Santa Memoria
Estoy segura, nunca viví un 24 de marzo como el del pasado jueves. Jamás vi el grado de preproducción popular que tuvo este acto. Todos iban preparados, algunos habían armado el ritual colectivamente con sus organizaciones y otros, de manera privada, habían elegido qué remera ponerse o qué cartelito pintar antes de salir de sus casas.
Llegué cuando ingresaba la columna de Patria Grande, ellos levantaban enormes letras blancas, prolijamente confeccionadas, que formaban la frase: "No nos han derrotado". Bailaban y cantaban mientras los manifestantes les sacaban fotos con su celulares. Todos querían llenarse los ojos y las memorias de los teléfonos capturando imágenes y sensaciones.
Vi tres marionetas de buitres en el recorrido. Vi bombos, murgas, columnas partidarias y banderas de todos los colores, artistas realizando espectáculos callejeros, intelectuales, ex funcionarios, periodistas. Me encontré con amigos y con toda mi familia que hablaba sin parar del "Hebemóvil". Un camioncito algo desvencijado que llevaba a Hebe, a Moreno, Aníbal y hasta a algunos panelistas de 678, y avanzaba entre la ovación popular. "Fue el mejor momento", me dijo mi hermanita con una sonrisa enorme. Esa fue la sensación al llegar: esto es una fiesta, un espacio-tiempo de ruptura con el orden vigente. Una especie de carnaval en plena Pascua. Raro y hasta polémico decir esto sobre una fecha que conmemora una tragedia nacional, pero nadie lo olvidaba, todos sabíamos que estábamos ahí para recordar a los 30.000 que desapareció el terrorismo de Estado, incluso los chicos que eran entrevistados por cronistas conocían la historia mejor que el repudiable Ministro de Cultura porteño, Darío Lopérfido.
"¿Lo viste a Víctor Hugo vendiendo Tiempo Argentino? Está muerto de calor y la gente no deja de abrazarlo. Se le agotaron todos los ejemplares", me dijo un amigo al pie de la Pirámide de Mayo. Uno de los periodistas más grandes del país colaborando como canillita con colegas que no perciben salarios desde hace cuatro meses y que mandaron a imprimir el diario por su propia cuenta, es una acción reveladora, histórica, simpática y vital que nos hace sentir nuevamente "la satisfacción moral de un acto de libertad". Vamos a escribir lo que queramos con dueños de medios o sin ellos. Vamos a leer y decir lo que pensamos con dueños de medios o sin ellos, con Ley de Medios o sin ella.
"Las fiestas tienen siempre una relación profunda con el tiempo. En la base de las fiestas hay siempre una concepción determinada y concreta del tiempo natural (cósmico), biológico e histórico", dice Bajtin. Sin duda este 24 de marzo fue una. Recuerdo que durante la campaña presidencial Macri sostuvo que los feriados "no fueron buenos ni para el país, ni para el turismo". Y advirtió que iban a "ir viendo qué hacer" con ellos. Pensé en sus dichos y en la instauración del 24 de marzo como feriado, pensé en las secretas ganas del presidente de quitarlo del almanaque, en el tiempo y el destino que lo mandaron a caer este año justo un Jueves Santo. Sacarlo hubiese sido un escándalo, pero este gobierno no le tiene temor a las decisiones obscenas. Pese a todo hubiera sido inútil quitarlo porque iba a ser un día no laborable de todas formas.
El último encuentro popular de tal magnitud que vivimos recientemente fue la despedida el 9 de diciembre a Cristina Kirchner, a semanas de las festividades navideñas la Presidenta se convertía en calabaza. La liturgia postkirchnerista parece estar enlazada, de algún modo, al calendario cristiano, apenas un poco desfasada. Luego vino el alumbramiento del niño Mau, el 10 de diciembre, con escasa concurrencia de sus simpatizantes pero lleno de cámaras. Durante los carnavales se sucedieron acercamientos de proporción con las Plazas del Pueblo, y el Festival organizado por los Trabajadores del Grupo 23, que dieron aire para soportar el agobio del flamante régimen y el calor de un verano calcinante. Pero ninguno, ni siquiera el impresionante Parque Centenario de Axel Kicillof, o los paros de ATE, tuvo la dimensión de este Día de la Memoria.
El paralelismo que señalo entre las fechas de festividades cristianas y las de resistencia popular al macrismo no pretende ser leído desde una interpretación mística. Simplemente creo que todo proceso social tiene sus ciclos, sus ritmos. Sospecho que la potencia de este 24 se explica, entre otras cosas, por una cuestión temporal. No sólo se cumplían 40 años del Golpe Cívico-Militar, además tuvieron que pasar 100 días donde se pudo ver caminar a un gobierno andando la huella de sendas que no queremos volver a recorrer. Estas variables sumadas al día no laborable hicieron estallar la plaza de gente que necesitaba volver a encontrarse en un abrazo popular y renacer en él. Más allá de la Pascuas, la fiesta es siempre una potencia humana vinculada a la resurrección y la renovación, que engarza la historia y permite seguir avanzando. Este 24 nos hizo sentir libres, iguales, expansivos y fuertes incluso, y sobre todo, reconociendo nuestras derrotas, nuestras penas y nuestras pérdidas.
Un día después de la marcha, Alfredo Leuco escribió una columna para Clarín. Su reflexión quizá sea la muestra más evidente del vigor que tuvo el acto. En una clara provocación, un tanto desesperada, Leuco sale a pedir "con urgencia líderes y referentes honrados y de prestigio social para conformar nuevas entidades de derechos humanos para los nuevos tiempos de la Argentina". Su nefasto artículo revela el fracaso de los medios hegemónicos y del gobierno que no logran apropiarse o acomodar un discurso que les sea funcional para hablar de derechos humanos. La batalla de la memoria, como escribió Sandra Russo, la hemos ganado. Debemos custodiar esta victoria con lucidez y astucia porque hay varios buitres andándole de cerca.
Hay un video que circula en las redes sociales donde se puede ver a un grupo de policías intentando callar a manifestantes que iban hacía la plaza cantando en el tren. Luego de un intercambio de palabras y del reclamo de los pasajeros que le señalan a uno de los oficiales que debía tener su identificación a la vista, los policías declinan sus absurdas intenciones mientras la gente canta a viva voz el himno nacional. "Oíd mortales el grito sagrado: libertad, libertad, libertad", se escucha y el ferrocarril vuelve a arrancar. Los tienen que dejar cantar porque están juntos y porque son cientos. Me resultó hermoso verlos. Bienvenidos al maravilloso tren de la historia, este Pueblo tiene memoria y con ella lo hace andar.
Foto: ES Fotografía