Si se tratara de un malentendido, de una frase desafortunada, de un video editado con intención malsana, bastaría con una declaración contundente, con una negativa tajante a los reclamos que se le hacen.

Pero Javier Milei juega al distraído, dice que no dijo lo que dijo, la tira afuera, hace tiempo, balanceándose entre lo que piensan los que lo rodean con discursos antediluvianos y su necesidad de dar un par de pasos para atrás.

Como ante una orden que llega del alto mando, los conductores de los canales paraoficialistas salieron como loros a repetir un argumento carente de lógica para contentar a su propia tropa que pide explicaciones.