El tren de la historia aun no ha decidido su destino. Si quisiésemos hacer una parada en el 2015 la estación aun parece incierta. Debe ser por la variedad de candidatos que quieren manejar la locomotora. O será porque las vías están abiertas en América Latina.

Todo viaje abre oportunidades, expectativas y sueños. ¿Acaso alguien puede ser feliz permaneciendo en el mismo lugar? Con estas ideas son promocionadas las elecciones  presidenciales del año próximo, como unas vacaciones. Los medios de comunicación han devenido agencias de turismo y a menudo nos ofrecen paquetes de promoción. Sin embargo el viaje que nos toca no es de turismo, sino de la experiencia cotidiana de nuestras vidas. Es una decisión colectiva que influirá sobre la puesta en funcionamiento del gran motor de la Argentina que mueve cuarenta millones de argentinos.

La octava elección a presidente desde la vuelta de la democracia coincide con el fin del segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner, que junto a su compañero Néstor Kirchner construyeron un proyecto político de doce años de duración que transformó radicalmente el país.

Curiosamente entre las actuales candidaturas el peronismo es una identidad remanida. Otra cosa ocurría, antes del 73’, época en que flotaba una pesada consigna: “volver a Perón”. La militancia del campo popular tuvo que esperar de 18 años para que ese deseo se haga realidad. Hoy el peronismo parece algo más liviano y accesible. Cubre un amplio espectro político como, que va desde la oposición (Massa, De la Sota, Moyano), algunos gobernadores (Scioli, Urtubey, Gioja) y los oficialistas (Urribarri, Rossi, Dominguez). Distinto fue en el 45’ cuando el campo político se reconfiguró a partir de una frase: Braden o Perón. Esa expresión sirvió para sumar adhesiones y para generar antagonismo. El General trazó una raya que fue el germen de un nuevo modelo de país.



En 2003 Néstor se asumió como peronista “por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política”. Y Cristina reforzó el concepto, aclarando su posicionamiento en el movimiento en cada coyuntura de su vida política. Ambos defendieron las banderas de la justicia social, la soberanía política y la independencia económica. Pero lo hicieron a su modo y en su tiempo. Y fueron contundentes al momento de plantear batallas y con la legitimidad que supieron conseguir.




El 10 de diciembre de 2015 terminará el mandato de la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Sin embargo, el kirchnerismo en tanto proyecto político, modelo de Estado y cultura enraizada en el pueblo, puede perdurar. Es decir el fin de ciclo hoy es una profecía. La militancia entonces podría lanzar una consigna como conjuro: “Volver a Néstor”. Sin embargo, algunos candidatos prefieren declararse peronistas, no kirchneristas. Porque hoy Perón no es un significante en disputa. Invocarlo no suma adhesiones ni despierta enemigos. El kirchnerismo es crispación, tensión y poder. Hablar de Néstor y Cristina, también es hablar de Chávez, Lula, Evo, Correa y los sueños de la patria grande. La continuidad del proyecto nacional y popular contribuye a resolver cuestiones, como el reordenamiento del mapa de medios, el pago de la deuda externa o el sostenimiento del empleo. Incluso sería solidario con los países de la región, también amenazados por las derechas. Si el próximo presidente se asume como kirchnerista no podrá dejar sus convicciones, porque asumiría otro compromiso histórico. Volver a Néstor no es volver al pasado. Es una coordenada precisa y contingente de lo que falta por hacer.