La cruel historia del hijo de un represor que devuelve el botín de su padre
Luis Alberto Quijano es hijo de uno de los represores que actuaron en La Perla, quien lo obligaba a participar de sus atrocidades. Hoy, el hombre quiere devolver el botín de guerra de su padre a los familiares de las víctimas. Mirá las impresionantes fotos y el estremecedor relato.
La historia que publicó Infojus es realmente increíble y causa estupor al conocerla y ver las fotos. Se trata de la crónica de Luis Alberto Quijano, hijo de un represor.
Su padre, que tenía el mismo nombre, murió hace dos meses con prisión domiciliaria, luego de haber estado acusado de 98 asesinatos y de haber participado en 154 sesiones de torturas. Fue un militar represor activo de la dictadura, condecorado por Videla, y uno de los criminales que actuó en el centro de detención La Perla.
Fue en la puerta de ese lugar que Luis Quijano se encontró con Emiliano Fessia, hijo de Cristina Fontanellas y Carlos Fessia: dos militantes asesinados en el 18 de noviembre de 1976 en su departamento, para contar su historia y entregar el botín de guerra de su padre.
Entre las cosas que pudo mostrar se vieron está la carcasa de una granada montonera que extrajo del Destacamento de Inteligencia 141 de Córdoba, donde su padre lo hacía ir todas las tardes a destruir documentación robada.
También llevó un diploma que sirvió como condecoración a su padre por parte de Jorge Rafael Videla, por haber sido herido en “operaciones” contra “delincuentes subversivos”.
Entre las pertenencias estaba una estrella federal, que servía como insignia de Montoneros. “La encontré después de un procedimiento en el que volaron una imprenta clandestina en un subsuelo”, dijo Quijano, que volvió al lugar después con su padre y encontró la estrella en perfectas condiciones entre el desastre.
En la caja que llevó al centro de detención clandestino, se pudieron ver casettes y cintas con canciones de propaganda del franquismo o los camisas negras de Benito Mussolini, además de discursos grabados de Adolf Hitler, con sus respectivos subtítulos en papel. Eso era lo que escuchaba su padre los domingos, incluso, Luis afirmó: "Me daba para escuchar casettes con sesiones de torturas”.
El represor le ordenaba al niño que busque elementos del baúl de su Ford Taunus y los lleve a la casa. Allí Luis veía televisores, armas, paquetes con plata. Su madre administraba la plata, las alhajas y el oro. Según Luis, con ese dinero, compraron una casa en Tanti y terminaron otra en Villa Carlos Paz.
Quijano también contrabandeaba libros del Destacamento. Su hijo, sin su conocimiento, se quedaba con varios de ellos, en su mayoría, de títulos marxistas, sociológicos y de la Revolución Cubana. "Un día me los encontró mi viejo. Me gritó por qué leía literatura subversiva”, expresó.
"Éstos lápices ‘Rotring’ -cuenta Quijano- los sacaron de un operativo donde secuestraron y desaparecieron a varios chicos bolivianos de la Facultad de Arquitectura. Quedaron en el garaje de mi casa durante años y yo lo recuperé".