En verano nunca pasa nada
Hay –todavía- mucho pavote que repite ese slogan, además de falaz ideológicamente intencionado, de que “en el verano nunca pasa nada”. Una especie de mantra al revés que, lejos de colocarnos en estado de OM, permite que cualquier acontecimiento nos sobresalte, justamente porque con anterioridad nos colocó en estado de indefensión y nos dejó desprevenidos.
No me acuerdo bien por qué, pero sí tengo presente la insistencia del todo terreno Aníbal Fernández cuando trabajábamos en sus libros de las Zonceras argentinas, para que incluyésemos como bobada reiterada eso de que entre diciembre y marzo la política se pone en estado OFF. Premonitorio, él propuso una hipótesis de las motivaciones –eminentemente políticas, aunque se hagan los zonzos- escondidas detrás de este intento de hacer de cuenta que la política se apaga cuando hace mucho, pero mucho calor:
“Dicen que la política descansa… que cierra todos los años a mediados de diciembre y vuelve en marzo. Incluso hay quienes sostienen que lo más relevante que ocurre en enero y febrero son las partidas de truco que jugamos con el Negro José María Díaz Bancalari en el balneario Ola la de Villa Gesell”, bromea en el tomo II el oficialista de la lengua más filosa.
“Es mi deber de ciudadano y funcionario –continúa el más redondo de los kirchneristas- tratar de sacarlos de ese error: esta zoncera se ha extendido sólo con la mala intención de hacernos quedar a todos como vagos. Es decir, es la versión veraniega de otra sobre que los legisladores “no sesionan”, “no presentan proyectos”, “no aprueban leyes”, “gastan demasiado””. Todos lugares comunes que se utilizan para atacar la vida parlamentaria, base y expresión acabada del estado de derecho (…). Sobran los ejemplos para demostrar la presencia del gen golpista en la zoncera que embiste contra diputados y senadores”.
Y como si no alcanzara con el razonamiento, el senador brinda un listado –contundente por lo que esos hechos implicaron- de acontecimientos ocurridos bajo el sol abrazador de los veranos argentinos, a los cuales cualquier memoria más o menos fecunda le puede agregar otros tantos.
Fue en verano, un 24 de febrero de 1946 que Perón y Quijano ganaban las elecciones; la primera presidencia de Juan Perón se inició también en verano. Y fue un 27 de febrero que Eva Perón pronunció su primer discurso destinado a las mujeres que habían apoyado la candidatura de su compañero.
Fue un 24 de diciembre, pero de 1986, que se promulgó la Ley de Punto Final; fue en el enero de 1989 que quedamos atravesados con el copamiento al cuartel de La Tablada. Fue en algún verano de los noventa que el peladito de ojos celestes saltones hizo uno de sus eneros. Y fue en diciembre de 1989 que se firmaron los decretos por los cuales Artear SA tomaría posesión de LS 85 TV Canal 13 y Telefé SA de LS 84 TV Canal 11.
Qué decir del caluroso inicio de la temporada 2001/2002 y cómo no recordar que fue en enero de 2006 que Argentina le envió los 9500 millones al FMI para poder mandarlos a… que nos dejaran de endeudar.
Más cerca en el tiempo, el culebrón Martín Redrado y lo que casi termina en tragedia con la Fragata Libertad en el centro de la escena -pero que a fuerza de cintura política finalizó como película épica- también sucedieron en enero. Y fue en verano, cuando se nos congeló la sangre con la catástrofe del Sarmiento.
Y éste. Éste enero de mosquitos, humedad sin tregua y esa lluvia de hartazgo soportada cual si fuésemos androides de una versión telúrica de Blade Runner, tuvo al dólar, pero sobre todo a los jugadores de este póker con moneda gringa, en el centro de escena. Y casi, casi, que tambalea toda la estantería.
Calcadita la operación de otros veranitos, sólo que con Jefe de Estado (Jefa, en esta ocasión) con más espalda política y Banco Central con un poquito más de mangos que en otros calorcitos, cuyo blanco a tumbar fue un radical.
