Esos pies
Esos pies caminan.
Esos pies avanzan.
Esos pies transportan a Olga Arédez.
Sobre esos pies se escribe una gesta de lucha.
La plaza está vacía. Sólo una mujer de cabellos blancos la recorre con un cartel. En la pancarta una foto. Y desde ella mira Luís Arédez, el médico que recetaba a los trabajadores del Ingenio Ledesma los remedios adecuados, aunque fueran caros. Esos medicamentos de lo que no estaban dispuestos a hacerse cargo los Blaquier, los dueños de todo, en esos pueblitos de Jujuy caídos de los mapas.
Olga Arédez camina y recuerda: Luís fue llamado por el dueño de la Empresa Ledesma en ese entonces Ing. Herminio Arrieta que le planteó no gastar tanto en remedios; que la empresa no está dispuesto a hacerlo. Según las palabras textuales "a la empresa le importa producir."
Olga Arédez camina sobre esas baldosas que conoce de memoria. Algunos chicos la miran. Camina sobre ese espacio poblado de miedo, de indiferencia, de silencios. Esos silencios alimentados en la dureza económica que convierten al ingenio en prácticamente la única fuente de trabajo.
Olga camina. Superando sus propios temores. Con la foto de Luis mirándola desde el cartel.
Ella cree que de esa forma sus ovarios le rinden el justo homenaje a ese médico con el que compartió buena parte de su vida. El mismo que cuando fue intendente de Libertador General San Martín fue capaz de hacerle pagar impuestos a los dueños de todo. Paradojas piensa Olga. Lo que todo poseían, consideraban lógico no pagar nada. Se les podía aplicar esa frase que canta Joaquín Sabina: “Eran muy pobres, sólo tenían dinero”
Esos pies caminan.
Esos pies avanzan.
Esos pies transportan a Olga Márquez, a la que todos conocen como Olga Arédez.
Vuelve a recorrer esa plaza de ese pequeño pueblo, Libertador General San Martín que entró junto a Calilegua al conocimiento público de la mano de una tragedia: La Noche del Apagón.
Esos pies caminan mientras Olga recuerda. El 24 de marzo de 1976, a las tres de la mañana, se lo llevaron a Luís. Unos días después lo devolvieron. Su marido decidió olvidar el horror padecido.
El 22 de julio, en el invierno de ese año gélido, la luz se apagó y en las sombras, el ejército y otras fuerzas de seguridad, secuestraron 400 personas de las cuales treinta no volvieron nunca. Los detenidos eran transportados en vehículos de los dueños de todo, de un Ingenio donde el azúcar es para pocos y la miseria para todos.
Esos pies caminan.
Esos pies avanzan.
Olga recuerda: veinte vecinos de Libertador, diez de Calilegua tragados definitivamente por el apagón.
La memoria le pone alas a los recuerdos. Olga y Luís llegaron desde Tucumán a Libertador en 1958. Y como diría una crónica: “El doctor Arédez se enfrentó a los dueños del ingenio exigiendo mejoras en las condiciones sanitarias de los trabajadores de la zafra.” Y encima brindaba atención gratuita a las familias más pobres.
Esos pies caminan.
Esos pies avanzan.
Esos pies testimonian la dignidad.
Olga mira la pancarta. Una sonrisa se dibuja en su rostro. Recuerda el nacimiento de sus hijos y el único nieto que llegó a conocer Luís.
Olga mira el cartel. Sus labios se contraen. El recuerdo que transportan esos pies cansados es el de la segunda detención de su esposo.
Viernes 13 de mayo de 1977. Luís sale con su auto del Hospital de Fraile Pintado en dirección a su casa. En la ruta es interceptado. Unos vecinos lo recuerdan acompañado de hombres de civil y con lentes oscuros. Les llama la atención que lo saludan y no responde. El auto es encontrado abandonado en las cercanías del Jardín Botánico de la Ciudad de Buenos Aires seis meses más tarde.
Olga camina e intenta recordar el último abrazo, el último contacto de sus labios.
Esos pies caminan.
Esos pies transportan los recuerdos.
Al mes del secuestro, al término de una misa en la Ciudad de Libertador General San Martín llaman al domicilio de Luís, atiende su hijo Ricardo y el lugar es copado por la Gendarmería Nacional que tiene su sede, como no puede ser de otra forma en el Ingenio Ledesma. Como de costumbre se llevaron todas las pertenencias.
Esos pies caminan.
Con un pañuelo blanco en la cabeza.
Esos pies arrastran esta trágica historia.
En agosto de 1977 se presentan en su domicilio tres personas en un Ford Falcón, de civil y lentes oscuros. Piden hablar con Olga y quieren que salga a la calle. Ella se resiste al pedido y como los vecinos están observando, imprevistamente, los sujetos se retiran.
Esos pies dejaron de caminar el 17 de marzo del 2005.
Esos pies sucumbieron ante la bagazosis, una enfermedad respiratoria originada por la inhalación del polvillo del bagazo viejo y seco. Otra vez el Ingenio Ledesma.
Olga Aredez, su historia, revelan con notable claridad la vinculación entre los intereses económicos, autores intelectuales del golpe criminal del 24 de marzo y sus ejecutores materiales.
Cuando los pies ya caminaban fatigados, Olga Arédez redactó un recurso de amparo contra el Ingenio Ledesma por la contaminación que produce el bagazo.
Ese juicio sigue su marcha, más allá del intento de los abogados de la empresa para darlo por concluido.
Desde más allá de la vida, los pies de Olga Arédez siguen caminando.
Con su dignidad, con su valentía, con su testimonio.
Esos pies siguen caminando señalando a los culpables.
Esos pies.
Esa mujer.
Olga Márquez de Arédez ya no está sola.
Su testimonio reúne pequeñas multitudes, allí donde el horror puso en movimiento esos pies que caminaron en busca de justicia.
Sus pies no caminaron en vano.
Han quedado sus huellas en esta historia de la Argentina Trágica.