Chapotear o meter las patas en el barro
Es facilísimo. No tienen idea de lo sencillo que es. Y sale a toda velocidad y sin necesidad de ensayar. Cara de circunstancia. Circunspección y ceño fruncido. Un plano corto sobre los ojos del conductor o conductora mientras él o ella lanzan vaguedades sobre los que a ellos les gusta llamar “los políticos”. Un pase melodramático al móvil en vivo con un o una cronista pertrechados con todo lo que tengan –y se note que es- de equipo de lluvia. Allí, in situ, alive, on national TV: el testimonio de alguien que la esté pasando mal en serio. Pero la idea inicial y que se lleva a cabo no es darle aire, espacio para su palabra. No. Es incentivar toda la justa bronca, el inevitable y legítimo dolor que esa persona que habla está verdaderamente sintiendo y hacer que de esa boca salga toda la rabia por lo que ha padecido. Un desconsuelo genuino tomado por cronistas y cámaras que lo convierten en desolación escenográfica.
Minutos de aire, centímetros en papel dedicados a las historias de vida, a la historia individual. Nada, nada de contexto. Ningún parámetro. Se comparan (y encima con cifras falsas) lo destinado a obras hídricas con lo presupuestado para la línea de bandera. Peras con tomates, decía mi abuela. Agua y dolor. Jamás la pregunta franca de por qué. Por qué esto ocurre como ocurre. Por qué el agua llega como llega. Nunca un paseo por cuáles podrían ser las causas de modo de -en serio- encontrar soluciones. Es lógico, la mayoría de los que tienen enviados especiales no están tratando de colaborar, sino de aniquilarnos el raciocinio a fuerza de pura muestra del dolor. Escenas construidas y montadas sobre y encima de eso que sí es real, que sucede, y disfrazadas de acompañamiento. La generación de un abatimiento que anestesia. Y con varios propósitos, entre otros: que nadie vincule que esta narración es sobre los mismos a quienes ellos acusan de vagos y de vivir de planes sociales.
Ahora los fotografían y los usan en la tapa de un diario –a pedido del propio periódico, según el mismo medio explica- con cartelitos escritos a mano con las demandas de lo que necesitan. Hace no mucho, a esas mismas mujeres, protagonistas de la tragedia de hoy, se las llamó “fábrica de hijos” porque, según entendía el otro diario socio, “conciben en serie para obtener más planes sociales”.
Después del rato dedicado sólo y exclusivamente al dolor, el o la cronista vuelven su mirada a cámara y, compungidos, lanzan otra catarata de generalidades que afirma, sin ningún dato contrastable, que los gobiernos municipales, provincial y nacional no estuvieron presentes acompañando a estos vecinos. Y que si algo obtuvieron, los que de verdad tienen el metro y medio de agua, es, apenas, ayuda de ONGS y, por supuesto, de esos medios de comunicación que se hicieron un festival del minuto a minuto con la lágrima y la desazón ajena. La antipolítica como columna vertebral del discurso y la solidaridad hecha añicos y reemplazada por la lógica de la beneficencia.
“No es momento para hablar de los medios”, escucho por ahí. Puede que no, si ese es el único eje de debate o si no se hace algo más que hablar de ellos. Pero hay un punto sobre el que sí hay que detenerse y en el cual ellos sí o sí formarán parte de la discusión. Es la política la que debe dar respuesta tanto a la angustia de coyuntura, al paliativo inmediato como a la mención y a la puesta en práctica de la solución definitiva, si es que ésta es acaso posible. Pero la política del hacer, la de transformar la realidad para que la Argentina sea un país vivible con toda la gente adentro, tiene en frente a otros modos de hacer política: a los del marketing y la fotografía por sobre la acción y la comprensión cabal. Y allí está el oportunismo partidario y mediático. Chapoteando juntos. E instalando una idea muy perversa: que es lo mismo pisar charcos que embarrarse hasta las orejas para llegar al fondo de las cosas.