Hay en la web, y ha circulado durante estos días -sobre todo entre radicales no prendidos en el juego de la especulación y con bastante más memoria que quienes hoy ocupan cargos institucionales en la UCR- un pequeño, mínimo corto, de apenas un minuto 16 segundos en el cual se oye a un locutor y luego al propio Alfonsín rememorar con calma y precisión de qué se trató eso que mientras ocurría nadie –o muy pocos- pudieron otorgarle la definición acabada y explicativa de Golpe de Mercado.
Dice la voz en off: “En febrero de 1989 se produjo un verdadero golpe de mercado cuando los principales grupos económicos retiraron sus depósitos de los bancos, retuvieron las divisas producidas por las exportaciones y demoraron el pago de impuestos”.
Y un Alfonsín –con su, para los periodistas, conocidísima biblioteca de volúmenes de derecho de fondo, un ícono de su departamento de Avenida Santa Fe- en son de balance agrega, nada más y nada menos, que esto: “Di Tella dijo que el dólar tenía que estar recontra alto. Cavallo quería que saliéramos escupiendo sangre del gobierno. Hubo otro que dijo que no había que pagar impuestos. Había que emitir y la emisión genera inflación.
“Hubo grupos exportadores que se sentaron sobre las divisas y otros se sentaron sobre sus bienes. No vendieron sus cosechas, su hacienda. Debía haber motivaciones políticas. Desgraciadamente en nuestro sistema durante mucho tiempo se ha supuesto que para llegar al poder el gobierno tiene que fracasar. Esto es un desastre porque el que fracasa es el pueblo, la Argentina. Es la Nación”.
No hay que ser el ganador del concurso de los perspicaces para ya haber notado las similitudes de acentuación de temas, de instalación de climas y de presión para dirigir la atención y preocupación general en un solo sentido. Pero estas últimas palabras del extracto que menciono del análisis de Alfonsín me llevó de la mano –y de los pelos por si el calor y los mosquitos no querían que pensara con claridad- a dos frases de la Presidenta en una de sus últimas apariciones públicas; esa del 12 de febrero que a varios (hay que reconocerlo) nos devolvió algo de la calma que el berretín del enero dolarizado nos había robado.
“Durante mucho tiempo se ha supuesto que para llegar al poder el gobierno tiene que fracasar. Esto es un desastre porque el que fracasa es el pueblo, la Argentina. Es la Nación”, había dicho el líder radical. "Hacer volar al gobierno es hacer volar a la Argentina"; “Cada vez que volaron a un Gobierno, hicieron volar a su pueblo, sus esperanzas", afirmó la Presidenta. ¿Lo habrá escuchado? ¿Se lo robó? ¿Lo plagió? No me suena. Lo descarto. Más bien, apuesto a que cuando las circunstancias históricas, los actores y las acciones se parecen demasiado, un líder que esté a la altura de la mirada política que un Presidente necesita tener, si quiere ser honesto, no va a hacer otra cosa que abrir esa verdad. Esa que a veces se oye en el instante en que se pronuncia y que otras –para desgracia de toda la Historia, de todo un pueblo y de la Patria completa- se la comprende masivamente recién cuando la herida es demasiado profunda como para evitar que de un plumazo nos lleven puestos a todos.
Encima había hablado Bein. Porque eso sí. Si algo pudieron hacer los economistas top durante el enfermo enero del dólar fue hablar. Hablaron los liberales, los desarrollistas, los mercaderes de la mentira con título de economista, los Chicago boys, los neoliberales, los ex funcionarios que hundieron todo, los reyes de la hiperinflación y hasta Cavallo. Y Miguel Bein. Y le agradecemos. Como lo hizo la Presidenta. Y le decimos que un cachín tarde. Pero, al menos, habló.
¿Y qué dijo? Ah, claro. Algo así:
“Los mercados venían muy envalentonados con la idea de que iban a vaciar de reservas al Banco Central y que iban a hacer volar al Gobierno por los aires. Pero ya se alejaron los peores fantasmas”. Sobre el calvo de los ojos saltones, Bein también habló: “pronosticó un dólar a 40 pesos para el año que viene, con lo que el Mingo intentó una desestabilización increíble con visiones apocalípticas que no resisten ningún análisis”. Así dijo. Derechito y sin tecnicismos. Criollo speaking. Clarito hasta para Doña Rosa; si es que quería escuchar.
