Zaffaroni y los memoriosos
Una de las insoportables verdades que circulan por estas horas en algunos medios de comunicación, y en especial en las redes sociales, es que algunos de los responsables de la crisis que estalló el 19 y 20 de diciembre de 2001 son ahora funcionarios de la Alianza Cambiemos. La actual ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quizá sea el caso más obsceno, junto al fascista gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, pero también están el jocoso titular del sistema de medios públicos, Hernán Lombardi, y el del Banco Central, Federico Sturzenegger, aparte del negacionista Darío Lopérfido, con un cargo en el Teatro Colón. Los máximos responsables de aquella devastación, Fernando de la Rúa y Felipe Domingo Cavallo, por otro lado, apoyaron publicamente a Mauricio Macri, su plan de gobierno y su cinismo. Es lógico. Son parte de lo mismo. Cambian de nombre y de colores pero no de ideas ni de prácticas. Lo incomprensible es por qué los ponemos en la Casa de Gobierno por medio del voto.
Los que resistimos el ajuste y la represión de aquellos años que llevaron al país a la degradación política y social, a quince años del diciembre de 2001, tenemos muy lúcida y fresca la memoria. Sabemos muy bien qué es la deuda externa, el fondo monetario, la convertibilidad, el blindaje, el corralito, y las consecuencias que todo ello genera: hambre, indigencia y exclusión. También nos acordamos muy bien, y nos indigna, de las imágenes de las patotas de la policía federal llevándose de los pelos a los manifestantes, o tirándoles los caballos encima a las Madres de Plaza de Mayo. No olvidamos, como dice una de las consignas que circulan en la redes sociales por estas horas, y menos aún luego de haber acompañado con tripa y corazón el sueño -y la edificación- de la gran nación que nos propusieron Néstor y Cristina Kirchner.
Los militantes del Frente para la Victoria son grandes memoriosos, ya que suelen repasar el pasado para de ese modo poder confrontar el presente y construir bases para el futuro. Por eso, entre otras actividades, el lunes 19 de diciembre último organizaron una charla en el anfiteatro de una plaza céntrica de Villa Lugano, en el sur de la ciudad de Buenos Aires, frente a más de doscientos vecinos y de la mano de tres referentes: el comunero de la 8, Facundo Roma, el legislador porteño Javier Andrade, y el ex juez de la corte suprema de justicia, y militante peronista, Raúl Zaffaroni.
Los primeros dos homenajearon a los treinta y nueve caídos y ponderaron las luchas de las organizaciones y movimientos que hace quince años atrás luchaban en la calle y otros ámbitos contra las recetas hambreadoras del neoliberalismo salvaje; también coincidieron en un punto sustancial: a diferencia de aquellas aciagas y caóticas jornadas, hoy el campo nacional y popular es mucho más amplio y robusto, está bastante organizado y reconoce por lo menos una conducción. Ambos son parte de una generación que hace de la práctica política un estilo de vida, con todos los matices incluidos. Son militantes veinticuatro horas y parte de la generación que se formó con y durante los gobiernos de Néstor y Cristina.
Zaffaroni también es un militante político. Un penalista con un cargo honorífico en la UBA y reconocimiento a lo largo del mundo, que siempre levantó bien alto las banderas del peronismo, tuviese o no una responsabilidad o cargo público, y que justamente por eso recibió ataques de todo tipo. A él eso no le importa muy poco. Es un convencido, con la particularidad de que tiene una biblioteca en la cabeza. Al ingresar a la plaza, con su paso lento debido a la edad y altura, fue recibido con aplausos, abrazos y besos. En seguida le pidieron fotos y le sacaron conversación. Accedió a todos los pedidos con una sonrisa. El día anterior se había trasladado hasta el penal del Alto Comedero, en Jujuy, para visitar a Milagro Sala. Antes de sentarse en el panel, se fumó un cigarro muy delgado.
El ex supremo habló sobre un tema sobre el que se hace foco en cada actividad a la que lo invitan: la necesidad de reformar la constitución para evitar que gobiernos de turno afecten los intereses nacionales y los de las mayorías por medio de decretos simples o la destrucción de políticas públicas, o para que el máximo tribunal de justicia esté compuesto por una docena de miembros, en lugar de cinco, y que algunos de ellos sean elegidos por el voto. Recordó que los únicos tres gobiernos populares que todavía se mantienen en el poder son aquellos que lograron institucionalizar algunas reformas: Ecuador, Venezuela y Bolivia, y citó la constitución de 1949 que impulsó Juan Perón y que luego sería arrojada al olvido por la “Revolución Fusiladora” de 1955. Habló de “colonialismo financiero” para definir al macrismo y otras fuerzas políticas conservadoras a lo largo de la región y el mundo. Explicó que su objetivo es acumular la mayor cantidad de dinero en el mayor plazo de tiempo, sin límites morales ni éticos.
Zaffaroni dijo que vamos a volver al gobierno porque nunca nos fuimos -y señaló a los hombres y mujeres, muchos de ellos jóvenes, que colmaban las gradas de cemento del anfiteatro-, pero que hay que ir pensando en un proyecto de reforma del Estado. Habló de un Estado fuerte, soberano, que no permita que un presidente irresponsable y cínico endeude al país, en menos de un año, por noventa mil millones de pesos; que le ponga un freno a un Ejecutivo que reparta la coparticipación federal a su antojo, ejerciendo un control sobre los gobernadores que a su vez condicionan a sus legisladores; que no permita la rifa de la tierra y los recursos naturales argentinos; que no deje a libres interpretaciones el uso o no de las fuerzas federales para tareas de seguridad interior.
El ex juez peronista también habló de Milagro Sala, privada de modo ilegítimo de su libertad hace casi un año. Dijo que somos un país mágico, porque nunca terminamos de asombrarnos de los que somos capaces de hacer o generar, en este caso a través de dirigentes como Morales y Macri, que por resentimiento personal y odio de clase, llevaron el caso hasta límites impensables. Dijo que jurídicamente la situación es un disparate, un escándalo, y en ese momento pareció acelerarse el tic que de modo reiterado y sistemático lo obliga a cerrar los ojos y arrugar la nariz. Luego sostuvo que pese a todo, ella ahora está fuerte, de buen ánimo, tal cual se la vio en su alegato en el juicio que la tiene como acusada de ser la autor intelectual de un ataque con huevos contra Morales, en 2009.
Luego de las fotos y saludos de rigor, camino al auto que lo llevaría de nuevo a su casa, Zaffaroni se encendió otro de sus cigarrillos. La tarde ya estaba cayendo sobre Lugano. Por detrás de la plaza pasó una formación nueva de la línea Belgrano Sur. Antes de sentarse en el coche, saludó y celebró la cantidad de gente que había participado de la actividad. Deben haber sido los memoriosos de siempre, más los que ya aprendieron la lección y tomaron nota del país que supimos construir en los últimos años.