La locura bélica
La hora H del día D eran las 22 del 22 de diciembre de 1978. El año en que Argentina había sido sede y ganadora del Campeonato Mundial de Fútbol. Con un país silencioso que había podido salir colectivamente a la calle aquel 25 de junio del triunfo contra Holanda. Ahí en la cancha de River, a pocos metros de la ESMA, el campo de concentración paradigmático de los años de plomo. Apenas uno de los centenares diseminados por la geografía nacional. La dictadura establishment- militar desmontaba la sociedad con mejor distribución del ingreso de América Latina, fruto del notable proceso transformador del peronismo, intento que se venía realizando con pocas interrupciones desde el 16 de septiembre de 1955. Se proponía barrer el modelo de sustitución de importaciones enancados en el terror y sobre miles de cadáveres, para concretar la desindustrialización y reducir el monstruo que anidaba en sus entrañas- los trabajadores- impenitentemente peronistas. Entregaban la soberanía pero se iban a mostrar nacionalistas provincianos con Chile, que padecía un panorama similar. Dos gobiernos bestiales, alineados incondicionalmente con EE.UU, de fuerte presencia católica, aliados en el MERCOSUR de la muerte que fue el plan Cóndor, que se sentían protagonistas de la tercera guerra mundial contra el comunismo.
La hora H del día D eran las 22 del 22 de diciembre de 1978. Ese día, a 48 horas de la Navidad se iba a perpetrar lo que estuvo a punto de consumarse en la Nochebuena de 1901, bajo las presidencias de Julio Argentino Roca y Federico Errázuriz.
Argentina llevaba invertidos cerca de diez mil millones de dólares en armamentos, cuya deuda en una parte importante iban a ser cargados en el pasivo de YPF, para luego consumar su privatización en el menemismo.
Se había pasado el Rubicón. La suerte estaba echada. Las tropas se aprestaban en la larga frontera. Alguna división ya se encontraba en territorio chileno aún antes de la hora H del día D, a las 22 del 22 de diciembre de 1978.
ANTECEDENTES DEL CONFLICTO
El 22 de junio de 1971, se firmó en Gran Bretaña el acuerdo argentino- chileno de someter el conflicto del Beagle y de tres islas, a propuesta del presidente socialista chileno Salvador Allende y aceptación de Alejandro Agustín Lanusse, tercer presidente de la autodenominada “Revolución Argentina.
Nuestro país, en una clara posición de dependencia colonial había aceptado someter, tradicionalmente, conflictos limítrofes con Chile al país que tenía una política balcanizadora en el Continente y con quién se mantenía un litigio sobre las Islas Malvinas desde 1833. Todo ello, de alguna manera, estaba enmarcado en el Tratado de Límites firmado por ambos países el 23 de junio de 1881.
En un día lluvioso y gris, a las 10,30 horas el 2 de mayo de 1977, el gobierno británico entregó a los embajadores de Argentina y Chile, 280 páginas con el título “ Laudo Arbitral sobre el Canal de Beagle”.Habían trabajado durante cuatro años, cinco jueces de distintas nacionalidades: Hardy Dillard ( EE.UU) Sir Gerald Fitzmaurice ( Reino Unido) André Gros ( Francia) Charles C. Dillard ( Nigeria) y Sturen Petren ( Suecia) Eran cinco jueces de la Corte Internacional de la Haya, quienes transmitieron su decisión al gobierno de su Majestad Británica. El fallo era absolutamente favorable a Chile a quien le otorgaban la soberanía sobre la mitad meridional del Canal del Beagle, las islas Lennox, Nueva y Picton, pero extendía el fallo sobre cuestiones no sometidas a arbitraje como las islas e islotes dispersos al sur del Canal hasta el Cabo de Hornos. Se fijaba además nueve meses para la instrumentación del Laudo.
Chile, como es obvio, aprobó de inmediato el resultado.
