La bella y la Bestia
La detención de Milagro Sala en el penal del Alto Comedero en Jujuy cumple su primer aniversario. Condenada a tres años de prisión en suspenso por un escrache en 2009 contra el entonces senador y actual gobernador de Jujuy, Gerardo Morales al cual no asistió, la situación de la referente de la Tupac Amaru se ha convertido en un tema de debate a nivel nacional e internacional, y una bandera de lucha para los sectores que conforman el espacio nacional, popular y democrático en la Argentina.
Ya pocos se atreven a discutir la ilegalidad de su detención, la discrecionalidad de los Jueces jujeños, o la categoría de “presa política”. Sin embargo considero que la gravedad del caso de Milagro esta enraizada en la conjugación de aspectos de su historia, personalidad y corporalidad que resultan peligrosos para el modelo de sociedad que pretende instalar el Gobierno de Mauricio Macri: su condición de mujer, su origen popular y su praxis política.
"Una negra alejada de los estereotipos “femeniles”, cultivadora de una androginia amenazante y capaz de imantar a miles de seguidores en nombre de la justicia social se vuelve intolerable”, expresa la socióloga Dora Barrancos en el artículo publicado recientemente en Revista Anfibia. Y en este sentido no puedo dejar de pensar en el estereotipo de mujer que tiende a reproducirse en la opinión pública como aceptable y que reside en lo más profundo del modelo patriarcal conservador. Maria Eugenia Vidal y Carolina Stanley son claros ejemplos de ello.
División sexual del poder
El análisis de las mujeres en puestos de jerarquía en el actual gobierno deja entrever un sistema de legitimación estatal de una determinada división social y sexual del trabajo. La primera evidencia al respecto es que el presidente Macri nombró sólo a cinco mujeres entre los 29 puestos clave de su gabinete: Patricia Bullrich, Laura Alonso, Carolina Stanley, Susana Malcorra, e Isela Costantini (quien ya presentó su renuncia).
Según una investigación del CIPPEC en todo el Sector Público Nacional las mujeres representan actualmente casi el 50% de la fuerza de trabajo empleada. Sin embargo, el porcentaje tiende a reducirse en las altas esferas o puestos de decisión políticos. Frente al 2011 donde casi el 20% de los cargos ministeriales estaba a cargo de mujeres, en 2016 el número se redujo a un 14%. Asimismo de 2015 a 2016 ha aumentado de 4 a 7 la cantidad de Ministerios que están por debajo del 15% de participación femenina. A nivel de secretarías es donde existe el menor nivel de participación femenina.
El análisis cualitativo en este sentido resulta mucho más preocupante puesto que se evidencia el desplazamiento de las mujeres, y consecuente devaluación, a espacios y ocupaciones específicas que el sentido común vincula a tareas “femeninas”. Los ministerios donde se observa mayor presencia femenina son Desarrollo Social con el 56% de cargos políticos en manos de mujeres, Salud con 40% y Educación con 27%. Por el contrario en Defensa y Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva el porcentaje de participación femenina en cargos políticos es 0%, mientras que en Interior, Obras Públicas y Vivienda es de 14%.
En lo privado ocurre algo similar teniendo en cuenta que sólo el 23% de los puestos directivos de las grandes empresas son ocupados por mujeres. De este modo la Argentina se encuentra por debajo del promedio regional (29%) en cuanto a representatividad de mujeres en altos cargos corporativos.
La bella: cómo construir un tipo de mujer que no incomoda
El tratamiento que hacen los medios de comunicación hegemónicos, dirigidos por hombres, del rol de las mujeres en general y las que ocupan roles de jerarquía en particular es un excelente campo donde analizar la trama discursiva del patriarcado (de aquí la necesidad del feminismo de generar sus propios análisis y definiciones). Tanto para enaltecer como para cuestionar siempre se pone en juego la condición de mujer y cómo lleva o no sus atributos de género. Quienes influyen sobre la opinión pública tiende a reproducir un tipo de mujer aceptable o útil al poder: la mujer sensible, con instinto maternal, conciliadora, delicada, dócil y con los rasgos físicos de la belleza occidental.
