¿Cuál es la historia detrás de la historia que relatan ciertos medios? Al leer u oír las falacias ortodoxas sobre la emisión populista como causa de inflación, recordamos que para Keynes emitir moneda para mejorar ingresos y consumos era bueno. Los poderes fácticos buscan un final caótico de CFK para aplicar su plan regresivo. Usualmente la gente no comprende quién le roba. Su cerebro lo formatearon para la libertad de mercado y los medios la confunden. Al país lo agreden los formadores de precios. Y la fuga de capitales. Los agoreros presagian una futura hiperinflación, porque desearían realizar una maxidevaluación para licuar sus deudas en dólares, como en 2002. Promueven un plan que baje empleos, salario real, gasto público social. No incluyen a grandes mayorías, las ven como variable de ajuste a costa de su infraconsumo. Un reciente documento radical promete a la Mesa de Enlace “eliminar las retenciones”. Si ocurre, anularán planes y se reducirá la demanda. El país será el de Menem: un almacén sureño del mundo, sin industria.

Hace 35 años comenzó la política mundial de nula regulación a las empresas. Y para este gobierno, el único que la ha enfrentado, no fue gratuito lograr la mayor quita histórica de la deuda, rechazar el control del FMI, aumentar retenciones agrarias o aplicar la Ley de Medios. En la 63ª Asamblea de ONU, harta de que rotulen como culpables a los países emergentes, la Presidenta tituló Efecto Jazz a la crisis de 2008, porque se originó en el centro del poder. Millones de seres excluidos debido al fatal trípode entre políticos, bancos y calificadoras de riesgo.

En España llaman Generación Cero a los menores de 25 años, pues nunca tuvieron empleo. Seis millones en la calle. Muchos están muy bien educados, como quienes aquí anhelan que se vaya Cristina. La siguiente generación (25 a 45) es la que protestó el 15-M. Un deudor debe pagar la hipoteca aunque devuelva su casa. Y no tenga empleo.

¿Cómo nació el tsunami en USA y la Eurozona? Lo inventó un grupo.

Desde los años ´80 USA originó crisis económicas. Cada una produjo más daño que la previa. En 1972 la financiera Morgan Stanley tenía 110 empleados y 12 millones de dólares de capital; ahora tiene 50.000 empleados y miles de millones. Lo logró con el dinero de sus incautos inversores. En 30 años la ganancia bancaria subió el 140%. Thatcher en Inglaterra en 1979 y el presidente Reagan en USA en 1981 son los primeros culpables. Reagan inició la desregulación financiera y toleró inversiones dudosas con los depósitos. Estaba prohibido desde 1931. En 1990 cientos de compañías quebraron. Eso costó 124.000 millones y a la gente (como luego aquí) los ahorros de una vida. El mayor robo bancario de la historia. La política la corrompen lobistas. Aquí sobran.

Miles de ejecutivos fueron a la cárcel por saquear sus propios bancos. ¿Y aquí? No. Alan Greenspan, asesor del banquero Charles Keating, dijo que no era peligroso que invirtiese depósitos, pero luego Keating fue a prisión. Sin embargo, Reagan premió a Greenspan. Lo nombró director de la Reserva Federal (FED): el hombre económicamente más influyente del mundo. Adalid de la apertura de mercados, retuvo ese corporativo cargo con otros dos seres inocentes, Clinton y Bush hijo.

En Argentina, la crisis en octubre de 2002 (7 meses antes de asumir Néstor Kirchner) era muy alarmante: 57,5 % de pobreza y 27,5 % de indigencia. Es un acertijo entender cómo la gente lo olvidó y en 2008 los medios la persuadieron para salir con cacerolazos a defender a ricos propietarios agrarios. ¿Y en USA? La deuda personal en 1980 era de 17 mil dólares; trepó a 45.000 para financiar casa, medicina y educación. Toda la clase media perdió terreno entre 1980 y 2007. Por primera vez en USA tiene menos prosperidad que sus viejos padres.

Aunque la quiebra de una gran firma amenazaría el sistema, en 1998 el siguiente culpable (el presidente Bill Clinton) las ayudó a crecer y en 1999 se dictó la “Ley de Alivio” para fusionar Citicorp y Travelers y crear Citigroup. La dictaron por el lobby del Secretario del Tesoro de Clinton, Robert Rubín, luego vicepresidente de Citigroup, donde ganó (pura casualidad) 126 millones de dólares. El Congreso silenció que esa fusión violó la Ley Glass-Steagall (1934), nacida en la Depresión.

La ley prohibía a los bancos con depósitos participar como bancos de inversión similares a las AFJP. ¿Qué habría pasado en Argentina si el Estado no terminaba con las AFJP? Los jubilados (actuales y futuros) estarían como en USA: sin nada, porque las AFJP perdían capital al comprar bonos basuras de grupos como Clarín, que bajaron el 80%. Y cobraban el 40 % de comisión, un 700% más que en Chile. En su caja dejaron sólo 25.800 millones de dólares. Ahora el Estado sumó 79,2 % más en dólares. Pero hay idiotas que se quejan. Añoran que les roben.

Una primera crisis en 2001 arribó por el estallido de la nueva burbuja, Internet, e hizo perder a los inversores cinco mil millones de dólares. El gobernador de Nueva York Eliot Spitzer reveló que no había ningún control y la banca promovía a compañías que sabía fracasarían. No se lo perdonaron. Acusado de mal desempeño (como Boudou, a quien la banca odia por quitarle las AFJP) Spitzer renunció en 2008 porque iba con prostitutas. ¿La vida secreta de un político importa? Depende de quién molesta a quién. Aquí con la tragedia de Cromañon echaron al alcalde Ibarra. Pero las escuchas ilegales del Pro no inquietan a nadie.

Llegó la crisis de 2008, el arma de destrucción masiva de ahorros. Se aconsejaba apostar (en mercados a futuro) a cualquier cosa: precio del petróleo, oro, clima. En 1998 una jefa de Clinton quiso regularlos y la frenaron en su oficina 13 banqueros y el Secretario del Tesoro de Clinton, Larry Summers, ganador de 20 millones (oh casualidad) como asesor de un fondo con “futuros”. La banca exigió una legislación que no regulara “actos negociados en privado por profesionales”. Avalado por Clinton, el Congreso desechó controles. El imperio neocolonialista se nutre, como aquí, de políticos y economistas de tres por cinco. Ese mercado de la Bolsa de Futuros de EE.UU. creció hasta llegar en 2001 a 50 billones. Asumió ese año George Bush y siguió creciendo. Diez años después, con el presidente Obama (último culpable) era enorme.

Las vías subterráneas del poder necesitan crédulos que siguen en la edad de la inocencia y les creen a los medios dominantes. Deberían regalarles chupetes. Gracias a su Dios, el Dinero, Bush salvó en 2002 a diez bancos de inversión, entre ellos Deutsche Bank, J.P. Morgan, Merryl Lynch y Goldman Sachs. Pactaron cambios. En el documental “Inside Job” (Oscar 2011) afirman que el Estado continuó ausente: un banco compró a burócratas, otro lavó dinero del patriótico Pinochet y el Credit Suisse pagó 536 millones de multa por lavar plata iraní para el programa nuclear. ¿Será cierto? Porque los presuntuosos activistas del castigo a los pobres y jamás al guante blanco juran aquí, cuando llega un exhorto de Suiza, que los bancos suizos orinan agua bendita.

Así sea.