El período fijado para la implementación, fue utilizado por Argentina para tratar de encontrar en forma bilateral un acuerdo más favorable. Mientras tanto Chile designó, en agosto de 1977, empezando a aplicar el Laudo, a los Alcaldes de Mar.
Mientras tanto se empiezan a conocer las consecuencias del terrorismo de estado. Cyrus Vance y Patricia Derian entregaron a la cancillería argentina el 29-11-1977, una lista de 7500 personas presumiblemente detenidas y desaparecidas.
El gobierno argentino toma la decisión de rechazar el arbitraje, intentando desesperadamente acercar posiciones, mientras se preparaba para la guerra.
Hay un encuentro de los sectores duros de ambas partes, representados por Osiris Villegas y Julio Philippi.
Se envía luego a Chile una propuesta, basada en una delimitación más favorable a la Argentina llevada por el jefe del Estado Mayor Conjunto vicealmirante Torti. Se conoció como línea Torti.
Pinochet propone un encuentro entre los dos presidentes bajo la consigna de “un diálogo de general a general”
El 19-01-1978 se reúnen en Plumerillo, Mendoza, los presidentes ilegítimos de ambos lados de la Cordillera. Pinochet pregunta: “-La Argentina ¿Que me ofrece a cambio de todo esto?” Le contestó Videla “La paz ¿ Le parece poca cosa para nuestros pueblos?” En esa reunión Pinochet dibujó un mapa más favorable para nuestro país de la zona del conflicto, que se agregó al expediente pero aclarando que no era una posición oficial sino un mero papel de trabajo. Videla le anuncia a su par chileno que apenas regresara a Buenos Aires rechazaría el laudo. También se convino una nueva reunión para el 20 de febrero de 1978 en la ciudad chilena de Puerto Montt.
El 25 de enero, Argentina rechaza el Laudo Arbitral, alegando los errores jurídicos que contenía y las arbitrariedades manifiestas que incurre a favor de Chile. Lo consideraba nulo de nulidad absoluta.
La reunión del 20 de febrero puede seguirse en las memorias del último presidente de la dictadura criminal, Reynaldo Bignone en su libro “ El último de facto”. El relato es el siguiente: “… en pleno acto de la firma, sorpresivamente, Pinochet pronunció un duro discurso en el cual quedaba claro que no se proponía respetar los acuerdos a los que se habían llegado hasta ese momento. Quedaba bien en claro que los halcones del país vecino habían hecho su faena y logrado el objetivo de bloquear la vía negociadora. Ellos se proponían imponer el laudo a rajatabla………Lo que acababa de ocurrir tomó totalmente por sorpresa a Videla. Se había acordado con anterioridad que no se pronunciarían discursos. Se enteró recién al bajar de la escalera hacia el salón de la ceremonia que no sería así. Fue cuando Pinochet le musitó al oído: General, me voy a tomar la libertad de pronunciar unas pocas palabras. Cuando después escuchó que lo que él creía sería una oratoria de circunstancias se convertía en un alegato formal, a todas luces preparado con mucha anterioridad, ya no le quedaba margen que para una propuesta protocolar, expresando vagamente buenos deseos”
El desaire a Videla fue aprovechado por Massera en un discurso duro desde Ushuaia.
A lo largo de ese tenso 1978, se realizaron múltiples encuentros posteriores con avances y retrocesos que concluyeron finalmente en un estentóreo fracaso.
EL MEOLLO DE LAS NEGOCIACIONES
El gobierno Chileno estaba sólidamente alineado detrás de Pinochet. Tenían un fallo favorable y una situación militar teóricamente inferior a la Argentina.
El gobierno argentino desconocía el fallo de un arbitraje al que se había sometido. Estaba atravesado por las fuertes luchas internas entre el Ejército y la Marina. A su vez el sector de Videla- Viola se encontraba desbordado y sometido a presiones crecientes de los generales de división Carlos Suárez Mason y Luciano Benjamín Menéndez, comandantes del Primer y Tercer Cuerpo de Ejército, las unidades de combate más poderosos.
