La increíble historia del falsificador que engañó a todos durante 30 años
Mark Landis es una verdadera rara avis en el mundo del arte estadounidense. Durante tres décadas obsequió falsificaciones a museos y galerías por "puro amor al arte" y a la necesidad de reconocimiento.
"Sabía que el museo quería cuadros de cowboys y eso fue lo que hice" dice Mark Landis sin ningún tipo de culpa a su entrevistador de la BBC, Jason Caffrey. Durante 30 años Landis fue visto en el mundo del arte estadounidense como un filántropo, un adinerado coleccionista que regalaba obras a galerías y museos.
Después de décadas su mentira fue descubierta por Matt Leininger el administrador encargado de examinar nuevas obras de arte en Oklahoma cuando notó que eran varios los museos que recibian duplicados de Landis.
Sin embargo fue imposible enjuiciar a este "generoso coleccionista" ya que no había delito porque no vendía los cuadros sino que los regalaba.
"Obviamente no es un crimen regalar una pintura a un museo y me trataron como realeza. Una cosa sucedió a otra y seguí haciéndolo durante 30 años", dice Mark Landis a la BBC.
Ante tan extraña situación fue el mismo Leininger que decidió organizar una muestra con todas las falsificaciones de Landis en una especie de homenaje irónico al mundo del arte y los coleccionistas, el último 1 de Abril que es el "Día de los Inocentes" en Estados Unidos.
La primera falsificación donada por Landis fue a mediados de los ´80 cuando entregó a un museo en California la supuesta obra del artista estadounidense del siglo XX Maynard Dixon. "Fue un impulso para impresionar a mi madre. Siempre admiré a los coleccionistas ricos en la televisión regalando pinturas a museos", explica el hombre.
"Les puse el nombre de Maynard Dixon porque eso era lo que quería el museo", relata. "Él era un artista cowboy, así que fui a la biblioteca y saqué unos libros de fotografías de indígenas estadounidenses y copié algunas de ellas" exclama el inimputable Landis que desmostró tener un verdadero talento artístico para la falsificación. Generalmente lograba realizar las copias en un par de horas y las "avejentaba" manchándolas con café rancio.
Landis logró avergonzar a decenas de galerías y museos que aceptaron gustosos sus falsificaciones. Leininger cree que algunas instituciones eligieron callar para no perder prestigio.
"Soy como Pinocho", aseguró Landis y agregó: "Uno deja que la conciencia lo guíe. Si algo no está bien, uno más o menos sabe. A mi no me preocupaba que me enjuiciaran".