“Vidal recorrió Pilar junto al candidato a intendente de Cambiemos (…) Ambos llegaron con botas altas y caminaron por las calles embarradas y con diez centímetros de agua”, decía un diario que se hunde casi siempre en el lodo de los calificativos, en una neutral y, por ende, atípica crónica. La foto de la candidata PRO a la gobernación recorrió el espacio público mediático y virtual tanto por lo escenográfica de la composición como por sus palabras previas y posteriores que fueron de una utilización y un oportunismo dignos de mejor causa.
Para variar, el que la cruzó fue el de la lengua más mordaz de la política argentina: “Salieron a chapotear. Se ponen las botitas, chapotean por el agua y con eso creen que está el tema resuelto", dijo Aníbal Fernández. ¿Quién si no? Alguien que tiene la capacidad de poner en dos o tres palabras lo que anda dando vueltas en el imaginario colectivo y que nadie logra sintetizar. “El PRO montó una gran mise-en-scène” en un gesto de un “oportunismo superlativo basado en esa politiquería berreta de los años cuarenta”, concluyó.
Un exocet directo al corazón del duranbarbismo, un modo de construcción de discurso bien PRO, pero afín y propio del mecanismo de funcionamiento de los medios de comunicación, sobre todo de los audiovisuales: frases cortas, poca palabra, nada de explicación, ningún dato duro, escenas lacrimógenas y completa ausencia de contexto y de parámetros de comparación. Una escena única, acabada, recortadita. De la cual la cabeza distraída o atolondrada -por la causa que fuere- puede inferir sólo maldad y falta de un corazón sensible de quien no se presta a una dramatización similar. Está para “desatar nuestra tormenta, que va a tronar por el dolor. Juegan a ‘primero yo’ y ‘después también yo’. Y a ‘las migas para mí’ y cierran el juego porque ya saben que el tonto nunca puede oler al diablo ni si caga en su nariz”, me suena de fondo. Es inevitable.
Y como la señora de las botitas que anda impostada por zonas que le quedan incómodas no habla para dar explicaciones, sino apenas para sacar tajada y quedarse con todas las miguitas, no se ahonda, no se dice, no se cuenta. Ni ella, ni sus socios, ni los dueños, ni los empleados que pasean los micrófonos. Entonces no hay puente: porque se lo llevó el agua y porque ellos colaboran llenando todo de lodo. No se dice lo que dice el que dice, que ahora se dice nac and pop. Pero ése habló: el que quiere ser presidente -y confesó que esta semana conoció el mate- dijo suelto de cuerpo ante los empresarios del Consejo Interamericano de Comercio y Producción que “el mercado va a fijar el tipo de cambio”, lo que traducido es, sencillamente, una fenomenal devaluación con millones a la vera de la vida y que va a impulsar el desplazamiento de Alejandro Vanoli del Banco Central y de Alejandra Gils Carbó de la Procuraduría General de la Nación, lo que traducido es, sencillamente, pasarle topadora a cualquier atisbo de respeto republicano de las instituciones.
Eso no se dice, de eso no se habla porque lo importante es chapotear y llenar de barro a la política para que gobiernen las apariencias y que no haya convicciones que dejar en la puerta de la Casa Rosada. Total, ya están acordadas en los verdaderos centros de poder.
No importa explicar. Es más, parecen querer que no se comprenda. Mauricio Macri aún no pagó las indemnizaciones de las inundaciones de la ciudad de Buenos Aires y eso no se comenta. Se equiparan territorios incomparables: la ciudad de Buenos Aires tiene 3 cuencas hídricas; la provincia de Buenos Aires, decenas. El humorista plagiador serial de La Nación postea como bonaerense una foto de una inundación de Costa Rica del 4 de agosto de 2011, y nada. No pasa nada. La cifra de inversión en obras hídricas por parte del Estado Nacional ha sido de 60 mil millones de pesos, pero sueltos de cuerpo dicen que no se hizo nada de nada de nada.