La Presidenta agradeció a Bein por “su gran aporte a la comprensión, a la racionalidad” frente “al manejo no sólo de los mercados, sino de los grandes medios de comunicación que hacían el juego a Cavallo y a todo este intento en el que no solamente los mercados financieros intentaron desestabilizar, que no desestabilizaron, sino que fueron acompañados en ese intento, alegremente, por algunos medios hegemónicos de comunicación que hace tiempo que me quieren ver volar por los aires”.
¡Ah! ¿Y quién es Bein? Un economista, que posee una consultora. Radical para más datos, ex funcionario de gobiernos también radicales para detalle mayor. Un hombre escuchado por TN, aunque no mucho en los últimos días. Se ve que las acciones, las de Bein, digo, están en baja en el grupo después o de la adecuación o de cómo de un sopapo Bein adecuó a los especuladores.
Bein no es K. No es más bueno ahora que antes. No se ha vuelto un patriota sanmartiano, ni va para portada de próximo billete. Sólo que habló. Como no suelen hacerlo los economistas renombrados. Es decir, mostrando las barajas del juego que ellos practican y que más les gusta.
Mercados envalentonados y clima de desestabilización. Suena tanto que en Argentina es ya casi memoria emotiva. En el cuerpo, en la piel uno ya siente por dónde vienen y hacia dónde van; si nadie los frena a tiempo. Y es la política la que puede. Siempre es ella. Es esa a la que en verano acusan de estar de vacaciones para neutralizarla y ser sólo ellos -los causantes, los victoriosos de toda crisis, los que saben hacer volar a todos por los aires para que les caiga del cielo lo que nunca ganaron de modo limpio- quienes hagan política en ese juego ya remanido de hacer de cuenta que no.
El bombardeo fue letal, agotador, extenuante:
“Imparables, suben el dólar oficial y el blue tras los anuncios del gobierno”; “Capitanich niega y el blue rozó los $12”; “El 75% piensa que la economía marcha mal”; “El dólar blue trepó a 11,25 y las reservas en el nivel más bajo en 7 años”; “El blue se disparó y crea más presión sobre el BCRA y los precios”; “Las reservas ya perforaron el nivel más bajo desde 2006”; “El blue saltó a 11,55 y el gobierno sale a dar señales para bajar la incertidumbre”; “Por la inflación cae el poder del salario hasta 20%”; “Más devaluación: el dólar sube 3% en un día”; “Aceleran la devaluación: el dólar llega a 8 pesos”; “Volvió a temblar la city, con la mayor devaluación desde la convertibilidad”, fueron estos algunos de los títulos del verano que eligieron los influentes y jugadores premium como Clarín, El Cronista y La Nación.
Otros más modestos, pero igual de furibundos, anduvieron por andariveles similares. El diario Hoy de La Plata, esa cloaca que se hermana más que nunca con las heces del periodismo venezolano; el rionegrino diario que va buscando oportunidades desde hace décadas para ver dónde cae mejor parado o las repetidoras provinciales del ombligo oligopólico porteño no se anduvieron con chiquitas: pegaron duro y donde duele. “La paranoia K”; “Krisis” (con K); “Estalló la economía”; “Economía: situación de extremo riesgo;” “El termómetro de la economía al rojo vivo”; “Cristina aplica la más fuerte devaluación en 12 años”; “Pagarán $600 a jóvenes que no estudian ni trabajan”; “Día de furia, el dólar saltó y las reservas caen”; “Empresarios y economistas piden un plan estabilizador”. Así hicieron. Y después hay distraídos que no quieren creer lo que uno les muestra que se publica en Caracas.
Y hasta pasó desapercibido un curiosísimo título de Ámbito Financiero que, de no haber habido inconvenientes reales hubiese sido el hazme reír de la filosofía y de la física: “Para mantener el oficial, BCRA cede u$s 100 M. Cuevas, aunque sin ventas, “resisten” y suben blue a $12,15”.
