Los propirop son monstruos tan lascivos como populares que se apropian de las mujeres a través de las palabras. Su apariencia es humana y en algunos casos hasta parecen padres de familia ejemplares pero esconden patas de cabra como los faunos al tiempo que disimulan sus cuernos y sus orejas en punta. No son la contracara varonil de las sirenas. No ofrecen cantos seductores ni mucho menos. Son más bien groseros pero, a la vez, ingeniosos en el uso del lenguaje. Esto hace que, si bien difícilmente alguna de las mujeres referidas haya correspondido el deseo concupiscente de la criatura, se genere, sin que muchas de ellas lo sepan, una extraña transformación cuando ellos enuncian sus frases: las féminas dejan de ser un sujeto libre para transformarse en un objeto cuyo poseedor no es otro que el propirop.

Está claro que ningún propirop posee título de propiedad de aquellas mujeres a las que han dirigidos sus alabanzas soeces pero muchos han actuado como propietarios de hecho golpeando, violando y asesinándolas.

Los propirop viven con nosotros, están en la calle, en el ascensor, y hasta puede que duerman en la misma habitación que usted.

Asimismo, están muy desarrollados y hasta establecen diferencias de clase, como los seres humanos, a tal punto que algunos propirop de la alta sociedad afirman que este tipo de monstruosidad solo subsiste apañada por los dirigentes de la Unión Obrera de la Construcción. Pero no hay caso. Sea de la clase que sea, desde un andamio o un auto importado, ningún propirop ha podido resistirse, hasta ahora, al suculento y ensoñador andar de lo que podría denominarse un muy buen culo.