El político, el fútbol y el intelectual
Es meritorio ganar un Mundial, como hicieron lealmente los alemanes. En cambio, vimos con disgusto (aunque no nos asombra) su burla de carácter racista hacia “el gaucho” argentino, que reveló su xenofobia. Y ese aire de raza superior que no han perdido. No dominan Europa con las armas, pero lo hacen mediante la economía. Al visitar hace 40 años el campo de Dachau, notamos que el nazismo era parte de ellos. Luego, varias discusiones en la cervecería de Munich que frecuentaba de joven Hitler lo certificaron. Pobres. No “sabían nada ni vieron nada”.
Cuando en Europa (2007) los ingresos mermaron la gente se despertó indefensa. Ignoraba lo que era sufrir. No vivió esa guerra ni la imaginó. Lo padecían sólo los “negros de mierda”, africanos que buscan cruzar el Mediterráneo o aquellos 13.000 ahogados en el intento. Dormida, ha despertado a lo que vivieron otros. Con un obstinado dolor de muelas.
¿Puede alguien que fue al colegio –en Egipto, sobre 90 millones de habitantes, hay 36 millones de analfabetos- no reparar en lo que está ocurriendo en Grecia, Portugal, Irlanda, Italia? ¿Desconocer los miles de suicidios en Europa y EE.UU? ¿Desterrar de su mente que sólo en 2012 hubo en España 14.700 concentraciones de protesta? ¿O acepta feliz no-noticias en la tele, burlas en twitter y el puñal contra sí mismo?
Lo acepta. ¿Gracias a quién? A Alemania, que exige ajuste y el pago de sus bonos aunque en los otros países de la UE mueran de hambre. Por la historia nazista teutona (su trato humillante a inmigrantes turcos durante décadas, y a los de otros países) odiamos que haya ganado el Mundial. No se extrañe. Unimos la ética con el fútbol. No avalamos a quienes separan (en Argentina y Brasil) a la Patria Grande del fútbol. Aquí en el Sur somos hermanos, por más burlas deportivas que haya. Allá son corporaciones, que se aprovechan financieramente del débil.
Uno, que dejó amigos en España, oye sus historias de resistencia en las calles por esta gran crisis. Y los felicita. Mientras aquí, con noticias infladas engañan a los poco informados y los convencen de la debacle para que crean la falacia mediática de que vivimos cada vez peor, allá la brecha entre ricos y pobres se agranda más y la mayoría no parece haber aprendido nada. Como muchos aquí del 2001. Miles en España perdieron las casas hipotecadas, luego sus ahorros, los de sus padres, y están a punto de ser desalojados en departamentos alquilados. En tanto, trabajan como pueden: 60 dólares mensuales por dar clases, o menos aún. Mujeres con títulos limpian casas, o conducen autobuses.
Los opositores de derecha siempre quieren lo mismo que si gobiernan ellos: reclaman minorías exuberantes y mayorías silenciadas. ¡A callar! Si, como en España, gobierna la derecha, son duros. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca (pobres diablos sin trabajo ni dinero que no pueden pagar) agrupa 55.000 dólares en multas. ¿Por qué? Protestar.
Aquí inflan noticias sin publicar nada de afuera. En España, estuvo F. Bárcenas en el partido gobernante (PP) y fugó a Suiza 60 millones de dólares. No los devolvió y no dice de dónde los sacó, aunque relató las comisiones dadas al actual presidente Rajoy. Concesiones, adulación, negociado, robo para ricos. ¿Y al de a pie? Suben tasas universitarias para que no puedan estudiar los de abajo. Escribimos que el 56 % de los jóvenes no tiene empleo ni lo va a tener en los próximos 20 años, mientras jura la derecha que mejorará la situación. ¿Vivirán del aire?
Suben los impuestos, tras prometer bajarlos. La cultura, cine y teatro se arrastran por el suelo, sin ayuda estatal. A los bancos los salvaron con dinero de todos, pero no dan un crédito a nadie. Los que tienen su dinero depositado nunca lo van a recuperar. Peor que aquí en el 2001.
La deuda y el paro. Ambos fueron artilugios de dominación en el Sur. Un poder que denostó el futuro de millones de argentinos, desde que Thatcher y Menem dijeron: “Achicar el Estado es agrandar la nación”, a lo cual siguió una ola de privatizaciones sin parangón en el mundo.
Más tarde De la Rúa y José Machinea decretaron el blindaje por 37 mil millones de dólares. Y poco después volvió Cavallo y lanzó pomposo el megacanje de 49 mil millones…para pagar esos 37. Los camiones llevaban afuera en secreto el dinero de los bancos. Algunos (como el Royal Bank of Canadá) cerraron. Y llegó el corralito. Para los pobres.
