Rosario Bléfari: “Eso es el arte, una sensación de libertad”
La mítica banda “Suárez” vuelve al vivo con su música y su propuesta de libertad. Rosario Bléfari cuenta sobre el regreso en esta nota y se suma Fernando Blanco para hablar del documental “Entre dos luces”.
En el torbellino musical de los 90 un puñado de bandas audaces plantearon una alternativa que fue creciendo a base de talento, trabajo artesanal, bellísimas canciones, letras hipnóticas y un sonido envolvente y arrasador. La más contundente en su apuesta fue “Suárez”: la banda de Rosario Bléfari, Fabio Suárez, Marcelo Zanelli, Gonzalo Córdoba y Diego Fosser que atravesó la década con cientos de presentaciones en sótanos, boliches y centros culturales, y dejó un legado de cuatro grandes discos de rock y experimentaciones que hoy son material de culto. Sus integrantes encararon distintos caminos dentro de la música hasta que en 2015 la aparición del documental “Entre dos luces”, de Fernando Blanco produjo el milagro, y volvieron a brillar en el escenario. En estos días preparan un show único en Ciudad Cultural Konex, con su proyecto más romántico y visceral.
Rosario no para. Ensaya todos los días con Suárez para el show que darán el 4 de marzo en el Konex y en unas horas sale de gira con su nueva banda Sue Mon Mont. Es tarde y en un bar de Parque Chacabuco sigue coordinando sus actividades profesionales y familiares por teléfono. A la vez, una extraña calma y alegría la rodea y no pierde el hilo de la charla. Es hiperactiva y tranquila. La vimos en “1000 Boomerangs”, la película de Mariano Galperín que tuvo su homenaje en el ciclo de La Nave de los Sueños y con un protagónico en “Los Dueños”, de Agustín Toscano y Ezequiel Radusky. Hace poco terminó la filmación de “Pozo de aire”, la nueva película de Milagros Mumenthaler que se estrena este año, y estuvo organizando el ciclo de lecturas “Alrededor” en el Museo del Libro. En ese marco habló sobre el arte, la música y la experiencia artística.
-Suárez fue una banda que propuso una mirada del rock que no tuvo que ver con el rock épico, de estadios, sino que tuvo una mirada mucho más crítica e introspectiva...
Rosario - En ese momento lo que más necesitábamos era hacer las cosas, tener una relación con la música que no implicara nada que nos hiciera sentir incómodos. En esa época la figura y los sueños locos de estrella de rock eran muy fuertes porque estaban atados a los medios de producción que estaban relacionados con los sellos y las grandes compañías. Y nosotros sentíamos que era imposible que eso pasara con nosotros. No queríamos pasar por ese casting y ser elegidos por otro.
-En los shows se veía una mirada muy crítica al rock mismo, por ejemplo cuando tocaban de espaldas, ¿era algo que se planteaban?
Rosario - Nos salía así. Nos gustaba que el show fuera un viaje, que hubiera una propuesta, un clima. Lo más importante no era una ejecución perfecta ni ensayar mil horas, era tratar de que se armara cierto clima, cierta sugestión, sacarte de la realidad por un momento, despegar un poquito los pies de la tierra. Lo que se busca en el arte para mí es eso: un momento de elevarse de la tierra, un momento de estar fuera de sí. Eso es el arte, una sensación de libertad, liberarte de vos mismo. Y conseguíamos generar eso, incluso para nosotros mismos y compartirlo con los demás. Y no era que nos sentábamos y decíamos vamos a romper, era más espiritual, espontáneo.
-¿Como banda pensaban en plantear al rock argentino de otro modo?
Rosario- No, para nada, yo sentía en las canciones influencias que se colaban en las melodías y podía pensar en Litto Nebbia, por ejemplo. Íbamos por otro camino, pero no era que decidíamos ser “anti Spinetta” o “anti Charly”, todos habíamos escuchado mucho rock nacional. Sin renegar de nuestros hermanos mayores, buscábamos otra identidad musical, la que nos salía. Cuando Suárez se forma, empezamos a hacer canciones con Fabio (Suárez), conocemos a Gonzalo (Córdoba), a Diego (Fosser), Marcelo (Zanelli) era nuestro amigo, que siempre tocó la guitarra y quería tocar, y formamos la banda a ver cómo podíamos tocar esas canciones. Era una experimentación no académica, lo hacíamos más desde el lado de la acción, de lo experiencial.
Foto: Natalia Berninzoni
-¿Cómo se trasladaba esa cuestión experiencial desde la música a las otras áreas en las que participaban?
Rosario- Teníamos mucha afinidad con el realizador Martin Rejtman, yo había trabajado en la película de él, habíamos hecho la música de “Rapado”, estábamos en la misma sintonía de contemporaneidad. En el teatro con Fabio nos habíamos conocido en una obra de Vivi Tellas, eso fue antes de Suárez, yo venía más del mundo de la pintura, mis amigos eran de las artes visuales y siempre estuvieron cerca aunque no era directamente de ese mundo y lo mismo con la poesía. Yo estaba relacionada con todo ese mundo de los 80, el “Einstein”, “El Parakultural”, “Cemento”. Todos los artistas que conocí en ese entonces me parecieron en algún aspecto revolucionarios, en la obra o en algunas de sus actitudes, y de todos aprendí algo.
-¿Cómo ves eso a la distancia?
