Luvi Torres presenta 'Ser el agua': El agua que sos, el agua que somos
En el estudio o sentada en un parque, Luvi modifica la materia con su voz: "Todas las personas tienen que animarse a construir su propia historia, portar su propia voz y hacerse cargo con eso de qué es lo que le comparten al mundo", predica consciente de las trabas de esta época: "Nacemos de la limitación. Es muy difícil decirle a alguien ‘che, fluí’. Es poner la mente al servicio del cuerpo, hacerse cargo de ese sonido". Un domingo mojado es la excusa perfecta para entender qué es SER EL AGUA, esta noche a las 21 en Café Vinilo.
Es sábado al medio día, y Luvi (Luciana Victoria Torres, 25 años) llega unos minutos tarde al ensayo con la sección de vientos -ensamble Vasco Russo- que tocará en la presentación de su disco, SER EL AGUA. Con un sonrisa saluda a los músicos y les obsequia una copia a cada uno. Recién despabilada, y con un mate caliente entre sus manos, se mete en una conversación sobre juegos de la niñez, y de ahí su historia en imágenes comienza a llenar la memoria de mi grabador.
Una de las primeras palabras que no tarda en adueñarse de su relato, es 'crisis'. De las tantas turbulencias que recuerda, como pasos para convertirse en mejor persona, la más antigua dejó una marca indeleble: "Energéticamente, crecer al lado de una montaña, me marcó mucho. Nací en Quilmes, mi mamá era de Don Bosco y mi papá de Wilde, donde estamos viviendo ahora. Apenas mi viejita me da a luz, nos fuimos a vivir a San Juan. El contraste de volver acá, y encontrar a la naturaleza como con un delay, me afectó".
Pero fueron los azares del destino, los que recalcularon la dirección a seguir ante otra crisis: un estado emocional necesario en Luvi, como el paso natural del agua, por ríos, mares y océanos. "A los 8 empecé a estudiar canto lírico", puntualiza Luvi y detalla en su descripción la mini sala de teatro que aquel profesor, Horacio Aiello, tenía en su casa: “Tenía un escenario, como un telón, una serie de butacas de terciopelo rojo, un piano de cola que me dejó con la boca abierta, el techo pintado con estilo renacentista”.
"Mi prima tenía 12 y fuimos a ver si la tomaba para sus clases. Cuando me vi a mi me descartó por completo, porque era muy chica. La clase era todos vocalizando,de manera muy técnica, impostada, y le tenías que dar en el clavo, como sea, no importaba cómo lo lograras. Mi tía lo convenció de que me escuchara y todavía no me explico cómo, pero lo que el tipo quería, que diera en la tecla, que afinara, lo hice. El tipo se paró, la miró a mi vieja, me miró a mi. ‘Esta chica tiene impostación natural’ le mandó. Pasé dos años y medio, tratando de alcanzar una nota, sin disfrutar el trayecto", repasa la anécdota en la que detectó que había algo dentro suyo para mostrarle al mundo.
En la adolescencia pasó por el rock, varios subestilos de blues, jazz, gospel, spiritual. "En un festival de jazz, la veo por primera vez a Liliana Herrero con Adrián Iaies. Lo que hace ella ya es bastante polémico para el folclore, lo veía como algo extraño. Recuerdo que en un momento tira una nota imposible, que quedaba rarísima, y el mismo tiempo se paró de un salto", relató sobre una época en la se preguntaba sobre "sentir la tierra".
"Después linkeando su repertorio me encontré con el 'Cuchi' Leguizamón, Atahualpa, con el 'Chango' Farías Gómez, Cafrune, Mercedes Sosa, Violeta Parra… '¿Qué estoy haciendo que no hago algo para aportar a eso?', me cuestioné", admite sobre su llegada al folclore.
"Esta es nuestra tierra amémosla, compartámosla. Desde chicos nos enseñan que la buena música viene de otro país: que el rock ´n´roll de Elvis es mejor que el de los Ratones Paranoicos. El rock´n´roll nació en esa tierra, y por lo tanto, ahí vibra mejor. Entonces al escuchar esa música me di cuenta qué es lo que mejor vibra con mi tierra y conmigo", confiesa.
SER EL AGUA
Ahora, estamos sentados, apoyados en una gran palmera en el Parque Centenario, y Luvi se siente lo suficientemente cómoda como para definir el porqué de la fuerza que tiene su voz, de la penetración de sus cambios armónicos y de la versatilidad de sus cuerdas vocales: "Yo hoy puedo decir que soy una intérprete de folklore argentino, pero si vamos a lo que mi corazón le nace cantar, es esta música que estoy cantando. Ahora, es SER EL AGUA. Algo que responde a mi necesidad de pregunta, de ser mejor persona. Y eso tiene una carga más allá de lo sonoro, una poderosísima carga espiritual".