Pero –y otra vez sin ser la campeona del concurso de perspicaces- la pregunta cae sola de lo madurita que viene: ¿cómo es que se puede tener cotización de algo que no estuvo a la venta? ¿O el precio de ese ilegal al que tiñen de blue para hacerlo glamoroso nunca fue otra cosa que papel ficticio o la cotización de éste jamás tuvo que ver con acciones reales de seres de carne y hueso?
El planeta periodístico que opera en red, en conjunto y de la mano con los locales de la prensa tampoco se quedó quieto. Echó leña y nafta para que el incendio adquiriera dimensiones envidiadas por el propio Nerón: “El desplome del peso argentino”, dijo El País; “Explota la burbuja de Kirchner”, el ABC y “El derrumbe del peso argentino”, el Mundo.
Trastornada, obsesionada, monotemática ya con la analogía obligada entre este enero ganado por la furia verde y aquel de la violencia económica rabiosa contra Alfonsín me puse a jugar. Con ese nuevo entretenimiento que nos brinda Clarín de buscar tapas anteriores a ese 1995 parteaguas en cuanto a lo que sí o no encontramos en la web.
“Buscá la tapa de Clarín del día que naciste”, nos invita el diario de la familia argentina y aunque estoy lejos de haber nacido en el verano de la hiper –la que recuerdo clarito, con operación y especulación- fui día por día recorriendo ese febrero. Un mes. Sólo 30 días de rememorar, de lectura intencionada me bastaron para encontrar puntos en común, títulos calcados, actores que se repiten, disparos al mismo blanco flechas lanzadas hacia igual objetivo. Mirá. Escuchá.
“Atraso en el pago de la deuda”; “Gestiones para evitar sanciones a la Argentina”; “Procura el Gobierno que la IUA no abandone el esquema de precios”; “Cumbre radical con Sourrouille por la crisis económica”; “El dólar tocó los 35 australes y cayeron las tasas”; “Buscan una salida la encrucijada económica”; “Informe especial: los argentinos que quieren irse”; “Cinco científicos que emigraron hablan de los que se van”; “No logran bajar las tasas ni el dólar”; “Numerosas reuniones en Olivos por las medidas económicas”; “Los docentes universitarios no iniciarán las clases”; “Procuran que los exportadores ingresen dólares”; “Polémica en un acto entre el gobierno y ruralistas”; “Difunden detalles del plan para reducir la deuda”; “Comienza el paro ruralista de 3 días”; “El gobierno no logró aún un acuerdo con los empresarios”; “Devaluación y pautas para precios y tarifas”; “Aumentarán los cortes de luz si no se reduce el consumo”; “Las tasas de interés rozaron el 40% mensual”; “Las tasas desbordaron el 30% y el dólar se mantuvo estable”; “Suspendió el Banco Mundial el envío de fondos a la Argentina”; “Resolvió CRA un paro de 3 días”; “Negó Gassino un estado deliberativo en el Ejército”; “Niegan que haya malestar en las Fuerzas Armadas”; “Los empresarios se desvincularon del programa económico”; “Aumento del 8% en los combustibles y servicios públicos”; “Ratificó el Ejército su neutralidad electoral”; “Fuerte baja en la oferta de alquileres”; “Convocará la UIA a un acuerdo político para la transición”.
Un ribotril a la derecha por, favor.
¿Son casualidades que uno mira con ojo paranoico? ¿Era apenas información y es la perspectiva conspiradora de algunos necios K la que convierte a esa catarata de titulares en una operación política vestida de información? ¿Era aquello contar la realidad más que operar sobre la vida pública?
Digamos sólo lo que ya recordó el citado Aníbal K, ese dato histórico que aprendimos todos los que pasamos por la carrera de Ciencias de la Comunicación: Hasta el último minuto de su gobierno a Alfonsín le intentaron arrancar a fuerza de pistola de tinta la reglamentación para la privatización de los canales. Y fue en diciembre de 1989, el 22 para más datos, que se firmaron los decretos por los cuales Artear SA tomaría posesión de LS 85 TV Canal 13 y Telefé SA de LS 84 TV Canal 11.
Déjenme sospechar.