La idea era que el conflicto bélico sería muy favorable para la Argentina, aunque se estimaba que en la primera semana de la guerra, se provocarían para ambos países alrededor de veinte mil muertos.
De manera que planteado en estos términos, se estaba ante un callejón sin salida. A Chile lo amparaba el arbitraje favorable que más allá de la unidad del mando ejercido por Pinochet, su frente militar lo cuestionaría si realizaba concesiones importantes sobre lo que ya había obtenido por el arbitraje. La Argentina acariciaba la salida militar para la recuperación de lo perdido en el arbitraje, en la confianza de su superioridad sostenida con un convencimiento llamativo en sus sectores más duros de la marina y sectores del ejército.
La hora H del día D se acercaba inexorablemente. El 22 de diciembre era el día límite. Prevista originalmente para el día 20, una terrible tormenta que dificultaba los desembarcos aplazó milagrosamente el inicio para 48 horas después.
LOS NEGOCIADORES
Personajes que tuvieron actitudes cómplices ante el terrorismo de estado, cumplirían un papel fundamental para evitar la guerra. El Nuncio Papal, Pío Laghi que jugaba al tenis con Eduardo Emilio Massera, el arzobispo Raúl Primatesta con fuertes contactos con el carnicero del campo de concentración de La Perla, Luciano Benjamín Menéndez y el gobernador norteamericano Raúl Castro, nacido en Méjico, ex gobernador de Arizona.
En el libro de Bruno Passarelli “El delirio armado”, se relata que Castro le contó al nuncio Pío Laghi: “ Le juro, monseñor, quedé tremendamente impresionado, Menéndez me dio la impresión de que ya estaba subido a un caballo blanco y, como una especie de Napoleón a la argentina, dispuesto a cruzar la cordillera para entrar en Santiago, me repitió una y otra vez que no encontraría resistencia, pues tanto el Ejército como la Armada argentinos son muy superiores a los de Chile y que todos sus subordinados están perfectamente cohesionados detrás de sus mandos ….Me han referido cosas realmente alarmantes que tanto el arzobispo como otros prelados han escuchado de labios del General Menéndez y de otros oficiales de la guarnición, por ejemplo, que a fin de año las tropas argentinas brindarán con champagne en la Casa de la Moneda y que, después, se limpiarán las botas en las aguas del Pacífico ”
Castro, Primatesta y Pío Laghi enviaban desesperados mensajes al Vaticano advirtiendo que la guerra era inminente. Juan Pablo II había asumido hacía pocos días, el 16-10-1978.
Por esos días de diciembre Albano Harguindeguy declaraba ante ministros provinciales de gobierno: “ Mejor la razón que la fuerza, pero si así no puede ser, entonces el más fuerte y poderoso impondrá por la fuerza su voluntad, y no sirve mucho que yo pida a Dios que no lleguemos a ello”
El jueves 14 de diciembre, cuenta Passarelli: “Estaban en el Salón del Plaza Hotel donde el cuerpo diplomático se aprestaba a agasajar al Presidente Videla como retribución a la cena con la que el dictador los había homenajeado dos noches antes.
“Monseñor, se han vuelto locos, han decidido ir a la guerra”. José Alfredo Martínez de Hoz, el Rasputín económico del Proceso, dijo estas palabras en voz baja en los oídos de monseñor Pío Laghi , quién lo escuchaba incrédulo”
A su vez en Chile Pinochet declaraba: “Para que reunión en reunión, los presidentes solo se reúnen cuando las cosas están solucionadas, es la última instancia, pero no sé qué sentido puede tener eso si a Chile, que había aceptado la mediación de la Santa Sede, ahora le ponen mil cortapisas. ¿Me pueden decir entonces para qué queremos mediadores?