-¿Cómo aprendiste a transmitir tu contenido, con la voz?
-Con el tiempo me fui dando cuenta de que con la voz podía programar cierta energía, cierta frecuencia, para modificar una materia y transmitir un mensaje que fui depurando solamente volviéndome una mejor persona. Soltando los velos del ego, destrabar energías en mi, para generar cosas constructivas y propias con mi canto. Eso es algo que siento que todas las personas se tienen que animar: construir su propia historia, portar su propia voz y hacerse cargo con eso de qué es lo que le comparte al mundo. Es muy simple, se reduce en una frase: sé tu mismo. Permitirse dar lo que uno tiene para dar.
-¿Cómo fue ese camino?
-La mayor parte de mi vida estuve en crisis. Estuve en lugares super trash y en lugares de conexión hi fi, con la naturaleza, pero tuve que bucear por oscuridades intensas que van incluso, más allá de una misma. Nacemos del dolor y vamos a ver qué hacemos con eso para transformarlo, es puro aprendizaje. Entregarse a ese aprendizaje es ir más allá de la música. Y cuando se da esa conexión, la música hace de uno lo que ella puede hacer, esa vibración que modifica la materia: me llegó al corazón, me tiembla esto, me titila el ojo, y a partir de ahí es full color, si te subís en ese botecito…
-Vendés tus clases con la frase "podemos sonar, podemos sanar" ¿Cuál es tu manera de compartir toda esa información?
-Uno podría ir por el mundo diciendo ‘sé tu mismo, fluí’. Pero como estamos tan trabados por la sociedad, la cultura, los miedos de la propia familia de contención, las metas. Estamos tan condicionados por nuestro pasado y nuestro futuro que nuestro presente es incierto. Nacemos de la limitación. Es muy difícil decirle a alguien ‘che, fluí’. Los orientales dicen: sabiduría es práctica. Es poner la mente al servicio del cuerpo, del corazón. Generar congruencia. Sanar -que podemos traducir en crear- es hacerse cargo de ese sonido. Cuando uno toca tiene la intención de pegarle a la nota y decir ‘esta nota va dedicada a mi viejo’. La intención es lo que le da vida al sonido. Hace que esté puesto al servicio de algo.
Hoy se que el primer paso de una terapia sonora -como me gusta decirle a mis clases- es reconocerse uno, aceptar lo que le pasa, para aceptar el paisaje de las posibilidades que se nos habilitan. Validar toda la información que te da la voz, que es una fotocopia de lo que le pasa al alma. El canal ancestral más poderoso y antiguo de lo que sea.
-¿Cómo preparás tu cuerpo para transmitir tu arte?
-El cuerpo es ese alma, más que la mente. Para preparar el cuerpo, a mi me viene una palabra que es muy mística, que es fe. Pero es la fe unida a la práctica y es la práctica desprovista de la mente. Ya no estoy transitando para llegar a… tendemos a vivir una vida por metas… Y cuando llegás ahí, te querés morir porque ni si quiera es como lo imaginabas. Cuando empezás a sentir que nuestro trayecto, el hoy, es la gratitud, la gratificación de nuestro don, servicio, alegría… Voy a estar por momentos en la iluminación y por momentos en el barranco, chapoteando en el barro, viendo si encuentro una burbuja para respirar. Eso es experiencia y eso es vida. Si validamos esos momentos, y tenemos menos momentos de barro, todo hará crecer nuestra intención y afinar nuestra práctica. Flashamos tener el control de algo, y después te das cuenta que a medida que trabajás por vos mismo, yo puedo decirte que el disco mío se terminó solo, cuando quería terminarse. Cuando me miró y me dijo ‘bien, hiciste esto por vos y por los demás. Fuiste mejor persona, entonces, fuiste mejor artista.
-En alguna de tus canciones llamás al agua 'Dios'.
-Tuve una época en que escuchaba la palabra ‘Dios’ y sentía un escosor. Es una palabra con cierta carga muy chota: la Iglesia, un cura abusador, estructuras falsas que nos limitan y que generan miedo, restricción. Jaula. No soy, no sé, pero esto me contiene. Por las dudas, le rezo, a ver si hago algo mal. Es como de vuelta poner afuera a ese Dios. SER EL AGUA es ese tránsito de decir ‘soy yo. Yo soy el agua que puede fluir, que puede alimentarme y alimentar este suelo. Hacerse cargo de que uno es. Siento que cada vez que llamo a Dios, no veo una cara un cuerpo o algo posible de concebir como algo limitado, sino como todo, todos y uno mismo ahí, transitando y dejando de estar solo.