España es el país europeo con más paro (26 %), más pobreza infantil, y el que cierra más comercios por mes. ¿La salud pública? Con menos médicos, lista de esperas más largas, copagos de medicamentos dos veces. La ley de aborto de 2010 la rebajarán para que sea peor que la vieja de 1985. Las jóvenes de 16 años que todavía son dueñas de su decisión, deberán pedir permiso a su padre o al juez porque las leyes (¿cuáles, las “naturales” de Tradición, Familia y Propiedad?) señalan que la mujer no tiene derecho a disponer de su cuerpo, tal como dijo la Iglesia hace doscientos años: que no tenía alma. En fin, era una cosa. Aquí aún lo es, a sólo 15 horas de Roma. Donde Francisco es obispo y Papa es legal desde hace 36 años. ¿Acaso la mujer aquí es inferior?
Los jubilados ya ganan menos, el Estado español decretará la cadena perpetua, y la Iglesia registra a su nombre propiedades abandonadas, algo que no puede hacer nadie más. Hay diez mil políticos con fueros, intocables (en Alemania ni uno), mientras cada año decretan indultos por centenares, sin explicar por qué. ¿Y usted aquí se lamenta, lector?
Aún aquí no hubo ajustes como los europeos, que destruyen el trabajo y además fomentan el silencio perruno del empleado, constreñido al silencio para que el patrón no recorte más el sueldo humillante que da. Allá la pobreza facilita distinguir al que manda de quien es mandado. En Alemania la Merkel dijo que el salario mínimo será de 1.700 euros. ¡Bien! Pero a partir de 2017, hoy varía de 1.100 a 450. La cruel ironía.
Aquí el opositor dice ser “demócrata”. Sin dudar apoyó el paro agrario y salió con cacerolas. Detesta a cualquier gobierno progresista. Mide todo por el dinero. Olvida que Sartre dijo que la plata no posee ideas. Salvo reproducirse. El opositor se siente ajeno al que estudia en una escuela pública. No cree que la plata deba producir progreso con paz social. Por descontado, las políticas antisistema lo exasperan. Y más aún esa juventud crítica que aplaude posturas siglo XXI, renovadoras.
Leer los medios corporativos es asomarse a la decisión sin escrúpulos de mirar el mundo con su envenenamiento ideológico. Son capaces de envolver la nada con brillantes conjeturas y estafar al lector simulando una imagen de nobleza, para defenderlo del contagio de la solidaridad.
Prefieren siempre forjar un país silenciado (como en la dictadura, de la que eran cómplices) y hoy olvidadizo. Porque deberían rendir cuentas.
Las herramientas para el entramado social inclusivo precisan en 2015 aumentar la deuda nacional interna. Con mayores medidas populistas. Visite cualquier hospital de la Ciudad y verá todo lo que falta. En varios el paciente debe llevar las sábanas si lo internan. Y el PRO la endeudó un 300 % en dólares. Pagará más de una generación. Esa que lo votó (no va a los hospitales, posee prepaga u obra social) y algunas otras.
Lúcido es quien hoy se queda fuera del desparpajo mediático, y sagaz avizora el futuro sin comprar el chaparrón fugaz del exitismo opositor.
¿Y el intelectual? ¿Debe escribir de modo elitista (como los que tienen complejo de inferioridad) a favor o en contra del Gobierno? Pensamos que no. Tampoco es aconsejable parecer muy inteligente, y tratar de intimidar o seducir al lector con términos confusos. Lo ideal es dirigirse al otro como si también fuera un intelectual, para despertar su razón y que saque sus propias conclusiones. No olvidemos que Sócrates dijo que todo el mundo se revela inteligente si uno lo trata como si lo fuese.
Por el contrario, los medios corporativos (y la tele) lo halagan para que no piense. En medio del Mundial, por rating los opositores hablaban de fútbol, como si no existiera otro tema. Hartaron. Querían arrancarle a la gente emociones salvajes. Y un odio incentivado al hermano Brasil.
¿Por qué? Le aconsejó un viejo novelista a los políticos: “No tratar a la gente como si fuera estúpida ni olvidar nunca que lo es”. Tapan cosas, pues nada causa más dilemas en la política que decir la verdad. Otros dicen que asumirla reivindica el alma. Fue Tom Wolf quien dijo satírico que el intelectual (e incluso el político, acotamos) es “alguien que sabe de una cosa y se empeña en hablar de todas las demás”. Que levante la mano quien en la tele no opinó sobre el Mundial. Puede aceptarse si lo hizo de un modo divertido. O el que, sin ser un especialista, le habla al público sobre un tema de interés general o lo ayuda a conocer algo.
