La cosa quedó bastante clara: para entender los códigos de Eduardo Feinmann, insultar al kirchnerismo, a quiénes lo votan o a alguna de sus ideas, está perfecto, pero discriminar a las parejas homosexuales es inadmisible.

Como le llovieron críticas por sus frases cargadas de odio tanto contra el kirchnerismo -representado en una mujer que decía que tenía orgullo de su identidad villera- como contra el colectivo LGBT+, quiso arreglarla.

Con los segundos tal vez lo haya conseguido, ahora con los kirchneristas parece valerse de la consigna de que “a los enemigos, ni agua”.