Todavía da vueltas en mí un dejo de emoción, de alegría, de ilusión… En realidad difícil de explicar. En el ’86 tenía apenas un año y la verdad no me acuerdo mucho. Más adelante, en Italia, tampoco entendía del todo que era un Mundial.

Con un par de años más, y con fracasos (2002), golpes (2006), y más golpes (2010 más alguna Copa América), entendí de que va esto de las Copas del Mundo: se hicieron para ganarlas, y por primera vez desde que tengo uso de razón, un equipo argentino tiene una gran chance. Sí, estamos en la final.

Para mi igual, ya está, ya cumplieron. Estos 23 tipos y el cuerpo técnico han demostrado que estuvieron a la altura, que se superaron, que revirtieron cualquier crítica que pudimos hacer, que se dieron cuenta de que muchos de nosotros los criticamos porque queríamos llegar hasta donde estamos hoy y no esperar otra vez cuatro años para ilusionarnos.

Ahora ellos, ustedes jugadores, tienen la gloria ahí. A la vuelta de la esquina los espera. Por eso les pido que jueguen como estos últimos partidos, como en el barrio. Donde el arquero es guapo, se hace gigante en las difíciles. Los centrales se comen al “chetito” del barrio “Hollywood”, los laterales terminan con los dientes flojos y las rodillas peladas, que el 5 necesite un pantaloncito con talle especial porque los huevos no le entran de los grandes que los tiene. Un equipo donde el 10, en lugar de jugar para él, juega por y para el equipo y el 9 pelea cada pelota como si fuera la última. Después están los que entran, los que como soldaditos cumplen al pie de la letra lo que el comandante les pide, los Biglia, Lavezzi, Pérez, Palacio, etc.




Hay metas, objetivos, sueños… y para aquellos que los persiguen y no abandonan siempre hay premio. El domingo vayan en busca de eso que les pertenece: la Gloria.