Es difícil saber qué pasa por la cabeza de los acusados por el brutal asesinato de Fernando, pero lo que da la sensación es de que nunca terminan de entender en qué están metidos.

Sino no se entiende cómo se despacharon con solicitudes que no se acostumbran pedir y menos que se las acepten las duras reglas de las cárceles.