Ceremonia de clásicos bajo las estrellas: así fue la vuelta de los Ratones Paranoicos
Una noche no hace mal, claro que no. Y después de tantos amaneceres no dudamos en hacernos presentes en el Isenbeck Rock&Chop para ver la vuelta de una de las bandas más importantes del rocknroll local. Con una gran cuota de nostalgia, no tantos flequillos, pero la juventud intacta, ésto fue lo que pasó en el Hipódromo de Palermo.
Caballos de noche, nunca mejor un título para describir nuestra llegada al Hipódromo esquivando algunas latas de birra y recuerdos de muchas y muchas noches de rocknroll.
Ingresamos temprano pensando quizá que habría alguna banda sonando. Pero no, todo estaba meticulosamente ubicado para que salgan a escena los Ratones Paranoicos, con un escenario realmente impactante.
Pero, antes de la salida triunfal, ¿qué ibamos a hacer en un recital organizado por una marca de cerveza? beberla... para no perder la costumbre. Así que nos acurrucamos en el 'corralito' del fondo: palabra que ya nos remitía un poco a los '90.
Es que, todo era muy noventoso, ¿no? Las topper blancas, las camperitas de jean... de a poco fuimos reviviendo momentos de un pasado no muy lejano que nos deja algo de nostalgia, pero que no nos impide seguir y adecuarnos a los nuevos tiempos.
Y hablando de "nuevos tiempos", a diferencia de aquella época de reviente, los Ratones salieron puntuales, con Juanse vestido de dorado y una cruz en el medio de su pecho (sabemos de su presente cercano a Dios y nos esperábamos algo así). Y la gente lo respeta, obviamente.
Ceremonia y Estrella abrieron el show. Primera impresión: un muy buen sonido, muy prolijo, se escuchaba todo y eso es algo muy difícil de lograr desde el primer tema. La puesta en escena realmente muy interesante, con luces variadas y un campo acogedor... ¡no! no estoy haciendo alusiones sexuales, realmente se estaba muy cómodo cerca del escenario. Supongo que muchos ebrios se quedaron en el fondo tratando de sacar su vasito, y cuando escucharon los primeros acordes se agolparon de la mitad hacia atrás.
"Fue por ustedes", gritó el cantante luego de arrancar el show. No hace falta enumerar los temas, creo yo, porque como saben fue una sucesión de clásicos, uno tras otro: los mejores temas de una extensa carrera en poco más de dos horas y media de recital.
Es un vicio el rocknroll. Sí claro, y la malta en líquido también... por eso intentamos volver con mi amigo 'Dani' a buscar otro vaso de tirada pero quedó solo en eso, un intento. El lugar estaba realmente abarrotado de gente y nos tuvimos que conformar con caramelos. Sí, caramelos: menos rock que la revista Para Tí.
Sobre el escenario seguía la música. Y además de los cuatro fantásticos, la banda parecía haberse agrandado para la ocasión con el pianista de Calamaro, Germán Wiedemer, quien acompañaba con las teclas. Como también habían conformadas una sección de tres vientos y otra de tres coristas, que hacían que la cosa suene mejor aún.
Con baladas como Isabel y Carol me vino la nostalgia. Miro a mi alrededor y noto cómo cambiaron las cosas desde hace unos años para acá: las lenguas de los Stones están un poco más estiradas y redondeadas, los flequillos no son adelante sino atrás, el tiro alto se hizo bajo, y los que antes estaban adelante agitaban unos metros más atrás, sabiendo que la cervical no aguanta para mucho más de dos horitas.
Sí, también los paraguas y las banderas estaban en el medio, pogueando, mezclando viejas con nuevas generaciones de rockanroleros. Pero en general podemos decir que el público estaba más tranquilo que muchas noches de descontrol (otro indicio de que los tiempos cambiaron). Es que, el propio Juanse es otro tipo a aquel que estaba en cuero y con la carretilla desacomodada. "Gracias a Dios y a ustedes", enfatizaba.
Perdón que me ponga nostálgico, pero la banda anunció a "un amigo que cuando la banda se estuvo por disolver" los acompañó en todo momento. Y se trataba del primer disoluvle y recordado bajista paranoico, el 'Zorrito' Von Quintiero. A pesar que su llegada el escenario nos llenó de expectativa no se colgó el bajo. Sino que se puso detrás del teclado y nos faltó esa electricidad del Zorro, muy diferente al groove blusero de Pablo Memi.
Lo que no faltó fue Juanse subiéndose a la estructura. Algo característico de él, pero que en esta ocasión no fue producto de aquel 'reviente' -como antes dijimos- sino de reivindicar aquellos tiempos en complicidad con el público que gritaba: "¡Grande Juanse!". Muchos se reían entre dientes y afirmaban: "Yo sabía que lo iba a hacer".
Después de Enlace llegaría el final de la mano de un verdadero himno, 'Para Siempre', donde el front man le cambiaría ligeramente la letra: en vez de decir "no tengo religión, tengo ansiedad", expresó "ya tengo religión, no tengo ansiedad", una frase que sintetiza muy bien su presente alejado de la drogas y con una fuerte pertenencia espiritual.
Aunque al final la frase que más nos llamó la atención fue: "No nos vamos a despedir, pero vamos a tocar el último tema", con lo que dejó la puerta abierta. Si bien una noche no hace mal, tampoco lo haría una segunda o una tercera o, ¿quién dice? Quizá la dosis de rocknroll haya sido disparador para algo nuevo.
Con esa idea nos fuimos, esquivando muchas latas de birra, encarando para Plaza Italia siguiendo al malón. Las topper se volvieron a gastar, las remeras se volvieron a rasgar... pero por sobre todas las cosas, todo salió bien.