La oscura hipótesis sobre el avión malasio de la que no hablan los medios
Entre los 239 pasajeros viajaban cuatro socios de uno de los clanes financieros más poderosos del mundo. Con su muerte, la quinta parte heredó el 100% de una patente de semiconductores.
¿Hay una pieza que falta en el rompecabezas del caso sobre el avión de Malaysia Airlines? ¿Los grandes medios internacionales son controlados por personajes que desconocemos? ¿Hubo otros intereses que motivaron a la desaparición del avión más que un piloto suicida o un ataque terrorista?
Todos los interrogantes surgen a partir de una extraña investigación que de un día para el otro, sin pruebas claramente visibles, dio por sentada la destrucción total de la nave y la muerte de todos los que iban a bordo, sobre una investigación realizada por una empresa británica.
Un dato que destacaron pocos medios alternativos mundiales -fuera de las grandes agencias con principales capitales en Washington y Londres- fue la existencia de cuatro altos empresarios chinos que viajaban en el MH370.
Se trata de cuatro empleados de la empresa Freescale Semiconductor, de Austin, Texas. Esa firma pertenece a la multinacional Blackstone, cuyo propietario es el famoso multimillonario y financista de Wall Street, Jacob Rothschild.
Los Rothschild son una dinastía de financistas y banqueros ultracapitalistas fuertemente ligados a otros personajes como John D. Rockefeller o George Bush, con base en Londres, pero fuerte presencia en Wall Street y en toda Europa.
Fueron los propulsores del Nuevo Orden Mundial, iniciado con la creación del Sistema de Reserva Federal en EEUU, y aparte de ser financistas de Monsanto y la industria farmacéutica, también están vinculados con los principales medios de comunicación internacionales como Associated Press (AP), Reuters, Agence France-Presse (AFP), Agencia EFE, entre otras.
Cuatro días después de que el boeing de Malaysia Airlines desapareciera, una patente de semiconductores fue aprobada por la oficina de patentes de EE.UU.
La patente se divide en partes de un 20% entre cinco titulares: una es la propia empresa Freescale Semiconductor de Rothschild, y las otras cuatro, entre los chinos Peidong Wang, Zhijun Chen, Zhijong Cheng y Li Ying, todos ellos de la ciudad de Suzhou, todos ellos pasajeros del MH370, todos ellos, aún, desaparecidos. Para el gobierno malasio y los investigadores ingleses, muertos.
Si un titular de la patente muere, entonces el resto de los titulares comparten en partes iguales los dividendos del fallecido, si no se disputa un testamento previo a su muerte. Si cuatro de los cinco titulares mueren, sus partes pasan al único que queda vivo. Por ende, el 100% de esta patente -aún desconocida- pasaría a pertenecer a los Rothschild.
Sumado a esta casualidad, está el marco de una investigación que sólo puede catalogarse de "rara". Con satélites que pueden llegar a leer lo que dice un periódico en cualquier ciudad del mundo, pero que no pueden encontrar a una aeronave completa ni a ninguna de sus partes o pasajeros.
Con pruebas avistadas por aeronaves chinas, pero que increíblemente no pueden ser encontradas por el mejor avión de patrulla marítima de EE.UU. ni por la búsqueda intensiva de una decena de países.
De repente, de un día para el otro, el primer ministro malasio dio la noticia que el avión había sido estrellado y todos los que iban a bordo habían muerto. A los familiares de las víctimas, se les avisó mediante mensaje de texto en inglés, de una forma muy extraña.
Los familiares de los que viajaban en el avión presenciaron una marcha hacia la embajada de Malasia en Pekín y hacia las oficinas de la aerolínea, pidiendo "pruebas fehacientes" de la destrucción del avión y hasta en algunos casos diciendo "no creer" nada de lo que decían las autoridades.
Mientras tanto, lo único que queda del boeing de Malaysia Airlines son sólo interrogantes. Signos de pregunta en medio de un mar de dudas e hipótesis, ya descartadas por los grandes medios y los gobiernos occidentales, pero todavía presentes en los sentimientos de la gente.