Rosario -Lo veo como necesario, un ingrediente que es bueno que esté siempre, cierta inestabilidad en lo que se hace con las formas. Fueron herramientas de corrimiento, una inestabilidad que se fue poniendo en distintos sentidos, por ejemplo, en el último disco están acotadas las líneas de improvisación y de paisajes sonoros, la armonía cobra importancia y sin embargo, las estructuras de las canciones son totalmente irregulares. Hay una asimetría pero es bastante orgánica porque es como las canciones crecen, un poco solas, y no se nota forzamiento, uno se da cuenta sólo al tocarlas y tener que seguir su guión inesperado.
-¿Cómo se dio la autogestión en la producción de discos, fue naturalmente o lo planificaron?
Rosario: -Ayudó mucho lo tecnológico, desde el momento en que se podían fabricar cds, que podías hacer el disco vos, y no tenías que pasar por la compañía que te llevara al estudio y todo eso. La necesidad de hacer las cosas nos iba llevando por ese camino, desde el objetivo que era hacer otro disco y tuvimos la suerte de que se vendieran bien y lo reinvertimos. Nos organizamos en ese sentido: tocábamos, llevábamos los discos, se vendían y entonces teníamos para fabricar el otro, y con eso hicimos “Horrible”.
-¿Dónde ves ahora esa actitud contestataria, esa actitud de rock?
-Yo veo que eso se ha diseminado, se ha volcado en todas las artes y hay actividades culturales independientes por completo o recibiendo algún tipo de apoyo en varias ciudades del país, gente que fui conociendo en mis viajes de tocar. Falta mucho para que sea ideal y que es que eso ocurra en muchos más lugares, pero creo que vamos hacia eso, y veo como depende del trabajo de las personas que lo generan. Por otra parte dependemos de las políticas culturales pero finalmente somos las personas las que creamos los vínculos, las que hacemos las cosas. Es la combinación entre lo público y lo privado, lo independiente y lo estatal, todo ese tipo de interacción está buenísimo y tiene que desarrollarse más. El apoyo estatal debe ser desinteresado, inversión pura, porque si las personas que trabajan tratando de generar algo sienten que pueden ser usados para propaganda personal de políticos no quieren ninguna ayuda aunque la necesiten. Desde mi mirador desde donde me toca vivir, que es el de la música y el arte, las inversiones en cultura y en educación son necesarias y tiene que haber una conciencia de inversión entendiendo que eso va a devolver valores intangibles que seguramente terminan dando otros réditos a gran escala, de país, de región. Hacerse fuertes en tener nuestras propias producciones artísticas nos posiciona en el mundo y nos aleja de ser meramente una colonia, una especie de repetidora. Hay otros aspectos de esto largos de desarrollar pero dos de ellos serían la importancia de la información como por ejemplo la que brinda el INAMU o las inversiones en cine que le dan a los artistas la posibilidad de construir un arco de obra más tupido del que que a veces permite la larga búsqueda de fondos y las realizaciones muy esporádicas.
Foto: Natalia Berninzoni
“Suárez” en pantalla grande “Entre dos luces”
Entre ensayos, risas, backstages, presentaciones íntimas y una estética VHS de tesoros de la banda el documental “Entre dos luces” recorre el misterio de Suárez y nos deja con ganas de verlos en vivo una vez más.
-¿Cómo surge la idea del documental?
Rosario- Yo tenía un montón de material en cassette, lo mandé a digitalizar no estaba pensando en el documental si no para tenerlo antes de que no haya un dispositivo donde reproducirlo, ahí pensé que sería bueno hacer un documental y hasta quería hacerlo yo. Al mismo tiempo me escribe Fernando (Blanco), lo conocía porque había hecho un corto con Gonzalo Córdoba en los 90 y además toca en Valle de Muñecas. Nos juntamos, intercambiamos alguna ideas y lo hizo: se llevó todo el material, eligió, editó todo y nos mostró cuando llegó a un estadio avanzado de la edición, nos encantó y siguió adelante. Y para mi ya estaba cumplido el trabajo de revisar. Entonces nos dijeron que se iba a estrenar en el Festival de Cine de Mar del Plata. Nos invitaron a tocar, les pregunté a los demás todos dijeron si y nos pusimos a ensayar.
Fernando Blanco es músico, guitarrista en “Valle de Muñecas” y realizador. Los cruces entre música y cine dieron como resultado “Entre dos luces”, documental que dirige y en el que revive a “Suárez” arriba y abajo del escenario. Y cuenta cómo se generó la idea y vio la luz:
Fernando: -Entre 2011 y 2012 me estuvo rondando la idea de hacer un documental sobre Suárez, porque me parecía que no había suficiente material sobre ellos y porque quería compartir un poco lo que yo sentía cuando los escuchaba o los veía en vivo. En 2013 junté coraje y un par de ideas como disparadores y se los envié a Rosario. Nos reunimos con ella, Fabio y Marcelo, sentamos las bases del documental, Rosario sabía exactamente qué no quería y a mi me pareció correcta esa visión y la llevé al extremo: no entrevistas, no voz en off y yo me puse algunas reglas más: no nostalgia, sólo el material de estos tapes y ningún material ajeno. Todo este trabajo, desde lo musical, reafirmó mi admiración por ellos, y visualmente me hizo encontrar una manera de contar que se emparenta en un punto con un montón de documentales que me gustan y por otro lado, me ayudo a apreciar el VHS como medio, ya que en su momento detestaba como se veía y sus defectos, y en este caso aproveché esas falencias en beneficio estético de la película. Con los Suárez me llevé muy bien, tuve total libertad. Admiro a los artistas que son tan generosos con su obra y que pueden desprenderse tan fácilmente de ella.
Fotos: Natalia Berninzoni