Voto y estigmatización
Los sectores populares y quienes trabajan para que su calidad de vida mejore han sufrido desde antes de la conformación de nuestro Estado Nacional recurrentes discriminaciones. Sí en la época posterior a la Revolución de Mayo fueron considerados como la plebe, “carentes de respetabilidad” o el bajo pueblo, a fines de siglo XIX los millones de inmigrantes que cambiarían definitivamente la estructura demográfica del país serán catalogados como la “chusma ultramarina”. Por cierto que para varios de ellos, en particular por quienes luchaban para que sus condiciones de existencia sean menos penosas existieron leyes represivas tales como la Ley de Residencia que establecía que cualquier extranjero considerado indeseable sería expulsado del país, en realidad un eufemismo para deportar inmigrantes vinculados al anarquismo o socialismo.
Luego de la sanción de la Ley Sáenz Peña que posibilitó el sufragio universal masculino, Hipólito Yrigoyen llegó a la presidencia en el año 1916 y nuevamente en 1928. Fue caricaturizado como un hombre raro, ermitaño y era apodado por esas características como el “peludo” debido a su natural aislamiento, por su parte, sus seguidores fueron la “chuma radical”
A mediados de siglo XX, luego de la llegada al área metropolitana de una gigantesca oleada de migrantes internos como producto de la industrialización por sustitución de importaciones, estos fueron apodados con sorna como “cabecitas negras”. Son quienes con posterioridad serán acusados de hacer asado con el piso al parquet, dado que sus costumbres bárbaras no les permiten vivir en sociedad. Se trata de la dicotomía civilización o barbarie muy presente en nuestra historia nacional. De Perón se ha dicho que fue corrupto, homosexual, amante de niñas de 13 años e impotente, entre otras.
De lo que se ha dicho de Néstor y Cristina Kirchner lo tenemos todo muy fresco.
En todos los casos mencionados sus seguidores lo fueron porque estuvieron comprados por el mejor postor o porque carecen de inteligencia (Pino Solanas habló de la baja calidad de los votantes salteños”), o porque son más dado que se reproducen en mayor cantidad siendo ahora su incentivo la AUH. Desde siempre hubo una frase que advertía sobre los problemas de votar a estos candidatos: “votá bien” era la misma. Desde esta perspectiva votar bien significa hacerlo por quienes nos integran al mundo aún al costo de elevar exorbitantemente nuestra deuda externa y, sobre todo, desligarnos de nuestros vecinos latinoamericanos. No por nada fuimos considerados la París de Sudamérica.
Todos estos valores están asociados a la Argentina blanca y descendiente de los barcos. Al hacer hincapié en esta versión se invisibiliza de manera deliberada la población de origen nativo o descendiente de afroamericanos. Quien encarna hoy esa postura es Mauricio Macri y sus seguidores son exegetas de esos pensamientos. Basta meterse en el facebook del candidato y leer los comentarios respecto al color de piel de los seguidores oficialistas o leer las diatribas contra las mujeres que cobran la AUH. Desde luego es una retroalimentación porque el candidato en más de una vez oportunidad ha despotricado contra los habitantes del Gran Buenos Aires y contra los inmigrantes de países limítrofes.
Si se analizan los resultados de estas últimas elecciones el corte clasista y aspiracional del voto de Macri se revela con claridad. Un ejemplo de esto es el ballotage disputado entre Rodriguez Larreta y Lousteau donde la diferencia fue hecha con los votos de Recoleta, Belgrano y Palermo. Algo lógico por otra parte, pero lo que cuesta entender es que amplios segmentos medios y también populares voten una postura que nos ha llevado a colapsar como sociedad en el 2001. En esta cuestión el rol de los medios de comunicación es clave. Para hacer más amigable a Mauricio Macri, para ocultar que su primer candidata a diputada fue quien podó los salarios estatales en el gobierno de la Alianza, para crear un clima bélico todos los días y a toda hora contra el gobierno a través de sus tanques mediáticos. Está en nosotros soportar este asedio comunicacional y darle nuestro sufragio a quien garantice que va a continuar por este sendero de ampliación de derechos en lo social, cultural, laboral y educativo. Y nuestra mejor herramienta es el voto. “Votá bien”