Presentaron un ambicioso proyecto de reconstrucción de un mítico club
Inaugurado en 1940 por inmigrantes judíos de izquierda para brindar "a sus hijos una educación judía laica, progresista y de izquierda" cerró en los 90 con la caída del país. Del Peretz salieron el voleybolista Waldo Kantor y el futbolista Manusovich. El sábado el intendente Gabriel Katopodis presentó el proyecto de reconstrucción. Mirá.
Este cartel podía leerse en las paredes del club: "Blancos, negros, cobrizos, amarillos, todos los hombres son hermanos. Razas, colores y religiones no es más que un cuento inventado".
La noticia de que el Peretz podía volver a abrir sacudió al barrio hace un tiempo, luego de largos años de ver la tapia de ladrillos tapando la puerta y las miles de historias que empujaban desde adentro como la memoria de la infancia.
Y salió nomás, salieron -como nenes a un patio recién abierto-, corriendo alocados. Y entonces el sueño capaz de revivir a todos los demás sueños, que es el sueño primero de volver, empujó a los otros.
Hacía años que se presentaban proyectos sobre cómo recuperar "el gigante de la avenida Rodríguez Peña". Soluciones privatizadoras o privadas que no pudieron levantar tanta historia arrumbada. Nada otra vez, se comentaban los exsocios, los vecinos, otra vez nada.
Hasta que un día el incansable y desvelado trabajo de quiénes armaron una comisión para que el milagro suceda -exsocios, políticos, exjugadores-, dio sus frutos y el Municipio anunció la adquisición del club I. L. Peretz de Villa Lynch. Y no sólo eso, también que lo reconstruirá.
El futuro ya llegó
La presentación del ambicioso proyecto se realizó el sábado último y convocó al barrio en las instalaciones de Rodríguez Peña 4036, ahí frente a la villita.
Hubo shows, distintas proyecciones mediante mapping y pantalla gigante, la Compañía de Teatro Acrobático de la UNSAM y un concierto de la Banda Municipal en la puerta. Además, esa especie de ceremonia del reencuentro contó con la presencia de exjugadores, familias enteras y el discurso del intendente de San Martín, Gabriel Katopodis.
“Damos un paso importante para San Martín que es la compra de este edificio que fue sin duda un motor y un lugar de encuentro para toda la comunidad de Villa Lynch”, dijo el jefe municipal, parado en la mitad del gimnasio donde Waldo Kantor -bronce olímpico en Seúl con la selección de voley y luego DT de ella-, se lució tantas veces.
Hablaba Katopodis y los 'rusitos' Manusovich -el zurdo que jugó en San Lorenzo y también 'Lalo', un cinco exquisito de la categoría 76' que nunca llegó-, aprendían a patear por primera vez y por primera vez se caían de jeta al piso en las baldosas grises y frías de aquel gimnasio imponente.
La gente aplaudía como dando brazadas en la pileta semiolímpica, se secaba las lágrimas como goles, dobles y puntos gritados a puño cerrado, en jornadas históricas.
A uno se le venían nombres y apodos a la cabeza: Briant, Mancho, Sococho, los hermanos Silberstein, Manteca. Fotos, del patio, del vestuario y la tensión en la revisión médica para la pileta. De las baldosas 'corrugadas' bordó del costado mojadas, de los vidrios empañados, del calor y el vapor de esos años.
El intendente explicó que luego de acordar con los dueños del lugar, “ya estamos en condiciones de empezar las obras para que este lugar vuelva a abrir sus puertas pronto”. Y prometió poner en valor “el natatorio, el gimnasio", y que "los espacios culturales estarán a disposición para que los vecinos de Villa Lynch y San Martín los vuelvan a disfrutar”.
Pareció frase hecha cuando dijo que desde su gestión buscarían “recuperar clubes y polideportivos para que sean públicos, gratuitos, de calidad, y que permitan a nuestro chicos los puedan disfrutar como se merecen”.
Pero quien escribe, vocal del club Social Lynch -a solo tres cuadras de allí, pronto a cumplir 96 años-, es testigo de la ayuda que la gestión K (de Katopodis, aunque también de Hernán Letcher, kirchnerista más puro), aportó en otra de las grandes causas del barrio: recuperar a sus dos clubes emblema.
En el Peretz funcionarán un centro de artes plásticas y una escuela de música conformando un “parque escuela, lugares integrados con intervención desde lo social, lo cultural, lo deportivo y lo educativo, como lo estamos haciendo ya en José León Suárez”, en el natatorio municipal y en Villa Lanzone.
“Apostamos a la recuperación del espacios público porque es donde la gente se encuentra para construir ciudadanía”, cerró Katopodis, y los aplausos abrazaron a todos.
El sentimiento de los antiguos socios
La historia del Peretz
Lo inauguró en 1940 la comunidad judía de izquierda en Villa Lynch. La nueva institución tenía por "objetivo brindar a sus hijos una educación judía laica, progresista y de izquierda", tal explica Nerina Visacovsky, investigadora de la UBA y el CONICET.
La escuela I.L.Peretz crecía a pasos agigantados "al ritmo del desarrollo industrial textil que florecía en la zona, se generaba un nuevo tiempo social para el activismo".
La historiadora explica en su trabajo que "la identidad peretziana se construyó en un campo de tensiones permanentes. Su perfil sociopolítico respondió a la Federación ICUF3, aliada ideológicamente al Partido Comunista Argentino, pero su dinámica en el barrio le dio características comunes a todos aquellos emprendimientos socio-educativos y deportivos generados por la inmigración en el período entre guerras mundiales".
La historia del Peretz de Villa Lynch es una metáfora de varios procesos que caracterizaron los últimos 60 años del país. En los 90, como consecuencia de las políticas neoliberales, el gigante del barrio cerró sus puertas.
En primera persona
Con el cierre del club donde uno jugó y corrió, vio en colores la Copa América de Argentina en 1987, espió a los más grandes para aprender a jugar al dominó, conoció el pletzalej o los gloriosos nishe de papa... ¡uf! se amuralla la verdadera patria del hombre que es la infancia.
Que se reabra ese espacio, que se tiren esas paredes y se puedan volver a pisar esas baldosas, el patio, recorrer el túnel a la "canchita de atrás"...
Es un desafío para la Comisión que encare la reconstrucción tanto como para la gestión del intendente. Reconstruir un club es sentir ese vértigo de caerse en cualquier momento, cada día, como subirse al trampolín más alto de la pileta del Peretz.
Y volver a tirarse.