Cuando vos sos el agua, sos el agua toda. Sos la lluvia que cayó, la tormenta que devastó una ciudad -porque tenía que pasar, aunque nos cueste entenderlo, comprender que una crisis es lo que tiene que pasar- a veces el río será caudaloso y otras tendremos que ver que es un hilito, para saber que no la estamos cuidando bien. Son muchas palabras, pero la música está y siento que refleja lo que ahora -mal- trato de explicar.
-¿Cuáles son los marineros que llevás navegando en tu barquito?
SER EL AGUA se hizo con hermosas personas. Con el nacimiento de las canciones, llegaron a vincularse los primeros músicos: la primera fue Caro Grinspan. “Ella es la gran maestra. Con ella fogueamos los temas, los salimos a tocar, arreglar para el grupo. Con ella creamos como un nidito, que contuvo el cambio de pensamiento que tiene un músico al armar una banda, el tire y afloje en las decisiones y me terminé dando la razón al ‘Flaco’ Spinetta: ‘todo camino puede andar’.
Cuando SER EL AGUA empezó a tomar forma yo vivía en Salta. Pasó que sobreviví a una creciente -era un lugar en el que hacía años que no llovía- y en ese momento estaba con un compañero anterior, que tocaba el bandoneón. Y él fue quien vio el proceso ese de cantarle al agua. Entonces descubrí que había que enviarle una vibración al agua para que se amanse. De esto habla Masaru Emoto. Si el agua escucha, yo quiero cantarle al agua. Quiero que mi vibración se aplique a algo”.
Después de eso llegan Sebastián Sosa y Matu (Martín Longoni). Yo estaba en un concierto cantando con Ernesto Snajer, y Sebastián Sousa (ingeniero de grabación de SER EL AGUA) me propone grabar mis temas, para presentarme después a Matu (bajista y productor del disco) que hoy es mi papá musical. También cumplió un rol de contención muy especial: hubo sesiones de grabación que llegaba con el instrumento roto y llorando, pero no llorando porque se me había roto el instrumento, sino que se me había roto porque estaba llorando. No cualquier productor se banca ese proceso y lo acompaña.
Luego de propuestas que chocaban con SER EL AGUA, Sebi -que le vamos a decir el visionario- fue quien impulsó el proyecto cuando todo estaba parado. Pero la realidad, es que se fueron sumando bocha de amigos: ‘Tiki’ Cantero, Ernesto Snajer, Gaby Kerpel -con quien habían laburado en Fuerzabruta- Camilo Carabajal -con quien trabajan en un ensamble de bombos legüeros, Metabombo- Paz Ferreira, Mariana Baraj. Cuando nos queríamos dar cuenta, teníamos 170 invitados. Por eso SER EL AGUA tardó un año y medio.
Después de grabar, Carito deja la banda y entra Gonzalo Arévalo, en percusión, que es el “abanderado”. Es un ser de luz, todas las músicas del mundo lo parieron. Es un animal con la información percusiva de todo el mundo. Muy estudioso y aplicado, técnico, la facilidad de fluir como un animal, con la idea de hacerlo bien. Con conocimiento domina la naturaleza.
También se sumó el ‘monje zen’, que es Renzo Baltuzzi. Un amigo de toda la vida, en guitarra y efectos. El chabón en vivo está levitando. Seguridad, plácida en su lugar, puro amor. También tiene momentos de ‘loquito’, dónde tira dos notas, las notas de dios y en su simpleza está su talento. Tiene la sensibilidad de dar en el momento justo, en el lugar preciso. A veces, le pinta el ‘Atahualpa distortion’. Estoy encantada con la humanidad de SER EL AGUA.
La reciente incorporación es 'Andru', Andrés 'Caio' Reboratti, que vino a dos ensayos, y desde el primero hizo lo que tenía que hacer, aunque estuviera zapando. Es el enviado, es un tipo fogueado -músico de la banda de Kevin Johansen- y no tiene problemas, le decís los acordes y hará su solo de la mejor manera. Puede no conocer la canción que igual lo hará bien.
Café Vinilo, domingo a las 21
Ahora conversamos con Luvi en mi auto, mientras la acerco hasta un nuevo ensayo. Ella agradece el favor y yo el sacudón de cabeza que me dieron sus palabras. Hoy, mientras escribo y espero con ansias el show, los invito a salir a la calle y dejar que esta lluvia torrencial los lleve por su cauce hasta Gorriti y Bulnes, y a pensar qué es SER EL AGUA, escuchando la música que Luvi vivió y sintió para después compartir.