Empecemos por definir que es un algoritmo. Es un conjunto de pasos lógicos constituido por “si” y “entonces”, que permite llevar a cabo actividades o tareas del tipo “si” la luz del semáforo es verde ”entonces” avance.

Por lo tanto existen desde siempre pero adquirieron un valor distinto desde el desarrollo de la computación porque pudieron ser incorporados a un elemento no biológico y se fueron complejizando en la medida que las computadoras de hicieron cada vez más potentes y que accedieron a cada vez a más cantidad de datos. Hoy la velocidad de procesamiento y el volumen de los datos es de tal magnitud que no hubiera sido posible imaginarlo apenas unos años antes.

Veamos con un ejemplo que nos dé una idea de cómo se fue dando ese proceso hasta llegar a la inteligencia artificial.

Supongamos que contamos con un auto capaz de circular sin conducción humana, algo que ya existe pero aún en etapa experimental. Por supuesto que para poder hacer esto el artefacto en cuestión cuenta con múltiples sensores que le proporcionan datos sobre el entorno y algoritmos que le permite maniobrar. Veamos cómo se podrían ir complejizando los algoritmos. Para ello vamos a suponer que queremos ver una película en determinada sala cinematográfica. Podríamos indicarle al algoritmo que hace las veces de conductor las calles y avenidas por las cuales transitar para dejarnos en el lugar deseado.

Ese sería el nivel base, pero vamos a darle al algoritmo un poco más de inteligencia diciéndole solo la dirección a la que queremos llegar. Esto requiere dotar al algoritmo de un mapa de la ciudad y de la habilidad para conocer que recorrido debe hacer lo cual es un primer nivel que nos ahorra la necesidad de conocer cómo llegar. 

Si avanzamos otro paso le diríamos al algoritmo el nombre del cine lo que no dispensa de conocer dónde está el cine y requiere dotar al algoritmo del catálogo de todos los cines y sus respectivas direcciones. Hasta aquí el funcionamiento del algoritmo parece perfecto y que lo que hace, es óptimo, sin que haya intervención humana ni otras alternativas a su accionar. 

Podríamos avanzar otro paso y decirle al algoritmo simplemente el nombre de la película que queremos ver lo que nos ahorra conocer en qué cines se proyecta y requiere que el algoritmo sea provisto de un detalle de todos los cines y sus respectivas películas., Pero aquí interviene otro factor, podría ser que la película se proyecte en más de una sala y en horarios no exactamente iguales. Lo que hasta ahora era un requerimiento de datos necesita ahora criterios que son independientes del proceso y por lo tanto deben ser provistos por alguien externo: ¿cómo se decide la sala a elegir: ¿la más cercana, la que proyecte la película dentro de menos tiempo, la más confortable? Como vemos ahora no necesariamente el algoritmo coincidirá con nuestros deseos porque es posible que los criterios incluidos en el proceso sean diferentes a los nuestros.

Aún podemos dar un paso más en nuestro ejemplo: podríamos solo decirle al algoritmo  que nos lleve a ver la mejor película. Es claro que ya no alcanza con proveer más datos como el detalle de todas las películas en cartel. Se necesita proveer de criterios que pueden ser muy diferentes y que darían resultados distintos. Para elegir algunos de la enorme cantidad de posibilidades diríamos que una alternativa es evaluar (con criterios que también pueden ser diversos) las críticas que merecieron las distintas películas. Otra alternativa es considerar la trayectoria de directores, elencos y guionistas, una más sería tener en cuenta el tipo de películas que nosotros vimos y en función de ello seleccionar las que más se asemejan a las mismas. Lo que quiero remarcar es que esos criterios no siguen una secuencia lógica ni provienen de la obtención de datos sino que son exógenos al algoritmo, son incluidos en el mismo por agentes externos. Nada nos garantiza que el resultado sea el mejor, depende del criterio que otra persona introdujo en el algoritmo.

Veamos un ejemplo: el recorrido a seguir por una gran cantidad de conductores es determinado por una aplicación llamada Waze y se supone que es indudablemente el óptimo. Sin embargo también en ese complejo algoritmo hay supuestos provistos por humanos que no necesariamente coinciden con los nuestros. Los recorridos serán distintos según que prioricemos el tiempo (así el algoritmo evitará en la medida de lo posible los semáforos), que prioricemos el menor riesgo de accidentes (en ese caso los semáforos serán bienvenidos), que prioricemos la belleza de los paisajes a recorrer, etc.

El algoritmo que en nuestra búsqueda en la web nos muestra en primer lugar los objetos y las actividades más parecidas a nuestras selecciones anteriores y por lo tanto nos encasillan cada vez más, responde a un criterio exterior al algoritmo mismo, que daría resultados diferentes si el criterio fuera abrir el panorama a nuevas experiencias y a la búsqueda de puntos de vista originales o a una gama de otros criterios. ¿Por qué si en ocasiones pasadas buscamos motocicletas nos muestran prioritariamente lo relacionado con el mundo de las motos y no con la pesca, o los estrenos teatrales, y si nunca mencionamos libros no sería conveniente que nos llevara prioritariamente al ámbito de la literatura?

Lo importante a resaltar es que los algoritmos y por lo tanto la inteligencia artificial que se nutre de ellos no es algo ajeno a los intereses y las pasiones humanas y por ende sus respuestas no son indiscutibles y poseedoras de una lógica y manejo de datos que la hacen infalible. Esa capacidad de procesamiento y manejo de una casi infinita cantidad de datos crean la inteligencia artificial, pero sus resultados están condicionados por criterios  provistos por fuera de ellas y factible de múltiples enfoques.

Quienes incluyen esos criterios son los mismos que se adueñaron de los datos (incluidos nuestros datos) y que tienen objetivos económicos y de hegemonía del poder alejados del bienestar, la paz y el desarrollo cultural de todos los hombres y mujeres sin discriminación alguna.

Puede ser que la inteligencia artificial aporte ventajas y que haga la vida más cómoda pero no creo que nos haga más libres, más solidarios, más buenos, más abiertos a explorar nuevas alternativas, más propensos a gozar del arte y de la vida en general y más dispuestos a rechazar la violencia y en definitiva, más humanos.