“Es una impotencia terrible para mí”, contó Rogelio, dueño de la empresa que cerrará sus puertas después de 56 años.

El cierre dejará sin trabajo a personas que son amigos, familiares y vecinos del dueño. Pero ya no puede pagarle los sueldos. 

En el medio, el discurso de la crueldad del Gobierno se esparce. Un colectivero bajó del transporte a un padre que no podía pagar el boleto de sus hijos. Para bajarlo lo atacó con una picana eléctrica.