Las envenenadoras de París
Madame de Montespan fue la cliente más notoria de Catalina Monvoisin, popularmente conocida como La Voisin.
“Popularmente”, en el París del siglo XVII, donde se ganaba la vida como abortista, envenenadora y vendedora de afrodisíacos. O a la inversa, toda vez que bien podría decirse que su ciencia ponía remedio a los daños colaterales provocados por sus pociones amorosas.
Todo la habría ido bien a La Voisin de no haberse cruzado en su camino Françoise-Athénaïs de Rochechouart, marquesa de Montespan, durante doce años, favorita de Luis xiv, el Rey Sol. Inquieta por su futuro financiero, Françoise-Athénaïs requirió los auxilios de la comadrona para mantener enhiesto el entusiasmo del monarca.
Los resultados no fueron los esperados y, lejos de encresparse, los ánimos reales fueron amainando, o bien debido a la edad, a la monotonía o a que el afrodisíaco estaba envenenando lentamente al soberano.
Desesperadas, las mujeres recurrieron al abate Guibourg, un extraño sacerdote aficionado a las misas negras.
Hijo ilegítimo de un sacristán, Guibourg había nacido en París en 1611. Fue un joven sumamente devoto, hasta que se ordenó sacerdote. En algún momento, desengañado de la Iglesia o desquiciado por su propia cuenta, comenzó a vender filtros amorosos y a celebrar misas con propósitos mágicos, como los de atraer el dinero, el poder, las mujeres, los hombres y cualquier otra cosa que a los clientes les viniera en gana.
Por entonces, los ricos se aburrían hasta la impotencia, y buscaban excitarse con experimentos en lo oculto, convertidos en un juego de los salones de sociedad. Y fue en este ambiente de aristocrática imbecilidad que se formó un grupo dado a los conjuros y a las misas satánicas, en el que tomaba parte la entonces joven Françoise-Athénaïs, ya esposa del marqués de Montespan pero todavía apenas aspirante a puta real.
Era rumor muy extendido que en 1667 la jovencita terminó ganando el favor del Rey Sol luego de que el abate celebrara, a tal efecto, tres misas amatorias en las cuales una pareja de palomas, previamente bautizadas con Luis y Françoise-Athénaïs, eran sacrificadas y privadas de sus corazones.
Fuera cual fuere, el conjuro del abate Guibourg resultó efectivo, de manera que cuando años después, viendo decaer el ardor real y habiendo fracasado los brebajes de La Voisin, madame de Montespan volvió a recurrir al sacerdote.
Se dijo que Françoise-Athénaïs, desnuda aunque enmascarada, se tendió sobre el altar, tras lo cual el cura insertó una hostia en su vulva. Luego,habrían degollado una criatura y recogido su sangre en un cáliz, invocando a los demonios Astaroth y Asmodeo, con cuyo concurso la mujer, o al menos su consagrado monte de Venus, recuperarían la pasión real.
Se dijo también que niños y fetos le eran proporcionados al abate por La Voisin, habida cuenta que en su oficio de comadrona y abortista los tenía a montones.
No obstante los oficios religiosos, los sacrificios y las invocaciones, Luis xiv se aburrió de madame de Montespan, reemplazándola por otra más joven e igualmente servicial, la bella y avispada Françoise d´Aubigné, marquesa de Maintenon, por lo que madame volvió a recurrir al abate, esta vez con el propósito de asesinar al rey mediante una misa negra.
En la nueva ceremonia, se preparó una poción compuesta de semen, sangre menstrual, murciélago en polvo, harina y vino, a fin de mezclarla con la comida del monarca, quien de esta manera sería víctima de los poderes letales del oficio religioso. O del brebaje. O del asco. Pero antes de que la infusión llegara a la mesa del rey Luis, la policía llegó a la infusión, y con ella, al grupo de conjurados.
Sobre Guibourg, el juez de instrucción enunció: “Desde hace veinte años viene practicando envenenamientos, sacrilegios y maleficios. Ha degollado y desangrado innumerables criaturas. Con su amante engendró varios hijos, de los cuales ha sacrificado él mismo uno o dos... No parece hombre corriente el que juzga natural degollar niños de corta edad y celebrar la misa sobre el cuerpo de una mujer desnuda”
No, no parece.
Guibourg fue detenido y ejecutado. La Voisin fue arrestada un domingo a la salida de una misa de lo más ortodoxa y corriente. No le valió de nada: se la torturó durante tres días durante los que hasta el último instante se proclamó inocente. Las pruebas y los testigos decían otra cosa y fue quemada en la hoguera en 1680.
Sustituida en el favor real por la joven y bella Françoise d´Aubigné, Françoise-Athénaïs abandonó definitivamente la corte y se retiró a un convento, aunque previamente los siete hijos que –no obstante los buenos oficios de La Voisin– había tenido con Luis xiv, fueron legitimados.
El Rey Sol sobrevivió 25 años más, para morir gordo, viejo, aburrido y gotoso luego del reinado más largo de toda la historia europea, prueba evidente de que para acabar con los tiranos, las misas son mucho menos eficaces que la guillotina.