El desborde diplomático de Washington
Los diversos conflictos que se dan a escala mundial al momento de escribir estas líneas, dan cuenta de una tendencia que varios analistas internacionales han venido planteando: un rol diferente de EEUU en el escenario mundial. ¿Cómo cambió la percepción de los ciudadanos norteamericanos sobre la influencia de su país en el concierto de naciones? ¿Qué factores -económicos, políticos, militares- pueden dar cuenta de esta pérdida de influencia de Estados Unidos? ¿Por qué los conflictos mundiales actuales nos pueden dar elementos para entender dicho declive?
El diario español “El País” -no conocido precisamente por un cuestionamiento a la administración norteamericana, sino más bien lo contrario- publicó días atrás una sugerente nota titulada “Las turbulencias globales evidencian los límites del poder de Estados Unidos”. Allí, el periodista Marc Bassets analizó el rol del país ante los diversos conflictos que se dan en la geopolítica internacional, al destacar cierto desborde en la administración de Obama en cuanto a cómo intervenir en el complejo momento geopolítico internacional. Se sabe: los múltiples “focos de conflicto” abiertos -Gaza, Ucrania, Irak, Siria, Nigeria, entre otros- son un creciente dolor de cabeza para EEUU, que además ve consolidar organismos internacionales donde la influencia del Departamento de Estado es raquítica o nula: BRICS -con Rusia y China a la cabeza-; los emergentes del G77; y CELAC y Unasur como datos sobresalientes de la última década en América Latina y el Caribe.
De acuerdo a estadísticas del Pew Research Center -un think thank con sede en Washington, que analiza tendencias de comportamientos- los propios ciudadanos estadounidenses creen que su país ha perdido influencia en el escenario global. Algunas cifras del sondeo, conocido a finales de 2013, son interesantes para analizar el contexto: un 52% cree que su país “no debería inmiscuirse en los asuntos de otros países”, cuando en 2004 sólo el 30% de los encuestados manifestaba esa opción. Además, el 53% cree que el rol de Estados Unidos como líder mundial “es menos importante y poderoso” que diez años atrás -en 2004, sólo el 20% aseveraba esa opción como correcta-.
Un posible primer “desprendimiento” de estos fríos números: la principal preocupación de los ciudadanos norteamericanos pasa en la actualidad por solucionar los problemas internos, producidos luego de la crisis económica que estalló en 2008 luego de la quiebra Lehman Brothers y que aún deja secuelas -alto desempleo; baja perspectiva de crecimiento económico; etc-. También, claro, parece haber una lección aprendida luego de las incursiones “guerreristas” que implementó George W. Bush a principios del Siglo XXI, con Irak y Afganistán como puntas de lanza: que 5 de cada 10 norteamericanos piensen que su país no debe involucrarse actualmente en otros conflictos puede dar cuenta de ello.
Posiblemente por este panorama también haya habido cambios en la posición de parte del Departamento de Estado sobre la política exterior norteamericana, intentando actuar con mayor cautela -para buscar pagar un “costo político” menor en el plano interno y externo-. Un ejemplo claro sobre esto puede ser el caso de Irak: diez años después de una invasión con 150.000 soldados, Obama ha enviado apenas un centenar de “asesores militares” ante el avance del Estado Islámico de Irak y el Levante, y ha manifestado que “Estados Unidos no se va a involucrar de nuevo en Irak sin que haya un plan político de parte del gobierno iraquí”.
Algo similar ha sucedido en relación a Gaza: Kerry, a instancias de Obama, ha dejado que sea Egipto quien intente encabezar las negociaciones en relación a un posible cese al fuego, intentando bajar el perfil. Incluso vinculado a las sanciones económicas a Rusia por la situación en Ucrania, el gobierno de Obama ha siempre privilegiado que sea la Unión Europea quien lleve la “voz cantante” frente al gobierno de Putin, evitando los primeros planos frente al gobierno ruso -más allá de que efectivamente haya efectuado más sanciones directas que sus pares europeos, quienes han privilegiado la retórica confrontativa-.
El “desborde” diplomático de Washington ante un momento de creciente convulsión social y político en el mundo parece ser un dato de la realidad: el gobierno de Obama busca “descomprimir” dichos conflictos con una menor injerencia -al menos pública-, a la luz de la alta exposición que EEUU ha tenido durante la primera década del siglo actual. Como vemos, todos datos que dan cuenta de un nuevo momento geopolítico: China pasará a ser la primera economía mundial a fines de 2014, lo que sin dudas amplificará sus posibilidades de alianzas internacionales y su papel como nuevo polo de poder -económico pero también político-, algo que ha quedado demostrado tras la reciente cumbre BRICS en Fortaleza.