Días atrás Lula habló en Rio de Janeiro, en el marco de una actividad organizada por la CUT -Central Única de Trabajadores-. Allí el ex presidente se refirió con claridad a los hechos de corrupción que se investigan en relación a Petrobras, la empresa energética estatal brasileña. Sin esquivar el bulto de las investigaciones en curso, Lula alegó que “no se puede juzgar a Petrobras por un grupo de personas”, en referencia a los implicados, para luego sentenciar que “el objetivo es castigar a Petrobras y criminalizar la política”. El ex metalúrgico también tuvo tiempo para criticar la cobertura mediática hegemónica sobre el caso, y se atrevió a aconsejar a la presidenta, compañera suya en el Partido de los Trabajadores. “Dilma tiene que levantar la cabeza y decir: ´yo gané las elecciones´”, dijo, mostrando su intención de contrarrestar una fuerte campaña mediática en contra de los dirigentes del PT por este caso.

 

Ahora bien: ¿qué posibilidades reales hay de que el “impeachment” tenga lugar y se haga efectivo? La probabilidades parecen bajas, visto y considerando que, desde Sarney en adelante, todos los gobernantes -Collor de Mello, Fernando Henrique Cardoso, y el propio Lula- han enfrentado momentos donde sus oposiciones parlamentarias han intentado que este proceso se lleve adelante. Sólo en el caso de Collor de Mello -año 1992- esto efectivamente tuvo lugar, acompañado por un proceso de movilización social grande frente a las denuncias de un esquema de lavado de dinero en el exterior. En aquel entonces, una amplia mayoría de diputados -441 sobre 509- definió que avance el “impeachment” y que Collor sea reemplazado por su vice, Itamar Franco.

 

Sin embargo, la disputa en relación a Dilma parece tener otro sentido, más allá del horizonte cortoplacista: se dispone a erosionar a su figura, pero también a intentar esmerilar al gobernante Partido de los Trabajadores de cara a las próximas elecciones, donde el propio Lula podría ser candidato nuevamente. En ese sentido se programa una movilización opositora fuerte -en las principales ciudades del país- para el próximo 15 de marzo, convocada por la oposición conservadora pero contando asimismo con un nítido impulso de algunos medios de comunicación. Incluso uno de los directores de Rede Globo, Erik Bretas, quien dirige la parte de “medios digitales” del conglomerado mediático de la familia Marinho, anunció públicamente, a través de su cuenta en Facebook, que participará activamente de la movilización, lo que produjo un gran revuelo -por el sinceramiento que significa- en la política brasileña.

 

Asimismo, desde las fuerzas que apoyan al gobierno de Dilma se programa una marcha previa -el 13 de marzo- bajo la consigna “por la paz y la democracia”. ¿Tomará Dilma el “consejo” de Lula y apostará a tener un perfil más alto en los próximos días, retomando la iniciativa política en otros planos? ¿Apostará el PT por avanzar en una nueva legislación mediática, visto y considerando que los principales conglomerados de aquel país han decidido jugar fuertemente por el “impeachment”? Se avecinan semanas convulsionadas en la política brasileña, a sólo meses de la votación presidencial que otorgó un nuevo período de gobierno al Partido de los Trabajadores.