Cuando Oksana Bindarchuk nació en 1989 sus piernas eran defectuosas, sus manos estaban deformes, no tenía pulgares ni uñas y sus riñones no funcionaban correctamente. El diagnóstico fue que los efectos de la radiación por la tragedia de Chernobyl, ocurrida dos años antes, había afectado el desarrollo del feto durante el embarazo. 

Sus padres no supieron qué hacer con ese ser que necesitaba cuidados extremos y la abandonaron en un orfanato donde estuvo varios años aislada y sin el amor de una familia. 

Oksana de pequeña

Pero el destino quiso que una terapeuta de Cincinnati, en Estados Unidos,  decidiera adoptarla- en un proceso que duró cinco años- y darle una nueva vida. 

Al instalarse en Estados Unidos, Oksana comenzó un intenso tratamiento en el que los médicos reconstruyeron sus manos aunque sus piernas eran demasiado débiles y decidieron amputarlas para reemplazarlas por prótesis. 

Oksana aprendió muy rápido cómo usar sus nuevas piernas después de la operación y descubrió su pasión por el remo. Incluso se clasificó para el equipo paralímpico estadounidense y ganó varias medallas; además de cumplir un rol solidario en Ucrania con las personas que sufrieron las consecuencias de Chernobyl.