José Luis Escrivá necesitaba saciar su sed por lo que agarró la botella de agua que estaba sobre el atril desde el que estaba hablando y comenzó a servirse en el recipiente donde antes estaba la botella, mientras seguía hablando.

Hasta que se dio cuenta o alguien le avisó que eso no era un vaso y que se le iba a complicar tomar desde ahí.

El hombre supo reírse de si mismo y encontró un vaso bajo el atril. Por suerte le quedaba algo de agua en la botella.