Tal vez porque el precio de las plantas -al igual que al del resto de las cosas- se disparó y la gente decidió buscar en los parques pequeños esquejes para llevárselos a sus casas, o porque se hizo una costumbre difícil de desterrar, en Tucumán decidieron cortar por lo sano.

Con cámaras que monitorean las plazas durante las veinticuatro horas y altoparlantes que les permite a los guardias de seguridad lanzar mensajes de alerta, están decididos a terminar con los robos de plantas.

Los vecinos sorprendidos en plena acción -alertados por el color de su indumentaria- se quedan sin argumentos y huyen con el rabo entre las patas.