Empezó como una provocación divertida y terminó siendo una verdad revelada. Bastó que Tomás Rebord lanzara la hipótesis de que los libertarios no son futboleros ni saben jugar a ese deporte, para que se le ocurriese armar un partido.

Entre risas le contó a Juan Ruffo cómo se habían llevado a cabo las tratativas para concretar el desafío.

Por más que lo intentara y hasta se prendieron algunos tuiteros peronistas para reforzar el equipo, del lado libertario solo encontró un reconocimiento vergonzante.