El mercado no puede impedir que crezca la desigualdad
El “Capital en el Siglo XXI” conmociona la economía tanto en el ámbito académico como en el político.
Después de muchos sofisticados modelos econométricos sobre aspectos no significativos, el libro de Thomas Piketty pone en el centro de la escena un tema esencial cual es el de la desigualdad.
Piketty, profesor en la École d¨Economie de Paris estudia la desigualdad en perspectiva histórica que se remonta al inicio de la revolución industrial.
Esta visión amplia le permite distinguir las tendencias seculares de los fenómenos circunstanciales.
El libro se concentra en los países centrales de Europa occidental y en los Estados Unidos, segmentación justificada por ser las regiones con las que se cuenta con información histórica. Debe reconocerse que esa información no es siempre completa ni totalmente exacta, pero con seguridad es una base estadística superior a la utilizada por los estudios anteriores.
La primera conclusión a la que arriba Piketty es que la concentración del capital es una tendencia constante desde el 1700 hasta el inicio de la primera guerra mundial, llegando a su pico histórico en la “Belle Époque”.
El período comprendido entre 1914 y 1950 quiebra esa tendencia por varios factores: por un lado la gran destrucción del capital producto de las guerras y la denominada “gran depresión” y por la pérdida del capital en el extranjero debido a los procesos independentista de la época.
Pero Piketty explica que ese período es solo una interrupción del proceso de incremento de la desigualdad que se reanudó alrededor de 1950, al principio lentamente y con gran ímpetu a partir de la mitad de la década de 1970 al compás de las políticas neoliberales implantadas por Reagan y Margaret Thatcher.
Actualmente se está llegando, o tal vez ya se llegó, a los niveles de desigualdad previos a la primera guerra mundial y este proceso, que se produce cuando la tasa de retorno del capital es mayor que la tasa de crecimiento de la economía, solo puede modificarse por la adopción de políticas activas a nivel mundial.
Piketty afirma que no hay ningún mecanismo de mercado que impida que se acreciente la desigualdad y lleve la distribución de los patrimonios hacia trayectorias explosivas y a espirales de desigualdad fuera de todo control.
En “El Capital del Siglo XXI” se dejan de lado los índices que pretenden medir la desigualdad con un solo número como el coeficiente de Gimi, ya que dicen poco de los componentes de la desigualdad y constituyen índices abstractos.
Piketty comienza por separar la desigualdad del patrimonio de la desigualdad de los ingresos y éstas últimas según provengan del capital o del trabajo.
Su análisis divide el capital o los ingresos entre el 10% más rico, el 40% siguiente y el 50% más pobre. A su vez el 10% más rico es dividido entre el 1% de los super ricos, el 4% siguiente y el 5% restante.
Las cifras son demostrativas de la gran desigualdad. Como era de esperar la desigualdad del capital es aún mayor que la de los ingresos. A nivel mundial la participación del milésimo superior es del 20 % de la riqueza total y el 1% más rico pose más del 80 % de la riqueza total; la mitad inferior prácticamente no posee capital.
En los ingresos pasa algo similar aunque en una medida un poco menor. En Estados Unidos el 10% de mayores ingresos tiene el 50% de ellos y el 50% de menores ingresos solo el 20%. Los dos picos máximos de desigualdad de los ingresos en Estados Unidos corresponden a 1928, víspera de la crisis de 1929 y a 2007 víspera de la crisis de 2008, existiendo un relación causal. Si se toma el crecimiento del producto nacional en los últimos 30 años se advierte que el 60% del mismo fue adueñado por el 1% más rico..
Tal como ocurrió tradicionalmente los ingresos provenientes del patrimonio son más desiguales que los originados por el trabajo. La novedad es que en los últimos años, y especialmente en Estados Unidos los ingresos también se han convertido en extremadamente desiguales a favor del 10% y aún del 1% más rico, mediante las exorbitantes retribuciones de los super ejecutivos. Estos ingresos del trabajo permiten acumular capital que refuerza un círculo vicioso hacia la desigualdad aumentada todavía más por la disímil retribución del capital en función del monto y del acceso a diferentes aplicaciones de riesgo.
Según Piketty la forma de revertir o por lo menos de frenar este proceso es la aplicación de políticas fiscales que graven con tasas progresivas el patrimonio, especialmente las herencias y los ingresos con tasas mayores cuanto más grandes sean los montos a gravar. Se requeriría que estas políticas sean globales para hacer frente a un sistema financiero global.