El plan económico para la emergencia está listo
En el mundo falta un camino de salida de la cuarentena porque nadie sabe demasiado del Covid. Las limitaciones sanitarias excedieron los tres meses y continúan. Aparte de la discusión sobre la prolongada pandemia mundial, el resultado sanitario ha sido efectivo, con bajo número de fallecidos y, eso es lo que le importa a un Gobierno popular.
Argentina estaba en las pantallas de todos los operadores de títulos desde enero de 2018, al tope del ranking global en términos de naufragio financiero en solo dos años. Obviamente el impacto económico de la pandemia lo igualó al resto del mundo, pero aunque pase más desapercibido, los problemas de diciembre de 2017 llegaron para quedarse, llevamos 2 años y medio de pérdidas.
Un cataclismo como el que heredó Alberto Fernandez aun con mínimas chances para aplicar una política macroeconómica de estímulos, tenía muchas posibilidades de rebotar en el segundo semestre de 2020, pero el Covid lo frustró. La moderada monetización del déficit fiscal-comparado con cualquier otro país- mantuvo baja la brecha cambiaria, teniendo en cuenta que venimos en default desde agosto de 2019.
El Gobierno está sometido a la presión de los acontecimientos sanitarios mundiales, privilegiando la salud, sin elevar el dinero por encima de las vidas humanas. La monetización de la proyección oculta del agujero fiscal que dejaba la administración anterior, es un hecho asumido por un presidente que no entra en “la grieta”, por eso no lo menciona como algunos periodistas mencionan el nombre de la vicepresidenta, es decir cada tres palabras.
Un Gobierno con convicciones ideológicas y políticas no actúa como uno que no tiene ninguna de las dos.
Lo acusan a Alberto Fernández de mala praxis como si fuera un presidente neoliberal. Para que haya mala praxis en un Gobierno popular, deberían faltar camas en los hospitales y los desempleados no deberían recibir subsidios. Y eso no ocurre. Hay mala praxis cuando el presidente del BCRA de un Gobierno de empresarios duplica la base monetaria en 17 meses y le hace ganar 50% en dólares en dos años. Con respecto a la reestructuración de deuda, donde el daño ya estaba hecho y ahora nos enteramos que nunca habíamos salido del default-hay un reclamo millonario de los fondos buitres-, el populismo va a pagar y vuelve a arreglar con los acreedores que eran amigos de los que lo malograron todo.
El plan económico para la emergencia está listo. Claro que la oposición no lo conoce porque comenzarían a cascotearlo antes de que se ponga en marcha. No va a ser el que aplicó el mejor equipo, ni los economistas que los votaron y aplaudieron.
La combinación del desastre del Gobierno anterior y una pandemia furibunda, la reducida capacidad para aplicar políticas de estímulo y la mala actitud de quienes espiaban a opositores y oficialistas, hacen difícil el camino de salida.
Mientras todos los países a los que mimamos cuando vinieron al Mini Davos tienen posibilidades de financiar grandiosos paquetes fiscales e inyectar enormes dosis de liquidez, en la Argentina la capacidad de respuesta es menor porque no dejaron nada y, la economía sufre. Aun entre emergentes el margen de maniobra es mayor, con reservas, acceso al crédito externo y sin reestructuración de su deuda pública como la Argentina. Sin recursos suficientes, la capacidad del Gobierno de aplicar políticas de estímulo para reducir la caída del nivel de actividad y contribuir a su recuperación es reducida, el paquete argentino no llega al 5% del PBI, muy inferior al de la gran mayoría del resto de los países, aun pobres de Latinoamérica.
La inflación abril y mayo en 1.5% mensual quieta, cuando la del Gobierno anterior en Noviembre era 4.3%, pese a las predicciones. Es que la inflación no es el tema con el actual nivel de actividad. El problema podría ser la deflación, la reducción del salario (nominal), la pérdida de empleo.
La moderación con que está actuando hoy el Gobierno en materia fiscal, ni siquiera los más ortodoxos lo soñaban.
LA NEGOCIACIÓN DE LA DEUDA
El gobierno anunció la tercera y última oferta. Como se dijo desde esta columna, cuando todos pretendían que el mundo colapsara, así es una negociación. La primera y segunda oferta no prosperó. Los bonistas y su hinchada local demandan una propuesta de 55 dólares de NPV. El presidente no quiere el default, pero no está dispuesto a consolidar más claudicaciones. Los bonistas están predispuestos acordar, como se adelanto desde esta columna en NYC en enero. Tenemos la información que se está cerca de un acuerdo, faltan detalles. Si los bonistas no aceptaran, lo lamentarían en el futuro, salvo en el caso de los fondos buitres y una estrategia a 17 años como la que establecieron esperando un Gobierno subordinado. La última palabra la tiene el previsible presidente argentino. La última palabra es política como corresponde. La gente no vota economistas ni ministros, vota políticos presidentes. Argentina negoció bastante bien, la vara que dejo Néstor Kirchner estaba muy alta. De manera moderada, bilateral, manejando los tiempos.
La perversión de la ideología neoliberal, empeñada en hacernos creer que para llevarnos a la prosperidad bastaba con ser amigos de los mercados y las finanzas mundiales fracaso. Esa creencia fundamentalista religiosa del Dios mercado como la fe nazi en la superioridad de la raza salvadora, aun les impide ver a su feligresía lo que tienen delante de sus ojos, es decir; lo quedo de la Argentina después de las fiestas amarillas de Costa Salguero, cuatro años de marketing y liturgia esotérica.