Democracia y desigualdad
Son reconocidos los altísimos y crecientes niveles de desigualdad en el país y en el mundo.
La riqueza se ha concentrado en muy pocas manos, ¿cómo eso ha sido posible en países donde el régimen político proclamado es la democracia? Si el gobierno es de las mayorías cómo es que la riqueza es detentada por muy pocos: hay una clara contradicción. ¿Cómo fue factible convencer a muchos que era bueno que la fortuna concentrada en pocas manos fuera conveniente para ellos o que no hay otra alternativa?
Creo que la respuesta hay que buscarla en las falencias de los sistemas democráticos vigentes en gran parte del mundo. No se trata de propiciar otro sistema de gobierno sino por el contrario de procurar una democracia auténtica, es decir que si se quiere desterrar la desigualdad extrema se requiere eliminar los mecanismos con que se han degradado las democracias en gran parte del mundo.
En primer lugar podemos mencionar el tema de la financiación. Las democracias son representativas y las leyes surgen de un parlamento donde se exponen y debaten diferentes ideas, lo cual es un procedimiento adecuado pero hay que tener en cuenta que los que debaten son los miembros de los partidos políticos. Esos partidos no están en igualdad de condiciones para competir en las elecciones, muy por el contrario dependen en gran medida de los recursos financieros con que cuenten y claramente son los ricos los que proveen esos dineros. En Estados Unidos se eliminaron todas las restricciones para que las corporaciones financien las campañas y lo hacen generosamente, claro que no sin imponer condiciones que obviamente se refieren a mantener e incrementar sus privilegios. En mayor o menor medida esto sucede en todos los países. En todo el mundo para hacer una campaña política con alguna probabilidad de éxito se requieren cuantiosos fondos y el resultado está fuertemente relacionado con el monto gastado
En la Argentina si bien existen restricciones fijadas por la ley de Financiamiento de los Partidos Políticos bien se sabe que las empresas más poderosas proveen fondos directa o indirectamente. La ley establece dos tipos de financiamiento: público y privado Se admite que las personas físicas y jurídicas realicen aportes con limitaciones relacionadas con la cantidad de electores Por supuesto hay numerosas formas de eludir esas limitaciones que se hizo patente con el caso en la provincia de Buenos Aires con los aportantes “truchos”, es decir de personas que aparecían financiando la campaña de Cambiemos sin saberlo y que en realidad eran ficticios mientras que quienes hacían esas donaciones quedaban en la sombra. El ex presidente Macri solicitaba a poderosos empresarios que donaran el 1 % de su patrimonio con el argumento que en su gobierno recuperarían con creces ese monto; ya no era el dueño de una gran fortuna que exigía medidas que lo favoreciera para realizar un aporte al candidato sino lo contrario, el mismo candidato ofrecía beneficios a cambio de ser patrocinado.
Con respecto a la financiación pública el 80% de lo que distribuye el Estado lo hace en forma proporcional a la cantidad de votos que el partido hubiera obtenido en la última elección, lo que tiende a cristalizar la situación porque los partidos que obtuvieron más votos son los más financiados por el Estado. Por ello resulta interesante lo que propone la economista francesa Julia Cagé que consiste en otorgar a cada persona en condiciones de votar un bono del mismo valor cuya única finalidad sería el donarlo a un partido político (los bonos no otorgados a ningún partido serían distribuidos de manera proporcional a los recibidos por ellos) y esa debería ser la única vía de financiación de los partidos. Eso significaría un avance pero por supuesto eso no eliminaría la fuerza de los intereses financieros que se ejercen de distintas formas. Por ejemplo la influencia que los grandes aportes realizados por los muy ricos a las universidades (especialmente a las norteamericanas) para hacer que la enseñanza de la economía sea prácticamente monopolizada por los exégetas del modelo neoliberal y eso se trasladó incluso a nuestro país no solo a las universidades privadas si no también a las públicas.
Otro mecanismo fundamental para permitir el crecimiento de la desigualdad global es la prédica de los grandes medios de comunicación que en su enorme mayoría están en manos de las corporaciones cuyo poder económico les permite ponerlos a su servicio. Sólo así se comprende como gran parte de la población ha sido convencida de que lo que beneficia a los muy ricos será también ventajoso para ellos en contra de toda la experiencia empírica. La desconcentración de los medios en muchas manos, no necesariamente de los ricos sino de otros actores sociales como universidades, sindicatos, organizaciones sociales, periodistas, etc. permitirá una mejora sustancial de la calidad de la democracia.
Por último, pero no menos importante es la cooptación del Poder Judicial por los adinerados de los que ya van formando parte a través de prerrogativas inadmisibles como la eximición del pago de impuestos o la posibilidad de jubilarse pero dejando en suspenso el beneficio. El Poder Judicial garantiza los privilegios de quienes están en la cúpula de la pirámide a través de sus fallos. Pero lo más importante es que se ha convertido en la última instancia anulando de hecho lo que puede haber establecido el Parlamento, ya sea mediante subterfugios como el otorgamiento de cautelares sin plazo de extinción, o con el mero trámite de declarar la inconstitucionalidad de las leyes que afecten a las corporaciones. En realidad los jueces en muchos casos convierten en principios de derecho lo que son opiniones que como tales pueden ser opinables. Un claro ejemplo es la declaración de “confiscatorio” a un impuesto cuando grava por encima de un determinado porcentaje, potestad que solo debiera tener el Congreso de la Nación.
No me cabe duda de que la lucha por disminuir fuertemente la desigualdad va de la mano con el combate a todas las formas que degradan la democracia: para mayor igualdad se necesita más y mejor democracia.