Escribe Carlos M Túrolo en su libro “ De Isabel a Videla. Los pliegues del Poder”: “Así las cosas, el nuncio Pío Laghi habla con el Presidente argentino. La respuesta de Videla a Pío Laghi es casi un ultimátum: “¡ Si la Iglesia está decidida a hacer algo, debe hacerlo en horas, no en semanas, porque el reloj de la guerra está en marcha!
Están claras las razones de la voluntad de los mediadores. La iglesia trataba de evitar un conflicto entre dos pueblos hermanos mayoritariamente católicos y a EE.UU no le interesaba la contienda entre dos países sólidamente alineados con sus políticas, más allá de las críticas consecuentes durante la presidencia de James Carter por las flagrantes violaciones de los derechos humanos a los dos lados de la cordillera y las rispideces diplomáticas que suscitaban al respecto.
Además el conflicto podía abrir una Caja de Pandora de viejas cuentas. Perú y Bolivia, que perdieron territorios a favor de Chile en la Guerra del Pacífico se alinearían con Argentina, mientras que Ecuador con problemas limítrofes con Perú podía respaldar a Chile, mientras era una incertidumbre la actitud que adoptaría Brasil.
PLAN DE OPERACIONES
Según Bruno Passarelli, autor de “El Delirio Armado. Argentina- Chile La guerra que evitó el Papa”: “La hora cero coincidiría con la ocupación militar de las tres islas en disputa, que sería precedida entre 24 y 36 horas antes, por una operación nocturna de intrusión en la que efectivos de elite de la Infantería de Marina desembarcarían en las islas e islotes situados al sur de la desembocadura oriental del Canal de Beagle y fuera de la zona en litigio ( el llamado Martillo) pese a lo cual el Fallo Arbitral de 1977 las había asignado a Chile, y aniquilarían cualquier resistencia chilena. Se trataba de las islas Freycinet, Herschel, Wallaston, Deceyt y Hornos….. Dos horas después de completada la ocupación de las islas Picton Lennox y Nueva, colocadas bajo la protección cercana del GT1, aviones Mirage- Dagger y Skyhawk bombardearían objetivos militares de la ciudad de Punta Arenas y en Puerto Williams, mientras el hostigamiento aéreo alcanzaría a blancos relacionados al transporte y el abastecimiento en la región de Magallanes….. A las 0 horas entraría en acción el ejército que cruzaría la frontera patagónica por cuatro puntos diferentes con tropas de la IX Brigada de Infantería de Montaña y de otras unidades asignadas al sector en Santa Cruz y Chubut. Casi contemporáneamente, aprovechando las primeras horas de la mañana, aviones de la Fuerza Aérea tratarían de destruir a la aviación chilena, si fuera posible en tierra, con una ofensiva fulminante del tipo de las aplicadas por Israel con tanto suceso en Medio Oriente……Irrumpirían las dos grandes unidades terrestres ….la V Brigada de Infantería ( la misma que había masacrado a la guerrilla en Tucumán y que comandaba el General Luís Santiago Martella) y la VII Brigada de Infantería de Montaña , a las órdenes del General Saa, uno de los más fieles a Menéndez) …..El objetivo era llegar al Pacífico y partir en dos el territorio chileno….En el plan de operaciones se preveía también la ocupación de una ciudad clave, que sería determinada según el curso de las acciones por “ la línea de menor resistencia”. El primer objetivo era Santiago, pero se tenía a Valparaíso como alternativa. El avance de las tropas iba a ser constantemente apoyado por la Fuerza Aérea….”
ENVIADO MILAGROSO
Habíamos llegado al día D, el 22 de diciembre de 1978. Cuando quedaban catorce horas para el inicio de las hostilidades, bautizada en la Argentina como Operación Soberanía, llegó la mediación milagrosa. El anuncio del Papa enviando un representante fue realizado pocos minutos antes del mediodía del 22 de diciembre en Roma, alrededor de las 8 de la mañana hora de Buenos Aires. Un télex llegó a la Nunciatura y Monseñor Galán se lo comunicó a Videla. El Papa era extremadamente prudente. Manifestaba su deseo de mandar a Buenos Aires y Santiago de Chile un representante personal para examinar y buscar juntos las posibilidades de una honorable composición pacífica de la controversia.
