Iván Moiseeff: ''La conquista de pequeños espacios de placer como si fueran epopeyas''
La novela "La naturaleza es la iglesia de Satanás", editada por Eduvim y ganadora del Premio Azabache 2014, es la primera de Iván Moiseeff. Poeta, editor, gestor cultural y gran observador.
Dialogar con Moiseeff es escucharlo pero como si se lo leyera. Habla con imágenes que luego sabe llevar a la poesía y que ahora transformó en prosa; imágenes pregnantes en detalle como "el escote circular del suéter donde un jaguareté turquesa estira la cabeza hacia una vía láctea hecha en punto arroz".
"La naturaleza es la iglesia de Satanás" parece pura teoría schopenhauriana: "Toda satisfacción, o lo que comúnmente se llama felicidad, es , por su naturaleza, siempre negativa, nunca positiva". El protagonista adolescente recibe una maldición de una bruja: "Cuando te cojas a alguien, ese mismo día vas a caer muerto". A partir de esa premisa la trama va en busca del milagro y de las sutilezas.
Con una prosa pausada y reflexiva, donde el mundo adulto muchas veces funciona como paradoja y se lee más inseguro e ingenuo que el de la adolescencia, Moiseeff nos introduce en una historia en la que el hechizo funciona.
Personajes que se desenvuelven y muestran sus diversas facetas hacen que la novela le escape a la pura dicotomía del bien y del mal. Donde lo natural, la voluntad, se vuelve una necesidad.
Un libro dentro de un libro como recurso para buscar más respuestas, el deseo y miedo como motores donde está lo romántico pero siempre solapado por el encantamiento perverso de no poder gozar.
"Era increíble que eso pase entre dos cuerpos. Que uno quiera y otro quiera que el otro quiera", escribe el autor que si bien trabaja con la idea de una iniciación no se queda ahí y la lleva a escenas de goce narradas sin apuro y detalladas.
Moisseff escribe una novela del temor ante el disfrute urgente e inevitable. Cuando lo natural funciona como salvación frente a cualquier hechizo.
—Al igual que en algunos de tus poemas lo fílmico actúa como uno de los gérmenes de inspiración; elegiste nombrar a tu novela con la perturbadora y particular frase de Lars Von Trier en Anticristo ¿fue éste un disparador o llegó después de empezar a trabajarla?
— El título apareció mucho después. En realidad fue una foto que vi en Tumblr una noche. Esos típicos collages digitales de paisaje cautivante más frase en helvética itálica encima. Me gusta mucho Tumblr, me parece que hay una sensibilidad poética actual y poderosa que fluye en sus formatos, sus fotogramas resignificados en gifs animados, sus poemas sin corregir, los montajes caseros y otras piezas así. Algo de experiencia muy intensa y efímera. La frase me atrajo para ponerla en el título de la novela porque arrastra esta idea de que a veces los mundos en que habitamos son radicalmente opuestos a lo que pensamos. Es una idea que se puede ver en películas como They Live! de Carpenter, donde los protagonistas descubren que el sistema político en que vivimos es en realidad una maquinaria de dominación extraterrestre, hasta los cataros, que creían que el diablo había vencido a dios y la Iglesia era un montaje del demonio para ocultar su dominación, pasando por todas las teorías de la conspiración o los paisajes idílicos al inicio de las películas de terror. Me gustaba la frase porque me parece que representa una intuición muy fuerte en la adolescencia: que el mundo al que fuimos arrojados, contrariamente a su aparente racionalidad y orden, está regido por la violencia y el caos.
Luego descubrí que la frase era del Anticristo pero el vínculo de la novela con el cine va más por crear ciertas ambientaciones que tengan las propiedades de películas de Roman Polanski o Darío Argento, dos que me gustan mucho.
— En tu familia se cuentan historias de brujas, fantasmas y misterios en el campo, en Santiago del Estero ¿cómo fue tu relación con ese mundo de lo popular de chico, adolescente y ahora de adulto?
— Mi abuela era santiagueña y sus cuentos de antes de ir a dormir eran una mezcla de literatura rural cruzada con La Dimensión Desconocida. Siempre proyectaba un halo de misterio sobre los campos y montes. Mi madre solía revelarnos sus encuentros con aparecidos (frecuentemente visitas aterradoras: asesinos de bebés, amigas con enfermedades terminales, etc.) y mi hermana mayor tenía momentos de angustia visionaria (la revelación en un sueño de la muerte inminente de “alguien conocido” y así).
Tanto en la niñez como ahora este entorno me dio la impresión de vivir en un mundo que, a pesar de su modernidad y tecnología, sigue teniendo zonas encantadas. Pienso que muchas creencias de la gente, sus sentimientos y muchos movimientos estéticos tienen algo del orden del hechizo: te mueven hacia alguna dirección y sostienen el camino, funcionan como encantamientos.
— Una vez señalastes que considerás a la literatura como una gran conversación de muchas personas, en La naturaleza... las voces principales son las de adolescentes ¿cómo fue trabajarlas saliéndote de una mirada retrospectiva?
— Escribir sobre la adolescencia me impulsó a recordar mi propio pasado, claro, ese sentimiento de asombro que tienen los primeros descubrimientos, pero también quería que los personajes compartieran cierta atmósfera de otros adolescentes o preadolescentes que me gustaron mucho en el cine y los libros porque finalmente los libros, las películas, las canciones son parte del linaje cultural de uno, para mí ejercen una influencia tan grande como los padres, la escuela o los amigos. Adolescentes como el niño de Corazones en la Atlántida de Stephen King, los pibitos de las películas de Gregg Araki, los protagonistas de El diablo sobre las colinas de César Pavese, los nenes de Los Lemmings de Fabián Casas, Donnie Darko de Richard Kelly, entre otros. O sea, más allá de la mirada retrospectiva trabajaba con la constelación de adolescentes de ficción que me resuenan, una constelación que ahora que me preguntás veo que el signo que forma es el de la melancolía y la conquista de pequeños espacios de placer como si fueran epopeyas.
— Como en Las trillizas doradas hay un nudo sexual en el relato, sin embargo en la novela se despliega la idea romántica de redención ¿hay bondad hacia tu personaje?
—Me gusta mucho la literatura erótica, lo sexual me parece un paisaje muy atractivo para proyectar historias. Sea porque hay algo ahí que se toca con la aventura (la idea de ir hacia lo desconocido, la idea de la exploración o el descubrimiento), sea porque hay algo de condensación de varios sentidos, sea porque lo disfruto. Me cuesta ver relaciones con los personajes porque en general cuando escribo no pienso tanto en personajes sino en ambientaciones o en efectos de sentido, lo que no quita que haya redención, bondad o ternura pero me cuesta pensarlos.
— ¿A quiénes estás leyendo?
— Pasé por Campamento de Poesía en el Konex y ahí levanté libros como Nunca supe tener novio, de Violeta Pastoriza, Captcha de Noe Vera, Demasiado tarde para morir joven de Antolín y El condensador de flujo de Walter Lezcano. Todos libros breves e intensos que podés leer en una noche y te quedan frases rebotando y, en muchas páginas, te obligan a releer y decir “qué bueno esto”. Me parece que es una linda época para la poesía, todo el tiempo libros fascinantes.
— Me comentaste que la editorial Clase Turista tiene proyectos para este año ¿algo que quieras contarnos?
— Queremos hacer algo con moda y arquitectura, pero todavía le estamos dando vueltas al deseo.
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La naturaleza es la iglesia de Satanás de Iván Moiseeff
Novela, 2015
Eduvim Literaturas
Páginas 124