El miércoles pasado, el jefe de Gabinete criticó duramente un informe del FMI en el que compara la situación argentina con la de Venezuela. En el informe se asegura que la economía argentina se "desacelerará marcadamente en 2014".

Según esa razón, trazó un escenario de "incertidumbre" con "un alto nivel de inflación y una disminución de las reservas oficiales de divisas". "Las previsiones en el mediano plazo en Argentina y Venezuela se han deteriorado aún más", vaticina el organismo.

Jorge Capitanich, sin embargo, fustigó "el sesgo ideológico" del Fondo, que "nunca ha cambiado" desde que generó "la peor crisis social y productiva" de la historia argentina.

A las pocas horas, la directora del organismo, Christine Lagarde, acusó recibo y respondió que no hay "ideología" en los informes y análisis del FMI sino que "son técnicos", en los que se busca "comparar zanahorias con zanahorias y manzanas con manzanas".

Ahora, Jorge Capitanich volvió a la carga al afirmar que el Fondo "disimula muy bien el sesgo ideológico" de sus informes al elaborarlos "con frase corta para título", dijo escuetamente.

En efecto, la ideología del FMI y de sus informes está determinada por el contenido que le dan quienes manejan concretamente ese organismo: son los países desarrollados del hemisferio norte los que ponen las condiciones y elaboran los "planes" para el aún subdesarrollado hemisferio sur.

Así, aún cuando economías emergentes como las de China y Brasil cobran relevancia, siguen siendo las potencias como Estados Unidos y las europeas las que tienen sobrerrepresentación en los sitios de decisión del Fondo, y por lo tanto serán las que realicen o aprueben informes según sus intereses particulares.

Ello independientemente de la realidad economíca-financiera a escala mundial, en la que esa sobrerrepresentación está en crisis a partir del declive que sufren esas naciones, con récords de deuda y desocupación y fuertes caídas del salario real.