Un caso paradigmático en este sentido es el de la Gobernadora María Eugenia Vidal, cuyo perfil como candidata fue fríamente construido en relación a sus dotes femeninos. No esta demás recordar la famosa pregunta retórica del candidato a intendente Diego Valenzuela que no tuvo nada de casual: “Si ustedes se tuvieran que ir de viaje por un trabajo o alguna urgencia, ¿a quién dejarían a cargo de sus hijos: a María Eugenia o a Aníbal(Fernández)?”.
"Bajó 17 kilos en siete meses y dejó atrás los suéters holgados, los pantalones anchos y las camisas sin forma para probar blusas femeninas, pantalones oxford y zapatos de diseño. También mejoró su maquillaje, siempre manteniendo su estilo natural, y su cabello lacio y suelto”, subraya un artículo de infobae .
Sin embargo en su primer año de mandato ha demostrado su habilidad para mantenerse en el rol asignado, seguir siendo una de las favoritas y al mismo tiempo disputar poder. En ese marco hace sólo unos días el Presidente Macri manifestó en una actividad organizada por el Jefe de gobierno Porteño: “Gracias Horacio (Larreta) por invitarme a participar en el comienzo de esta obra maravillosa, que la estamos haciendo para tenerla más cerca a María Eugenia ¿no es cierto? - preguntó Macri - Si no, se va a portar mal si la dejamos tan lejos allá en La Plata.”
El de Carolina Stanley es otro claro ejemplo de cómo se construye la imagen de mujer en relación a su pertenencia de clase teniendo en cuenta que la ministra proviene de sectores privilegiados de la sociedad. Clarín la define como "la chica bien que negocia con los piqueteros” mientras que Perfil habla de "la ministra “cheta” de Macri que recorre la Argentina marginal”.
Entre sus atributos más destacados por los medios están ser hija del ex ejecutivo del Citibank en la década del 90 Guillermo Stanley, actual director del Banco Macro; esposa de Federico Salvai, jefe de gabinete de la Provincia y mano derecha de la gobernadora María Eugenia Vidal; y egresada de la escuela bilingüe St. Catherine's School. Pasa a segundo plano haberse recibido de abogada en la Universidad de Buenos Aires con un promedio de 9,45.
Una bestia para armar
Difícil olvidar aquella imagen de Milagro encerrada en una jaula y paseada por la ciudad de Jujuy en un gesto de humillación sin precedentes. Como manifesté en la introducción el caso de Sala pone de relieve una articulación entre tres variables “contradictoras” en el imaginario social: ser mujer, pobre, y pretender transformar la realidad. Además su condena en términos simbólicos resulta un claro gesto de advertencia, en un contexto de fuerte disciplinamiento social y criminalización de la protesta, para todo aquel que pretenda quebrar las reglas del juego impuestos por los sectores concentrados.
Cómo una suerte de bruja del Siglo XIX construyeron una imagen de Milagro Sala ligada al autoritarismo, el afán desmedido por el poder, una impronta violenta, su aspecto andrógino y poco femenino, su lenguaje llano y elemental, y su ostracismo al negarse a participar del circuito establecido por los medios hegemónicas. No casualmente la mayoría de esos atributos están vinculados en el imaginario social al estereotipo de lo masculino. Eso sumado a la permanente circulación de información discrecional y tendenciosa, y la construcción de noticias falsas acerca de su accionar militante, generaron de la figura de Sala un fenómeno peligroso y disruptivo para las buenas costumbres de la moral burguesa.
El mandato social y las reglas culturales sobre lo considerado “normal" dicen que la mujer debe cumplir cierto rol y la sociedad espera algo específico de ella. En ese sentido cualquier comportamiento masculino aparece como una distorsión o una patología. En la dimensión de la organización social del trabajo existe todavía una fuerte imagen asentada en la división según los sexos, y sobre todo entre los sectores populares donde las tareas históricamente reservadas para las mujeres son las peor rentadas y más inestables.
El pecado de Milagro Sala no reside sólo en haber logrado la transformación de la vida de miles de personas, la conquista de derechos sociales tradicionalmente exclusivos para sectores privilegiados, la conformación de un colectivo fuerte que no regala nada a la hora de negociar condiciones de trabajo, y la conducción de un movimiento popular multitudinario con fuerte anclaje territorial. Lo que la convierte en criminal es haberlo logrado siendo mujer, pobre e indígena.