Dos diarios afirmaron que fue subjecutado el presupuesto destinado a obras hídricas y del Fondo Hídrico de Infraestructura (FHI). Sonsonete con eso por parte de radios y canales. Los funcionarios aclaran, explican, dan datos, muestran que los 10.500 millones de pesos desde 2003, se han aplicado en su totalidad y en forma exclusiva a obras de control y prevención de inundaciones; que más de un 60 por ciento corresponde a la Provincia de Buenos Aires, donde se concretaron 131 obras en 45 municipios que beneficiaron a 4 millones de personas y permitieron la recuperación de 2 millones de hectáreas productivas. Y que no, que no y que no. Y que el Estado está ausente.
Luján es una de las zonas más afectadas. Macri le da y le da a que la provincia abandonó a los municipios. Y ciertos voceros insisten en el abandono por parte de la Nación, la provincia y los intendentes. Y apenas algunas vocecitas sin capacidad de propalación informan que el jefe comunal de la “capital de la fe” es Oscar Luciani, un ex UCR, ex denarvaista, ex massista y actual candidato a la reelección por el PRO.
No tiene repercusión ni el agradecimiento del secretario General de la Presidencia, Wado de Pedro, a todas las fuerzas políticas que se han unido para poner el hombro en el momento de la vuelta a casa de los inundados, ni el reconocimiento del intendente de San Antonio de Areco, Francisco Durañona, por el comportamiento igual de solidario de todos los partidos políticos zonales. Nada dicen ni de los canales clandestinos, ni de la siembra directa, ni de la urbanización en humedales, ni de la necesidad de que sea el Estado el que reglamente con firmeza qué y dónde se construye, ni de cómo roban tierra de los deltas para ganarle metros al río y construir los mega barrios privados donde duermen los que critican al Estado y veneran al libre mercado.
No se brinda el servicio de informar que ANSES otorgará una ayuda a través de jubilaciones y Asignaciones extras, que la provincia ya puso en marcha otorgamientos de entre 7000 y 10000 pesos para los más afectados, que los bancos nacionales y provincial brindarán créditos blandos, que se enviaron provisiones, que las fuerzas de Seguridad y las Fuerzas Armadas estén en las zonas y que desde hoy –que el sol finalmente volvió- miles de pibes y pibas con y sin pechera se pondrán al hombro el acompañamiento de sus hermanos afectados, o sea, la Patria.
¿Hay que agradecerle al Estado por cumplir con su función? Desde ya que no. Pero sí hay que castigar a quienes muy livianos de boca, de cuerpo y de conciencia sueltan las ideas de liberar las fuerzas productivas, a los que quieren destrozar la gestión estatal para llevarse puesta la política a través de comentarios vagos y banales y a los que se pasan relatando sufrimientos en sus miles de hectáreas propias para que el subsidio les llegue a fuerzas de lobby mientras no ahorran desprecio cuando se refieren a esa inmensa porción de dinero que se brinda a quienes fueron despojados de sus derechos como “gasto público inaudito”.
Alguna vez Cristina Fernández dijo que del peronismo “se habla haciéndolo”. El jefe de Gabinete, en una entrevista con el suplemento Ni a Palos impostó la voz para imitar al jefe de ese movimiento y dijo: “como decía Juan Perón. Dejame de hinchar las pelotas con pelotudeces, ¿qué vas a hacer con el tema del hambre? ¿Los pibes van a morfar o no? ¿La asignación universal por hijo sale o no sale? Sí, salió, ¿sabés qué? Esto es peronismo ABC1”
Clarito. Hay algunos que se ponen botitas hasta la rodilla y chapotean en el agua. Hay otros que salen a recorrer con ropa cómoda pero sin alharaca. En lo personal, me quedo con ésos. Me dan asco los atuendos, el dolor y el sufrimiento impostados. No quiero gente que camine por el lodo en un asqueroso como sí. Me gustan los que meten las patas en el barro, todos los días, a cada rato, para sacar la mugre haya o no venido la crecida, los que no tienen problema en pisar el fango, pero no para ensuciar al resto sino para intentar que al menos en ese suelo algún día florezca la flor.