La pregunta del colectivero es la más pertinente: ¿qué te importa que yo le cobre el boleto o no?, pero sin embargo eso no amedrentó a una mujer que venía observando la situación desde hace tiempo y no se aguantó más.

Lo que a ella le molestaba no era pagar ella sino que no lo hiciera el pasajero -que le explicó que era hijo de otro chofer de esa línea y era una atención que le hacía su compañero-, en un claro signo de tiempos libertarios.