Maquillajes y sanguchitos: preguntas para María Julia Oliván
Días atrás, la ex conductora de 678, María Julia Oliván, actual panelista de Intratables y La Cornisa, dos sendos programas independientes, realizó una serie de afirmaciones a las que quisiera referirme en tanto algunas de ellas resultan falsas y otras dejan al descubierto el presupuesto que se repite como mantra desde las usinas más representativas del antikirchnerismo y que interpreta como parte de un relato ficcional todo aquello que rodea al actual gobierno.
Oliván se refirió a lo sucedido en el programa 678 el día de la muerte de Néstor Kirchner. Allí fueron invitadas unas 70 personas entre políticos, dirigentes de organizaciones no gubernamentales, periodistas, intelectuales, académicos y artistas que habían participado alguna vez del ciclo que para ese momento transitaba su segunda temporada al aire. Quien escribe estas líneas fue uno de los invitados que tuvo la posibilidad de brindar su sensación ante la abrupta noticia de la muerte del expresidente, y no recuerda un fenómeno similar de aplauso y llanto desconsolado en Televisión, menos aún si el aplaudido y llorado es un político.
Oliván, quien también asistió como invitada, confesó días atrás que en un primer momento pensó que la invitación hacia su persona obedecía a que cuando Néstor Kirchner había visitado 678 ella todavía era la conductora, es decir, no había tomado la decisión de buscar trabajo en programas en los que se siente ideológicamente más cómoda. Sin embargo, un golpe narcisístico le aguardaba: era una, y no la más importante, claro, entre 70 personas. Quizás por ello, tres años y medio después de ese hecho, Oliván se despachó afirmando que, al llegar al estudio, los invitados estaban muy cómodos comiendo sanguchitos y que apenas se encendió la cámara realizaron la puesta en escena de poner cara de compungidos y llorar al mejor estilo de telenovela mexicana. Seguidamente, Oliván, quien indicó que la previa sangucheril le había resultado ofensiva, confesó la no menos ofensiva acción de haberse dirigido a la sala de maquillaje algo que, doy fe, no hizo el 90% de los invitados. Para suerte de las dos pobres maquilladoras del canal, la razón fue sencilla: la mayoría venía de la Plaza de Mayo y ese día les interesaba un carajo que se les notaran las ojeras y las imperfecciones en TV. No fue, parece, el caso de María Julia.
A mí no me consta la escena de los sanguchitos pero no tengo por qué dudar de la palabra de Oliván especialmente cuando se trata de semejante nimiedad. Pero la ex panelista del independiente Jorge Lanata, actual conductora de un programa en el independiente INFOBAE TV, deslizó una acusación profundamente dolorosa para los que estuvimos presentes ese día. Me refiero a la afirmación de que todos los allí convocados, salvo ella, tenían algún tipo de contrato con el gobierno. Tal afirmación es mentira pues, efectivamente, muchos de los allí presentes trabajaban en el sistema de medios públicos y otros tantos eran funcionarios. Pero otra importante cantidad no teníamos ningún vínculo contractual. Con todo, tal distinción entre “contratados” y “no contratados” resulta irrelevante pues podríamos preguntarle a María Julia Oliván: ¿qué es lo que te permite creer que la única capaz de tener convicciones sinceras sin exigir nada a cambio sos vos? ¿Acaso no pudiste mantener tu independencia y tus convicciones cuando fuiste contratada por una productora que te puso como conductora de un programa en el canal público? Si no pudiste ¿quiere decir que dejaste tus convicciones, por dinero, en la puerta del canal? Y si pudiste, cosa que estoy seguro que es así porque te mantenés igualmente independiente en programas y canales que son abiertamente antikirchneristas y que hacen campaña por alguno de los precandidatos opositores, ¿por qué no te permitís pensar que otros también pueden lograrlo?
Para finalizar, ¿no es más fácil tratar de rebatir políticamente las posiciones que tiene el adversario antes de tildarlo de esconderse en una mascarada, en una ficción? ¿No es más simple concederles a los que defienden al gobierno que no lo hacen por venalidad sino que, quizás, simplemente, están equivocados? Lo digo de otra manera, ¿no hay ciudadanos que pueden estar convencidos de que las políticas del gobierno son las correctas aun cuando puedan no serlo? Supongo que sí, del mismo modo que hay un montón de ciudadanos que están convencidos de que las políticas del gobierno son incorrectas y no creo que estén contratados por alguien o lo hagan a cambio de algo. ¿No te parece María Julia? Partiendo de la base de que el otro puede estar tan convencido de una idea opuesta a la tuya es que vas a poder discutir política sin la invalidación moralizante que supone caracterizar al adversario de corrupto. Se trata del respeto hacia el otro y de la enorme posibilidad de dejar de pensar en maquillajes y sanguchitos.