Y permítanme, además de vincular presente con pasado, clima caribeño con América del Sur. “Por qué Venezuela y Argentina tienen tantos problemas con el dólar”, se preguntaba a modo de introducción para un informe supuestamente noticioso, teóricamente inocente y aparentemente desinteresado el diario La Nación el 29 de enero de este incendiario verano 2014.
Una pregunta apenas. Un interrogante cándido e inexperto del diario de la deuda de los 300 millones a un Estado que se cansa de vapulear. Déjenme sospechar. Y permítanme seguir estrechando presente con pasado y clima caribeño con América del Sur.
Perfil del 9 de febrero: “Dos países en turbulencias. El juego de las coincidencias: las siete similitudes entre Venezuela y Argentina. Maduro y Cristina enfrentan inflación, devaluación, caída de reservas y un alto riego país. La transición política luego del fallecimiento del líder”. Y agregan con saña: “Maduro también tiene un plan de Precios Justos contra la inflación”.
Toda la nota sustentada en un artículo de la revista The Economist y con un listado digno de ejemplo de mega operación: Las coincidencias: “Precios Cuidados y Justos; Inflación acelerada; Cepo al dólar; Devaluación del peso y del bolívar; Caída de reservas; Crecimiento del riesgo país; Añoranzas del líder fallecido y polarización”.
Déjenme sospechar. Y permítanme seguir estrechando presente con pasado y clima caribeño con América del Sur.
Hace rato que me trenzo en debates con queridos amigos, colegas estimadísimos y compañeros de obsesión. Muchos de ellos suponen hacer una fuerte denuncia cuando dan cuenta de cuáles informaciones fueron ocultadas, invisibilizadas, negadas o directamente silenciadas en los medios más poderosos de los países no tanto; esos periódicos, radios y canales de televisión que –ya sabemos- no pueden ser considerados espacios de información sino territorio de batalla política cruda, pura y dura.
No me termino de sentir completa en ese accionar. Algo me queda incómodo allí. Es como si en el propio señalamiento se mostrara nuestra mismísima debilidad.
Sostengo que el argumento de la “línea editorial” (entre las miles de millones de comillas que esa fórmula necesita en este contexto de guerra comunicacional) aún protege esa decisión de qué tema es o no eje de agenda. Incluso, conociendo la intencionalidad aviesa, esa libertad no es el terreno más cómodo para dar el debate. El derecho a no hablar de algo sigue siendo parte de las licencias ajenas porque, de lo contrario, el dedito que acusa y señala cobra más forma de boomerang.
La trampa, creo yo e insisto porque estoy absolutamente convencida, no está tanto en ese callar como en el no vincular, en el lotearnos la información, en el impedirnos asociar, en el obstaculizarnos adrede la comparación, en el robarnos el contexto para que ubiquemos en el lugar preciso el dato que obtenemos. Eso es sobreinformación que precisamente no es conocimiento. Porque nos empalagan de datos, pero sueltos, diseminados, separados, aislados y es ese el más brillante mecanismo para que nos creamos poseedores de toneladas de información pero que seamos analfabetos en lectura política. Algo así como ofrecernos el bosque para que jamás podamos ver el árbol.
Por eso esas notas tan acarameladamente comparativas de Argentina y Venezuela se clavaron como espinas en mi mirada paranoide. Son la exacta operación sólo que por el opuesto. El mejor modo de esconderse: quedar a la vista de todos.
Así es como logran que pavotes repitan que en verano no pasa nada. Nos neutralizan, nos anestesian, nos adormecen y nos dinamitan el razonamiento. Todo cortadito, sitiado, cercado y excluido. Para que creamos que se dilapidan en vacaciones dinero que nos pertenece; que el nudo gordiano de los problemas de la Nación es el salario de la Presidenta; que decir abiertamente en las calles que “lo único que se quiere” es tumbar a un gobierno electo en las urnas es un gesto espontáneo de ciudadanía responsable; que creamos que es casual y casi fenómeno climático el precio de la moneda estadounidense y que, sobre todo, no nos demos cuenta de que quienes actúan en el calor, en esa supuesta estación en la que las cosas no ocurren, son quienes saben que la electoral les cuesta y que por eso siempre han elegido golpes cuando han podido y caos cuando los generales ya no iban de la mano del clima general.