Pero la gente no debe creer que el político o el intelectual tienen más autoridad que ella al disertar sobre un tema del cual no son maestros. Muchos comentan cosas que no entienden bien y la gente los escucha embobada, porque son famosos o influyentes. Ellos “están en la tele”.
Así surgieron los políticos inusuales: deportistas (Reutemann, Scioli), cantantes (Palito Ortega), actores (Brandoni), cómicos (Artaza y otros) empresarios (Macri). Porque el poder es lograr que una persona haga algo que no estaba dispuesta a hacer: votar a aquel partido que no le agradaba o en el que no creía; hasta que aparece una persona que él respeta o ama. Esto demuestra que Platón se equivocaba cuando dijo que los males de la sociedad no se arreglarían a menos que los reyes fueran sabios. Hoy deambulan muchos incultos en política, con cargos de diputados, senadores, gobernadores. Les aplauden sus necedades.
Luego Kant respondió a Platón que no es deseable ver a los filósofos convertidos en reyes, porque la fuerza corrompe siempre el juicio de la razón. Los intelectuales, según Kant, deberían expresarse libremente para hacer luz sobre los asuntos públicos. Sin que el cínico poder los silencie, como es su costumbre. En este momento memoramos que en 1979, al cartearnos con Sábato, le sugerimos salir a proclamar lo que pasaba en el país. Suponíamos que, por su prestigio, nadie lo tocaría.
Una ingenuidad, si recordamos el asesinato del obispo Angelelli. Ese año, en un reportaje en La Nación, Sábato declaró cosas que nadie se atrevía a decir. Quizá no lo hizo antes por miedo. Había ido a saludar a Videla al subir. Pero al filo de los 70 años le dio su valiente espalda. Con aciertos y errores en su vida (jóvenes y soberbios los marcamos, para recibir después su enfadada respuesta), siempre le respetamos como ejemplo del intelectual comprometido con su época y su gente.
En cambio, una airada Beatriz Sarlo se quejó, pues un museo privado cerró el domingo de la final del Mundial. Lo adjudicó al “dominio de la mayoría”. A esta travesura irracional sumó que no vio publicada la foto del Empire State iluminado con la bandera alemana, por “retaceo de la información”. Acusación vacía de sustento que debería dirigir a Clarín, que no consiguió dicha foto. Si uno no piensa con los pies. Jung decía que el ego avanza cada año, se hace más fuerte. ¿Será al envejecer? Sin duda, Sarlo no ignora que un museo privado cierra cuando quiere.
Pero el Museo Nacional de Bellas Artes abrió. Y es un museo público. Sobran los intelectuales averiados, que porque han dejado de creer en utopías y democracia sirven a otros intereses, como ocurre en Europa, donde surgió una epidemia de votos al extremismo de ultraderecha. La UE, desde el inicio de esta crisis, no se compadece con los sueños y esperanzas que depositaron en ella (y en el euro) 27 países en 2001.
Hace 7 años que en Europa exigen reducir los gastos a cada país de la UE y 5 años que van cayendo uno a uno en recesión. Además del enorme paro, les obligan a abonar un tercio de sus presupuestos en intereses, mientras la deuda aumenta (la de España supera el billón trescientos mil millones de dólares). Cualquiera puede entender que la austeridad por sí sola (el austericidio) no sirve. Esa política europea es otro fracaso. Su anhelo por salvar a los bancos y reducir la ayuda a la gente de pie, ya había fracasado en la Argentina menemista y con la Alianza. ¿Adivine quien asesoraba en la Alianza a otra señora? Sarlo.
Con ese neoliberalismo creció la tendencia a negar la lucha de clases y a elogiar la paz social o el “consenso”, que reclaman los intelectuales cipayos. Los hay a montones, informaba Jauretche. Al estilo de Sarlo: “Suben al caballo por la izquierda y se bajan por la derecha”, advirtió. Quizá nadie definió mejor a los hipócritas que Dante: “Caminan en fila lentamente, vestidos con pesadas capas de plomo, dorado por fuera”.
El escritor debe ser competente para oír a la gente y no devolverle su ruido, sino poesía. Por eso la educación y la cultura son dos formas de aprendizaje. Que no sólo dan utilidad económica, sino identidad social. Esa identidad hizo que el Museo Nacional cerrara el domingo a las 14. Pues según Sartre, es inútil un artista no comprometido con su pueblo.