Una intervención artístico política contra Trump lo desnudó en varias ciudades de EEUU
Con inspiración en la fábula del rey desnudo de Hans Christian Andersen, el colectivo de artistas INDECLINE colocó varias estatuas del magnate en Nueva York, San Francisco, Los Angeles, Cleveland y Seattle.
El proyecto artístico y político del grupo INDECLINE se llama "El emperador no tiene pelotas" y se relaciona con la intervención realizada sobre su estrella en el paseo de la fama en Hollywood a la que se le colocó un muro como el que planea construir en la frontera con México en caso de ganar las elecciones.
Con ánimos de mostrar que Trump es más un "potencial" ejecutivo antes que un verdadero cambio en la política estadounidense, desde el colectivo artístico también tomaron el rasgo narcisista del candidato de querer erigirse como una "salvación" a través de sus discursos xenófobos y racistas.
"Te guste o no, Trump es una gran figura actualmente para el mundo de la cultura", destacó uno de los artistas- que no reveló su nombre- en diálogo con The Washington Post y señaló que "Mirando hacia atrás en la historia, es así como este tipo de figuras eran recordadas e idolatradas... con estatuas".
Con una piel reptiliana, un pequeño pene- que remite al trabajo de la artista la artista Ilma Gore- las estatuas pueden verse en distintos puntos muy concurridos de Nueva York, San Francisco, Los Angeles, Cleveland y Seattle.
Las estatuas están firmadas por "Ginger", un artista asentado en Las Vegas que suele hacer maquillaje y máscaras para convenciones y que fue convocado por el grupo INDECLINE. "Ginger" aceptó el trabajo y aseguró: "Trump es otro monstruo, así que estaba en mi salsa cuando tuvo que crear estas monstruosidades (las esculturas)".
"Ginger" planteó que quería darle a Trump un "look constipado" para dar cuenta de su frustración a la hora de competir en las próximas elecciones.
Los miembros de INDECLINE hicieron apuestas para ver qué ciudad destruye primero estos adefesios que representan a uno de los candidatos para la Casa Blanca.
Fuente: The Washington Post