La decisión entre las Fuerzas Armadas fue tensa Cuenta Túrolo: “ La discusión fue intensa, de casi una hora. El Comandante en Jefe del Ejército, Roberto Viola, el de la Armada, Armando Lambruschini, y el de la Fuerza Aérea, Orlando Agosti, sostenían que ya no se podía volver atrás, en tanto Videla abogaba para que se detuvieran las operaciones…..Durante la discusión, en las palabras y en la actitud de Videla quedó implícito que renunciaría a la Presidencia, si se seguía adelante con las operaciones”
Dos cables cifrados de Videla y Pinochet llegarían después, con la aceptación, a Roma.
El enviado fue Antonio Samoré a propuesta de Monseñor Casaroli, una especie de Ministro de Relaciones Exteriores del Vaticano. Antonio Samoré se desempeñaba en el Archivo Secreto y en la Biblioteca Apostólica. El cardenal argentino Pironio solía decir del futuro mediador que “era el único cardenal casado. Su esposa era América Latina.”
Arribó a Buenos Aires el 26 de diciembre. Y un primer acuerdo se concretó el 8 de enero de 1979 cuando se firmó el Acta de Montevideo que sentaba unas bases precarias de suspensión de hostilidades e inicio de negociación bajo la supervisión del Papa.
Para ello Samoré con infinita paciencia tuvo que conciliar las contradicciones y antagonismos del poder en la Argentina y el laudo positivo que ya contaba Chile. Tuvo tres reuniones con Pinochet, cinco con Videla, más de veinte con los cancilleres Pastor y Cubillos, y tres veces atravesaría la cordillera en ambos sentidos. En medio de las incertidumbres de aquellos días históricos, quedo la frase de Samoré: “Veo una lucecita al final del túnel”
Para entender el grado de tensión y posiciones diferentes que atravesaban a las Fuerzas Armadas, es ilustrativa esta anécdota narrada en “El delirio armado” En Aeroparque, el jefe militar Luciano Benjamín Menéndez había tenido una violenta discusión con Pastor, conminándolo virtualmente a que no viajase a la capital uruguaya ya que no firmase documento alguno. Trató incluso de forzar el desembarco del canciller de la escalerilla del avión presidencial, evocaría tiempo después Mariano Lorences, que era un dirigente del entonces Partido Intransigente. “ Retírese general, yo respondo a las órdenes del presidente Videla y tengo precisas instrucciones, respondió Pastor. Y abordó la máquina”
DEJANDO ATRÁS LA CASI GUERRA CON CHILE
Largas, tediosas y con períodos de tensión extrema fueron las negociaciones.
Samoré fue investido oficialmente de mediador el 4 de mayo de 1979
“Durante el año y medio de trabajos, que incluyeron centenares de reuniones, no faltaron los momentos borrascosos, en los que se estuvo a un paso de la ruptura. Cada vez que eso se producía, el anciano cardenal oponía un elemento moral que, a su juicio era determinante: ambos países habían contraído frente al Papa un compromiso ético irrenunciable, el de agotar todos los esfuerzos y dejar de lado animosidades para intentar la marcha hacia un exitoso final”
Por una desafortunada coincidencia, como cuando en Londres se conoció el fallo arbitral, también fue gris y lluvioso aquél viernes 12 de diciembre de 1980 cuando se llegó finalmente la propuesta del Papa. Básicamente reafirmaba el laudo arbitral con algunas concesiones menores para Argentina. Afirmaba Samoré: “ Los argentinos no me entregaron un solo mapa anterior a 1955, ni uno solo, probatorio de que las islas Nueva, Lennox y Picton estaban bajo su soberanía” Chile, en cambio, había realizado entre 1892 y 1915, más de setecientos actos de soberanía.
