A Baby Etchecopar le gusta provocar y así consiguió fama y dinero. Pero también le gusta lo que dice, ser tildado de duro -vale recordar su lamentable incursión en la ficción como supuesto héroe de acción-, de desalmado, de decir verdades de a puño le duela a quien le duela.

Pero las costuras se le ven por todos lados y se nota demasiado la impostura, la búsqueda de escandalizar, la necesidad de mantener consolidado su núcleo de cavernícolas que lo siguen como si fuera un profeta e incluso lo van a ver al teatro.

Como botón de muestra dejó un poco de su odio de clase en su programa de Radio Rivadavia.