase a jugar como coartada del régimen oligárquico. Esa era la instancia ante la que se encontraba el peronismo en el 2003, cuando apareció Néstor Kirchner. Y esa es la instancia a la que nos volvemos a enfrentar ahora, en mucho mayor medida luego de la intervención surrealista al Partido Justicialista, que quiere promover una interna entre los sectores no kirchneristas con el propósito de que Cambiemos vuelva a ganar en el 2019, a partir de lo cual esperan engrosar ese sector en base a los prófugos del sector hoy afín a Cristina, lo que no será difícil mediando cargos y canonjías varias.
Ya hace un año que lo dijo el deslenguado diputado Nicolás Massot con todas las letras. Sin que cambiara un ápice el perenne argumento de los nuestros: que si uno no ocupa espacios de poder legislativo o ejecutivo, no puede hacer nada.
Volvemos a estar ante las puertas de una posible alvearización del peronismo. Si finalmente se consuma, los peronistas lo seremos sólo en forma literaria o folclórica, como en 1950 seguía siendo yrigoyenista Manzi. Y el que lo siga siendo en serio, políticamente, en el mejor de los casos acabará como Frondizi.
Pero ante cada defección, surge una nueva forma de continuidad revolucionaria, reivindicando la tradición de la identidad anterior, ya con otra identidad, características, nombre y líderes.
En síntesis, que hay que dejarse de joder con criticar a quienes se dicen kirchneristas y no peronistas. En primer lugar, hay jóvenes para quienes esa es la identidad real. ¿Y quién les dice que no será esa o alguna parecida la identidad revolucionaria del futuro?