Seguramente uno esté confundido y tenga un problema de registro y percepción, de pérdida del sentido de la realidad, pero da la impresión de que a nadie, fuera de los periodistas deportivos, los medios de comunicación, las grandes empresas trasnacionales, los barrabravas y otros actores de la vida moderna económicamente relacionados con el negocio del fútbol, a nadie, decíamos, le interesa realmente el mundial.

Sin embargo, también es posible intuir que, a partir de estos días, empezará a ser, y en forma creciente, tema de conversación en los más diversos ámbitos. Tema excluyente de conversación.

¿Cómo no habría de serlo?, si desde hace más de un mes los mass-media en su conjunto y sin distinción de calibres y banderías se han empeñado en abrumarnos con un bombardeo constante de un millón de “noticias” sin importancia, no digamos ya humanas o políticas, sino sin la menor importancia futbolística.

Se dirá: esto es lo habitual, de eso se trata el periodismo deportivo, de hablar veinte minutos de cosas que no interesan a nadie, que uno pierde en escucharlas esos veinte minutos de su tiempo cuando, de limitarse el periodista a lo esencial, a la transmisión de datos precisos y concretos, habríamos perdido mucho menos tiempo en la escucha de lo que inevitablemente acaba siendo una cháchara filosófico-insustancial. Es más, tal vez hasta nos hubiera interesado esa noticia durante los dos minutos que, por lo general, realmente habría demandado.

Pero en el caso del mundial de fútbol, siendo la misma, la cosa es diferente, como si dando una vuelta de tuerca, en vez de un tornillo más ajustado, súbitamente nos encontráramos con un zapato. Porque ya no es un segmento de un noticiero lo que se estira innecesariamente para dar lugar a las elucubraciones de un especialista en deporte (extraña especialización, ya que “deporte” es un término lo bastante genérico como para abarcar una gran cantidad y diversidad de actividades lúdicas y/ o económicas de escasa o ninguna relación entre sí). No es un segmento, un espacio ya de por sí excesivo, del noticiero el dedicado al mundial: es que el noticiero se ha transformado en un noticiero del mundial, al igual que todos los periódicos y todos noticieros de todos los canales televisivos que también ya son canales del mundial. Si hasta el canal 7, la Televisión Pública, para nombrarla con propiedad, se ha trasladado a Brasil. Ya no está acá, sino en Río, San Pablo o Porto Alegre. Pero ni siquiera es la Televisión Pública de Brasil; es la Televisión Pública del Mundial.

Nadie habla de otra cosa que del Mundial. No de fútbol, sino del Mundial, de todo aquello que prologa, rodea y prolonga hasta el hastío un, según los casos, interesante o aburrido acontecimiento que no dura más de 100 minutos, menos de dos horas.

Precisemos: nadie habla de otra cosa en los medios de comunicación. La gente normal pretende seguir con su vida y darle al pito del referí la importancia que el pito del referí tiene. Pero no la dejan.

A uno lo arrastran, lo envuelven, lo aturden, ensordecen, apabullan, sofocan, estrujan y ensordecen hasta que, a imagen y semejanza de los conductores televisivos, starlets prometedoras y periodistas deportivos, queda convertido en otro zombi mundialista.

Si hasta las presidentas Vila y Cristina, mejor dicho, si hasta las empleadas que atienden los tweets de las presidentas Vila y Cristina teetean públicamente acerca del Mundial

Esto todavía no empezó y uno ya está aburrido.

Por suerte, todavía hay guerras, enfermedades, hambre, destrucción, infanticidios, violaciones, bombardeos y asesinatos, que si no, no sé qué sería de nosotros.

Pero no hagan caso de quien les habla. Seguramente está equivocado. Y tras escribir esto a dos horas del aburrido espectáculo que dará inicio al aburrido encuentro entre Brasil y Croacia (¿cuándo una inauguración, de cualquier cosa que sea, no resultó soporífera?), por esas cosas de la fuerza de la gravedad, los hechos y el ruido, acabará sumándose a la alegre comparsa mundialista. Así que, suenen pitos y matracas y que siga el festejo.

Piiii, piiii.