El triunfo de la selección dirigida por Lionel Scaloni en la Copa América, fue la prueba directa de todo lo que el presidente Javier Gerardo Milei quiere tapar. Por un lado, Estados Unidos, el país por el cual guarda una desproporcionada admiración el presidente, demostró no estar a la altura en un evento de tal envergadura, a partir de los disturbios en la final como gran detonante y por el otro, todo el plantel campeón proviene de los clubes de barrio, los cuales el presidente quiere eliminar con el ingreso de las sociedades anónimas al fútbol argentino.

La historia de nuestro país nos ha dado muestras de que, a través de triunfos deportivos, la sociedad puede distraerse de una triste y penosa realidad. Así como los goles de Mario Alberto Kempes y Daniel Bertoni generaron alegría en un país inmerso en la dictadura de Jorge Rafael Videla, la selección dirigida por Lionel Scaloni, con el bicampeonato en la Copa América hizo feliz al país presidido por Milei. Así millones de argentinos se olvidaron por un rato las angustias a las que los somete el gobierno, el cual empobreció a gran parte de la sociedad, para abrazarse y volver a gritar campeón.

Sin dudas que fue un fin de semana a pura derrota para el presidente. Por un lado, su gran aliado Estados Unidos volvió a demostrar su incapacidad para realizar un torneo de tal envergadura con los incidentes sucedidos en la final, la cual obligaron a demorar más de una hora el comienzo del partido. A esto se le suma que las canchas jamás estuvieron en condiciones, porque tenían el tamaño para el fútbol americano y las difíciles condiciones climáticas por las altas temperaturas. Sobre todos estos acontecimientos, Milei no emitió opinión y solo podemos preguntarnos, con respuesta obvia, que hubiese dicho si esto mismo ocurría en países como Chile, Venezuela, o Bolivia.

Por otro lado, Milei sí decidió señalar en su cuenta de X, que el equipo titular de Argentina estaba conformado por jugadores que en la actualidad están en clubes que son sociedades anónimas. Claro está, lo hizo nuevamente, para insistir con ese modelo en el país idealizado por el gobierno de la Libertad Avanza. Con su total forma de descalificar a quienes piensan distinto, señaló que "El problema es que hay curros y no los quieren dejar". De manera insólita, el presidente decide omitir casos como el de la mítica empresa cementera de Olavarría Loma Negra cuando su dueña, la millonaria Amalita Fortabat, se cansó de su capricho y dejó de invertir en el fútbol, y que logró un récord histórico en el amateurismo en sus únicos 2 campeonatos. O peor, se olvida de los incidentes y lo acontecido con Racing al ser gerenciado por un grupo empresario.

Lo que tampoco puede contrarrestar Javier Milei, es que todos los integrantes de la popularmente llamada “Scaloneta” provienen de clubes de barrio, los que son asociaciones civiles sin fines de lucro. Defendiendo intereses empresarios, también se manifestó el Jefe de Gabinete Guillermo Francos, quien señaló "No va a ser obligatorio que los clubes se conviertan en SAD, lo que estamos diciendo es que aquel que quiera convertirse en una lo pueda hacer".

Queda claro que ni el presidente Milei, ni menos su Jefe de Gabinete, leyeron alguna vez los estatutos de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), los que expresan claramente que no les permiten a las sociedades anónimas participar en sus torneos. Pero para peor, cuando señalan la vigencia del mega DNU para habilitarlas, se olvidan que la AFA es independiente, y además que la FIFA reniega de los gobiernos que quieren meterse o intervenir en sus asociaciones, algo que quedo claro cuando se opuso fervientemente a la “Comisión normalizadora” que impuso Mauricio Macri y que no normalizó nada.

Con un país en el cual los despidos no cesan, donde la pobreza y la indigencia crecieron de forma desproporcionada, el bicampeonato de la selección argentina es la primera alegría para la sociedad desde la llegada al poder de Milei. También quedaron expuestos los problemas que tiene Estados Unidos para organizar estos certámenes y el resultado es un nuevo espaldarazo a la gestión de Claudio Tapia, al cual se le pueden objetar muchas cosas, pero no su defensa porque los clubes continúen siendo de los mismos dueños de siempre, sus socios.