El colocar las tres islas en el centro de la polémica tuvo entre sus propulsores principales al Almirante Isaac Rojas. Son esos “nacionalistas” capaces de entregar la soberanía económica sobre dos millones de kilómetros cuadrados a los países imperiales y luego rasgarse las vestiduras por tres islas en litigio queriendo ir a la guerra con un país hermano, ante la sonrisa complaciente de los balcanizadores.
Para dar una idea de la desorganización e improvisación del gobierno argentino en el terreno diplomático, que contrastaba con la solvencia del chileno, alcanza con esta anécdota: En una ocasión Samoré le dijo a Videla que la biblioteca Vaticana estaba muy pobre de mapas argentinos. Videla intentó salvar la deficiencia y envió mapas del Beagle y de las tres islas en disputa por las que Argentina estaba dispuesta a ir a la guerra. Lamentablemente en el material enviado las mismas figuraban como pertenecientes a Chile.
La propuesta del Papa solicitaba una contestación a breve plazo, preferentemente no más allá del 6 de enero de 1980. Chile lo hizo, obviamente, en forma favorable. La Argentina prefirió el silencio.
Pasaron los meses. Durante 1981, la mediación estuvo prácticamente parada.
El 13 de mayo el Papa es objeto de un atentado
El panorama político en la Argentina sufría importantes modificaciones. Leopoldo Fortunato Galtieri llega a Comandante en Jefe del Ejército. Dos militares mendocinos eran detenidos en Chile. Galtieri sin consultar al presidente Viola decide por motu propio cerrar la frontera con Chile. El altercado aumenta nuevamente la tensión. Cuando Lambruschini le pregunta a Galtieri porque tomó una decisión tan irritativa, el futuro Presidente contesta:
“Muy sencillo, porque me calenté”
Galtieri desplaza a Viola el 11 de diciembre, con ayuda del Comandante de la Armada Jorge Anaya, teniendo como contraprestación por la colaboración del reemplazante de Lambruschini, la promesa de recuperar las Islas Malvinas.
El tiempo seguía transcurriendo y no se arribaba a un acuerdo. Luego vino la Guerra de Malvinas y la colaboración de Pinochet con Inglaterra.
La derrota argentina y el desbande del gobierno militar. En esa retirada, Bignone propone posponer la solución definitiva con Chile a la aprobación de los acuerdos por el futuro Parlamento. Samoré había introducido algunas mejoras que lo hacían más potable para nuestro país y una pequeña flexibilización del lado chileno.
El peligro mayor para la Argentina era que Chile recurriera a la Corte de la Haya, con lo que todos los avances conseguidos volverían a la situación exacta del Laudo Arbitral.
Para ello Samoré ideó una estratagema: Argentina debía comprometerse a mantener la situación y Chile prometer expresamente que no concurriría a la Corte de la Haya hasta que el Papa no declarare concluida su mediación.
Luego ya en democracia, vino el debate del 15-11-1984 entre el canciller Dante Caputo y Leónidas Vicente Saadi, con un aplastante triunfo del radical.
El 25 de noviembre un referéndum determinó por amplísimo margen el sí al acuerdo. Quedaba definido que el Atlántico era básicamente para la Argentina y el Pacífico para Chile.
La celebración de este acuerdo que iban a recordar Cristina Fernández y Michelle Bachelet, se frustró provisoriamente por la enfermedad que aqueja a la presidenta argentina.
Carlos Menem, en una de las pocas medidas de su gobierno rescatables, zanjó con Chile más de veinte puntos en disputa
San Martín y O` Higgins, desde la eternidad deben haber esbozado una sonrisa satisfactoria.
Samoré no pudo contemplar como su mediación había impedido una guerra de consecuencias imprevisibles. Murió, a los 78 años, el 4 de febrero de 1983, luego de haber asistido a una misa.
Pasaron treinta y seis años. Aún se le debe el reconocimiento que se merece.